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domingo, 5 de enero de 2014

El banquete



Fotografía de  Nikos Vandinoudis


Solo al bobo de Nemesio se le ocurriría celebrar el banquete de sus segundas nupcias, al que ha convidado a todo el pueblo, en este baldío. Le repetí una y mil veces que lo plantara de cebada, que se pagaba bien y necesitaba pocos cuidados. Pero mi viudo, además de ceporro, siempre ha sido un holgazán de cuidado. Y encima, desde que cobró mi seguro de vida se cree el Rey del Mambo.

Pero qué idiota es el pobre. La Mariví esa, la dependienta de la pescadería, se lo ha camelado bien camelado. La muy zalamera le dice que le quiere… ¡Pero cómo puede una mujer de treinta y muchos años, aunque se le haya pasado el arroz, enamorarse de un carcamal de ochenta! Un viejo calvo, cojo, con la dentadura postiza, medio ciego y con ese genio del demonio que tiene. ¡A otro perro con ese hueso!

Ahora cuando vuelvan de la iglesia y comience el festín, les voy a dar una sorpresa. Voy a desatar una tormenta de padre y muy señor mío. Lanzo toneladas de granizo del gordo y, si puedo, porque aún no estoy muy ducha en esto, mando un rayo directo al corazón de Nemesio y me lo traigo conmigo. Lo siento mucho por los invitados, pero no puedo permitir que se consume esta mascarada.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Negra Navidad




Desde mi ventana observo cómo nieva en el centro de la ciudad, cómo se cubren de copos las aceras. Provenientes de unos grandes almacenes, fluyen hasta mis tímpanos esas pastosas y cansinas melodías americanas.

Es de noche y tengo frío.

Distingo el continuo transitar de personas cargadas con regalos bien ocultos en paquetes y bolsas. Las luces decorativas se proyectan en los coches que desfilan sobre el húmedo asfalto y con su parpadeo iluminan intermitentemente mi oscura habitación.

Es de noche y siento hambre.

Sin proponérmelo, me asalta el nítido recuerdo de las Nochebuenas de mi niñez. Aquellas copiosas cenas junto a la familia, que rematábamos interpretando villancicos de letras fáciles aunque absurdas, mientras aporreábamos unas resignadas panderetas.

Es de noche y me encuentro solo.

Desde que te fuiste, ya no existe nada que merezca celebrar. Ni siquiera que esta mañana en el hospital me hayan asegurado que el tumor es benigno. De buena gana hubiera golpeado al médico que me informó, sonriendo, que se aplazará nuestro reencuentro.

Es de noche y estoy llorando.


sábado, 7 de diciembre de 2013

Bienvenido a la realidad





Señor Juez:

Mentiría si dijese que siento fastidiarle esta preciosa tarde de domingo. Seguro que habrá comido agradablemente en familia, se habrá echado al coleto una generosa copa de brandy y se habrá fumado un puro magnífico. Estaría viendo la tele o echando una siesta antes de salir hacia la ópera en su cochazo, cuando alguien ha llamado para comunicarle que un pirado se ha cargado al director de un banco y luego se ha pegado un tiro. Los dementes no necesitamos justificar nuestras acciones, pero quiero que sepa que ese individuo, que por cierto era su hermano, primero me estafó veinte mil euros y luego, cuando me quedé en el paro, embargó mi vivienda, esa de la que usted nos desahució. Mi mujer e hijos tendrán que seguir sobreviviendo de la caridad. Casi me olvido: su bonita casa está ahora mismo volando por los aires. Prepárese para sufrir, juez. Bienvenido a la realidad.

Evaristo, el fiambre.



Imagen extraída del blog MUY SEÑORES MÍOS (http://muysenoresmios.blogspot.com.es/)




lunes, 2 de diciembre de 2013

Roles





Y nunca le recordaba lo que no se debía contar. No era necesario. Blas estaba convencido de que María tenía asumido su papel de víctima porque había nacido para serlo, porque estaba genéticamente programada para soportar insultos y palizas. Pero el verdugo se equivocaba. La noche en la que hubo un imprevisto intercambio de roles, la mujer se despachó seccionándole el cuello.


jueves, 21 de noviembre de 2013

Stand-by




Paco está bien, pero que bien jodido. Apuesto a que este año no se come los turrones. Mucho coñac y demasiado tabaco ha tragado ese esmirriado cuerpo, con el que no comprendo cómo llegó a ser bombero. Y Olvido, la futura viuda, menuda broma le gastaron sus padres eligiendo semejante nombre. El maldito alemán ha devorado sus neuronas en una contrarreloj; hace solo dos meses era la reina de los chismes y mírala ahora. Todo son calamidades en este submundo del stand-by. Los que salen con los pies por delante proporcionan hueco a nuevos okupas en la estación por la que solo pasa un tren canalla, al que nadie quiere subir. Bueno, nadie menos Gregorio, que nos taladra sin piedad con su empeño en mudarse al otro barrio. Aunque ya lo dicen: mala hierba, nunca muere. Ojalá aguante, el muy pelma, porque aquí en la residencia cada vez hay menos personal que juegue decentemente al dominó.


martes, 19 de noviembre de 2013

Próximo destino




Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión; aunque era un sol extraño, su luz parecía blanca. Las simpáticas azafatas invitaban a que los cinturones fuesen desabrochados tras la prolongada y en momentos terrorífica fase de turbulencias. Sin embargo, los pasajeros no podían dejar de mirarse con expresiones desconfiadas. Las últimas palabras del comandante difundidas por la megafonía interior habían sido: “Tengo el placer de informarles que ha sido una colisión perfecta, afortunadamente ninguno de nosotros ha sobrevivido. Comiencen a olvidar cualquiera de sus problemas, pronto llegaremos a destino”.



domingo, 3 de noviembre de 2013

Revelación




Buenas tardes, madre, necesito contarte algo. Acabo de conocer a una joven maravillosa y me he enamorado de ella. Se llama Giuliana, es más o menos de mi edad, está admirablemente educada y compartimos muchas aficiones, pues le encanta la literatura clásica, adora las composiciones de Paganini y las óperas de Verdi. Es de muy buena familia, no te vayas a pensar, sus padres eran unos ricos lombardos que se instalaron en nuestro país huyendo de un conflicto político cuyos detalles desconozco. Giuliana Marini es una damita preciosa, sus cabellos ambarinos me recuerdan los tuyos. Le pediré que pase a verte. Cuando la conozcas también te sorprenderán sus atractivos ojos de azabache. Viste como una auténtica princesa y es sencilla, gentil, tierna. Y aunque no le encuentro el más mínimo defecto, me temo que existe un inconveniente para que prospere esta ilusionante relación: ella murió en 1882 y asegura que bajo ningún concepto puede traspasar las puertas del cementerio. Así es que, de ahora en adelante, os visitaré a menudo. Aquí dejo unas flores, espero que te gusten. Hasta mañana, madre.




viernes, 1 de noviembre de 2013

Uno de Noviembre



Cada año, siempre un poco más viejos, vuelven con flores frescas. Parece mentira que no me conozcan. ¡Nunca he soportado las flores! Se plantan delante de mi lápida, sacan de una bolsa los trastos de la limpieza y dan el lustre que pueden al mármol que cubre mis despojos. Luego arreglan las dichosas flores y recitan un padrenuestro, un avemaría o cualquier cosa que se les ocurre, cuando a mí lo que me gustaría es que me obsequiaran con un tema de Sinatra y un poema de Benedetti. No es que deteste que vengan, no me malinterpreten, pero además de lo dicho me incomoda que se sientan obligados, siempre en la misma fecha, con el camposanto convertido en un festival de colores y fragancias, en una avenida colapsada por constantes desfiles de viudas y huérfanos. Porque después, hasta el año que viene y si te he visto no me acuerdo. ¿Por qué no se acercan en los peores días del más gélido invierno, cuando aquí estamos más solos que la una? ¿Por qué no nos visitan un sofocante día de verano, en lugar de irse a la playa?

Yo pienso que todos los muertos deberíamos unirnos y enviar un mensaje a las familias: Olvidaos de nosotros de una vez por todas, vivid vuestras gratificantes o desgraciadas vidas, vividlas, por el amor de Dios. Ni os necesitamos ni nos necesitáis. Y cuando preciséis de recuerdos, cuando no podáis driblar a la memoria, contemplad nuestras fotos, volved a escuchar nuestros discos, releed nuestros libros preferidos, reuniros con aquellos amigos que nos sobrevivieron y organizad una fiesta. Rememorad el tiempo que no volverá, pero sobre cualquier otra cosa, sobre todas las cosas, celebrad que aún os queda un futuro y que, por corto o largo que éste sea, tenéis que existirlo y existirlo en paz, sin fantasmas en vuestras espaldas.


domingo, 13 de octubre de 2013

Los peces muertos





Cuarenta años han pasado ya. Y como cada tarde, desde hace cuarenta años, Prudencia se asoma tras la cortina que cuelga en la entrada de su casa. A través de ese tenue tejido la anciana semeja un pez atrapado en la red, aunque su expresión es, ciertamente, la de un pez muerto.

Como cada tarde, desde hace cuarenta años, la mujer escruta los rostros silenciosos o parlanchines de los marineros que vuelven de faenar. Se dice que los peces no tienen memoria, pero Prudencia conserva intacto el recuerdo de cada mirada, cada caricia, cada piropo y cada beso de su hombre. Solo su esperanza va empequeñeciendo a medida que pasa el tiempo: intuye que Agustín y sus cuatro compañeros jamás regresarán, pues un océano egoísta y caprichoso se prendó de ellos y decidió retenerlos consigo.

Prudencia envidia a los peces muertos sin imaginar que es, desde hace mucho tiempo, uno de ellos. Solo desea que llegue pronto el día en que el corazón se detenga, para que embarquen su cuerpo rumbo al paraíso de los pescadores desaparecidos.


lunes, 7 de octubre de 2013

La sombra




Vivo en un pequeño pueblo en el que todos nos conocemos. Cuando de chiquillo me cruzaba con los viejos, con los abuelos y abuelas de mis amigos, los evitaba a toda costa. Si se acercaban hacia mí, tomaba la primera calle a derecha o izquierda o bien daba media vuelta, aunque tuviese que desviarme mucho de mi ruta. Si los veía venir de lejos, me ocultaba detrás de un árbol o de una esquina hasta que pasaban de largo. Cualquier cosa antes que sentir sus voces, que tener que saludarles. Cada uno de esos ancianos arrastraba, cosida a su cuerpo, una oscura y funesta sombra que me horrorizaba. Después crecí y, afortunadamente, dejé de percibir esas manchas siniestras.

Esta mañana me he topado con Asun, una de las nietas de mi primo Tomás. La niña, a la que tuve en brazos el día de su bautizo, me ha ignorado con poco disimulo cruzando al otro lado de la calle. Su expresión de espanto era inequívoca: ha vislumbrado mi sombra, esa extraña imagen que solo algunos niños pueden advertir y que representa el preludio del fin.


miércoles, 3 de julio de 2013

El dudoso arte del tormento




El dolor retuerce mis entrañas en este lecho de arena mientras vomito oscuros borbotones de sangre y la muerte, cercana, me acecha. Son unos perturbados. Arrancado de mi familia, me condujeron al macabro escenario donde ahora me mortifican con sus brillantes armas. Ni los agrios quejidos ni la mirada suplicante han infundido un ápice de compasión en tan hábiles y despiadados verdugos. Incapaz de resistir un nuevo martirio, he caído finalmente de rodillas expresando una rendición  inequívoca. Aún así, entre los bárbaros hay quien con aspecto todavía más desequilibrado y detrás de un humeante habano, clama desde el tendido: “¡Descabello!”


domingo, 16 de junio de 2013

Cita con el futuro




Mi muy incierto futuro:

Sentado bajo la sombra del ayer, te escribo desde el umbral del mañana. El mañana, esa jornada desconocida que las personas intuimos cómo se desarrollará, pero que suele asombrarnos con algún incidente imprevisible, feliz a veces aunque adverso con frecuencia.

Querido porvenir, soy consciente de que no puedo pedirte nada porque nada eres excepto un sueño que se va tornando tangible a medida que pasan los segundos, los minutos, los días, para desaparecer otra vez convertido en pasado detrás de cada uno de esos espacios de tiempo. Eres el corredor inalcanzable, el remoto e intocable horizonte. Y perdona si tal vez equivocadamente sostengo que -excluyendo la muerte- no existen destinos garantizados, posterioridades inalterables, aunque demasiado a menudo la cotidiana realidad intente convencerme de lo contrario. Pero como, repito, hoy no existes, me permitirás que conjeturando con la completa inseguridad de que me leas y la indudable certeza de que nos esperas, eleve una plegaria de paz y justicia no por mí, sino por los míos.

Ojalá te pudiéramos revivir, futuro, como hacemos torpemente con el ayer, pero suena imposible volver a experimentar lo ignorado, percibir de nuevo lo nunca sentido. Ojalá te pudiésemos reparar, futuro, como desmañadamente intentamos con el pasado, mas nadie puede recomponer lo que aún no se ha descompuesto. Inquilinos del presente, jamás seremos dueños de tus sorpresas, sino víctimas de las mismas, lo cual nos obliga a confiar en ti a ciegas al tiempo que tu próxima llegada nos sobrecoge hasta los tuétanos.

Me despido después de estas necias reflexiones, mi amado y preocupante futuro, advirtiéndote que ya he comenzado tu persecución. Es innecesario que te asegure que al final coincidiremos; y el día del encuentro, que absurdamente será también el de la despedida, ambos nos fundiremos en un abrazo eterno, porque el maldito reloj se habrá detenido para siempre.


jueves, 6 de junio de 2013

Vida y muerte de Fulano


Nunca sintió reparos en asegurar que no tenía miedo a morir porque había leído estudios médicos sobre experiencias cercanas a la muerte que demostraban, con poca cancha para la duda, que existía otra vida tras el bastidor del último suspiro. Y cada vez que lo mencionaba, ninguno de los presentes –muchos de ellos personas (en apariencia y al contrario de él) creyentes y profundamente fieles a su religión- dejaba de ocultar expresiones de asombro y desconfianza, eso cuando no iniciaban un airado ataque definiendo de absurdos e irracionales los argumentos empleados, que por otra parte y como hemos indicado no eran propios, sino de reconocidos científicos.

Pero pasó el tiempo y tanto él como sus conocidos fueron creciendo en años, en canas (aquellos que podían permitirse ese lujo) y en dolencias. Y entonces algunos que rememoraban sus palabras se atrevían a pensar “A lo mejor Fulano tenía razón…”, sin acabar de comprender, maldita sea, y perdonen ustedes la reiteración, que Fulano únicamente se había limitado a exponer hipótesis ajenas, conclusiones basadas en métodos de investigación empírico-analíticos.

A Fulano lo enterraron ayer. En su sepelio todavía hubo alguien que apostilló: “Pobrecillo, qué chasco se habrá llevado”.


Puedes  escuchar la narración de este microrrelato en la revista digital La Esfera Cultural:




miércoles, 22 de mayo de 2013

La peste




Mi gran amigo Iván me lo confesó una noche de formidable borrachera:

-David, no te lo vas a creer, esto no se lo he comentado nunca a nadie, pero desde pequeño huelo los sentimientos de las personas. No tengo olfato para las cosas materiales, no noto el supuesto aroma de los perfumes, de los alimentos, de las flores, no advierto la fetidez que atribuyen a la basura y a las cosas desagradables, de nada que pueda verse o tocarse. Pero sé distinguir perfectamente el olor de la cobardía, del cariño, de la inseguridad, de cualquier emoción que el ser humano que tenga delante pueda experimentar. Y te aseguro que es una terrible maldición, a medida que maduro se acentúa más y más. Ahora mismo percibo el hedor de tus dudas, quieres creer lo que te estoy diciendo pero tu cerebro se resiste.

Me quedé de piedra. Acababa de leer mi mente, como había hecho antes en incontables ocasiones sin que yo hubiera sabido cómo. Tras procesar la información, entendí al instante por qué había estudiado Psicología y también por qué abandonó su consultorio después de solo unos pocos meses de ejercicio profesional. Comprendí que, aunque descifrase los sentimientos de sus pacientes y pudiera guiarles tal vez mejor que nadie en su alivio y curación, debía ser espantoso enfrentarse continuamente a la pestilencia de odios, celos, tristezas, envidias, frustraciones, miedos, de cualquier tipo de trauma, fobia o manía que todas y cada una de las personas almacenamos en nuestro interior.

David me aseguró que sus fragancias preferidas eran las del amor, la amistad y la confianza, pero que cada vez era más insoportable el tufo que tenía que respirar. La tensión estaba a flor de piel en cada ciudadano, la podredumbre reinaba sobre cualquier otra cosa, no podía aguantar más. Había decidido irse a vivir a un alejado pueblecito del interior con apenas una treintena de ancianos habitantes. Allí, pensaba, el aire sería más limpio.

Esta mañana me ha llamado el padre de Iván para comunicarme  que ayer, cerca de la aldea, encontraron su cuerpo sin vida suspendido de un árbol. Con voz sollozante me ha dicho que llevaba en su bolsillo una nota en la que había escrito: “Decidle a David que ahí donde haya una persona, ahí está la peste”.


lunes, 13 de mayo de 2013

La persecución





MUJER madura, noctámbula y liberal, aficionada al cine, grupo sanguíneo O+, busca vampiro compatible (no importa edad ni condición) para invitarle a cenar y que de paso la haga inmortal. Interesados, llamen al 83388338 y pregunten por Gertrudis. Se ruega discreción.

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SEÑORA sana y lozana como una manzana, muy interesada por la investigación y nuevas tecnologías, donaría su cuerpo a doctor o científico ducho en reanimaciones post-mortem. Teléfono 83388338, me llamo Gertrudis. Curiosos abstenerse.

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ADULTA sin prejuicios, adicta a la literatura gótica, establecería contacto con diablo experto en pactos, para sellar contrato de vida eterna. Condiciones negociables. Mi nombre es Gertrudis, y mi móvil 83388338. Solo profesionales.

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VIUDA con posibles, hedonista y viciosilla, amante del arte en todas sus dimensiones, contrataría los servicios de un pintor de la escuela de Basil Hallward para retrato hiperrealista de mi alma. Pago bien, pero exijo referencias. Gertrudis, Tf. 83388338.

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DESAPARECIDA. Mujer de 82 años, viuda, responde al nombre de Gertrudis Alegre y Olé. Pelo cano ondulado artificialmente, peca de 4 mm. bajo el ojo en su mejilla derecha y tatuaje de una calavera y varias serpientes en la pantorrilla izquierda. Fue vista por última vez el pasado diez de abril bailando pasodobles en una terraza de Benidorm. Si se la tropiezan, envíen un tweet a @laparcaXgertrudis. Todas las informaciones que contribuyan a su localización se gratificarán en especie. Necesito encontrarla urgentemente, es cuestión de vida o muerte.

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miércoles, 8 de mayo de 2013

Sentir que es un soplo la vida





La última alma humana que vagó por aquella sombría estancia fue precisamente la mía. Paul y Fanny habían abandonado dos años antes bajo la excusa de que la humedad disminuye la luminosidad de los espectros. Resistí bien la inconveniencia de la soledad en aquella mansión vacía hasta que cierta noche sobrevino Rose, una enérgica anciana atropellada por un camión que a menudo me confundía con su nieto, al que suplanté por piedad algunas veces. Tres días después de que decidiera marcharse en busca de su esposo comprendí que los muertos estamos mejor en el cementerio y regresé a mi tumba.


martes, 7 de mayo de 2013

Hermano




Hermano, he llegado. No olvides lo que te pedí. Os quiero.” El SMS heló la sangre de Pedro. Pocos minutos antes una locución le había asegurado que el móvil de Mauro estaba apagado o fuera de cobertura, cuando intentó responder a una llamada perdida que ya le sobrecogió, pues acababan de enterrar a su amigo esa misma mañana. Entonces recordó nuevamente sus últimas palabras: “Pedro, hermano, me muero. Sé que todo lo planeaste con María porque estáis enamorados. Tendrás que cuidar de ella y las chicas; confío en ti.


jueves, 25 de abril de 2013

Obsequio mortal




Un buen día aquel extraño individuo, al que le faltaba una costilla y  que estaba unido por capricho divino a una mujer llamada Eva, que correteaba desnuda por el jardín y en ocasiones hablaba con serpientes, comenzó injustificadamente una exclusiva dieta de manzanas que mantendría toda su vida. A su primogénito lo nombró Caín, y en su decimoquinto cumpleaños le regaló una quijada de asno que éste empleó años después para golpear a su hermano menor hasta la muerte.



En París, bajo la lluvia





Es 1958 y nunca hasta hoy visité París. Nunca hasta hoy tuve necesidad ni intención de ello, pero he de confesar que ahora me arrepiento de no haberlo hecho antes. La estampa que tengo ante mí, de un tipo bajo la lluvia protegiendo con su paraguas un violonchelo, compensa las calamidades de este viaje. Es una escena melancólica y entrañable, en la que un hombre de mediana edad con una gabardina y una gorra prefiere quedar empapado a que su instrumento sufra algún percance. Cualquiera podría intuir que es lo más parecido a una metáfora viviente.

Decía que ha sido un recorrido calamitoso, aunque no por su duración y las adversidades encontradas en el camino, que también las hubo y no relataré. Ha sido triste porque he viajado con un cadáver, concretamente con las cenizas de mi mejor amigo. Fernando me arrancó el compromiso de que cuando muriese, porque él era consciente de tener los días contados, yo personalmente derramaría sus restos en el Sena. Además, no debía hacerlo solo. Antes tenía que contactar con Gabrielle, su antigua novia, la única mujer a la que amó, para que me acompañase en el ritual de esparcir esos residuos bajo el Puente de los Inválidos, desde el lugar exacto donde se dieron el primer beso.

Esta mañana he conocido a Gabrielle, además de unos fascinantes ojos tiene una sonrisa maravillosa. Pensé que se negaría a complacer los deseos de un muerto, pero me equivoqué. Los franceses están hechos de otra pasta, eso es indudable. Después de la lúgubre ceremonia, a la que también ha asistido un aguacero que no estaba invitado, hemos tomado un café y nos hemos despedido con un beso. Luego he empezado a pasear y me he emocionado con la imagen del violonchelista. Ahora comprendo la metáfora: el chelo, o es un sueño, o es una mujer.

Vuelvo a pensar en los ojos y la sonrisa de Gabrielle; siento, estoy convencido, que me he enamorado de ella.