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sábado, 28 de noviembre de 2015

Billy




Me llamaba William Bonney, aunque también me conocían como Henry McCarty. Decían que era un criminal por haber acabado en Lincoln con el sheriff Brady, el malnacido que asesinó cobardemente a mi patrón en una emboscada. Los que me conocieron saben que no fui nada de eso, tan sólo un chico sencillo que en aquel instante pretendió hacer justicia, la misma justicia que un juez, sobornado por los poderosos rancheros de Santa Fe, evitó impartir. Mi madre me pidió hace siete años, antes de morir, que fuera un hombre equilibrado, que hiciera el bien y me alejase del mal. Y siempre lo intenté, juro por Dios que intenté ser sensato, mas esa voz martilleando mi cerebro suplicaba a gritos que, al contrario de lo que ordenan los santos evangelios, nunca pusiera la otra mejilla. Que luchase por lo que creía decente y no permitiera a nadie abusar de mí ni de los míos.

El juez Wallace fue otro traidor: primero me prometió indulgencia a cambio de testificar en unos procesos. Sin embargo, decretó después mi arresto. Me vi obligado a escapar para salvar el pellejo. Si luego me convertí en un vulgar cuatrero, únicamente ese desgraciado tuvo la culpa.

Pusieron precio a mi cabeza y necesité liquidar a varios tipos que imaginaban poder conseguir esa pasta sin ningún tipo de sufrimiento. Al final me capturaron y condenaron a muerte. Tuve mucha suerte al poder evadirme en vísperas de mi ejecución.

Hoy, 14 de julio de 1881, los pasquines y libelos de Nuevo México no publican más noticia que la de mi muerte a manos de Patrick Garrett, el sheriff que hace años fue amigo y después de mi última fuga, que costó la vida a dos de sus ayudantes, se obsesionó por atraparme. Se ha equivocado de persona y para no admitirlo sostendrá su mentira, aunque estoy seguro de que antes o después emprenderá de nuevo mi búsqueda. Lo lamento por el miserable al que harán pasar por mi cadáver, pero en el fondo siento que es un día maravilloso. Ha llegado el momento de cruzar la frontera de Texas y comenzar otra existencia bajo distinto nombre.

Hoy ha muerto Billy el Niño a la edad de 21 años. Todos deberíamos festejarlo. Yo, el primero.


jueves, 15 de mayo de 2014

The End


Rebeca Saray - Rules don't stop (http://500px.com/rebecasaray)


El extraordinario do de pecho que convirtió a Edith Conant en una celebridad se apagó fulminantemente cuando sonó un disparo en el interior del saloon.

La cantante y sus coristas no consiguieron reprimir los acostumbrados grititos histéricos, al tiempo que los parroquianos botaban asustados de sus asientos y  desenfundaban las armas sin poder evitar el consiguiente derramamiento de licores, naipes y dinero.

Cerca del mostrador, tendido sobre la sucia tarima, yacía el cuerpo de un cazarrecompensas al que todos conocían como Citizen. Un sujeto de oscuro origen y groseros modales, que jamás desveló a nadie su verdadera identidad.

Junto al cadáver, al que observaba con frialdad, Nancy, la hija del Reverendo  Knapp, sostenía un arma humeante.

Batiendo las oscilantes puertas del establecimiento surgió la negra figura de Kid Salieri, el sangriento pistolero que tenía aterrorizado al Condado.

Nancy se volvió hacia él espetándole:

-Kid, creías que no podría hacerlo... ¡¡Ja, ja, ja!!  ¡Afloja ahora mismo esos mil dólares, cretino!

El rostro de Salieri no mudó un milímetro su expresión mientras extraía el Colt y atravesaba con una bala los sesos de la desgraciada ganadora de una apuesta siniestra.

-Lo siento, querida. Pensaba que no eras tan lerda.

Lentamente se encaminó a la barra, en la cual depositó cien dólares.

-¡Whisky para todos, excepto para Edith!

Se giró hacia el escenario, desenfundó de nuevo y el telón de la vida bajó por siempre para la prometedora soprano.

-Que le cante al diablo. Nunca soporté el irritante timbre de su voz, concluyó Kid sonriendo y quitándose el sombrero.