Cada
31 de octubre, cuando al atardecer sellan las puertas de la necrópolis, los
huesos de Paco emergen de la tumba arrastrando los harapos que aún no han sido
devorados por insectos o gusanos, y se lanza a la calle en busca de juerga. La
gente admira su aspecto, confundiéndolo con los demás mequetrefes
caracterizados para Halloween. Incluso hay quien le invita a una cerveza en
cualquier taberna, líquido que acaba chorreando entre los huecos del esqueleto
y formando un charco a sus pies. En más de una ocasión le han concedido el
premio al mejor disfraz, ignorando que en realidad es ese su auténtico aspecto.
Cansado de acarrear su osamenta y aguantar a tanto gilipollas, antes del alba
vuelve a trepar la valla del cementerio y se instala de nuevo en el sepulcro,
esperando que su familia se acuerde, esta vez sí, de honrar su memoria con
algunas flores.
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viernes, 28 de octubre de 2016
lunes, 19 de septiembre de 2016
Las cajas
Claro,
alguno de ustedes se preguntará: «¿A qué santo me vacila una caja de cartón?». Bueno, eso si ha conseguido reponerse del
susto que le habrá producido que un ser como yo le dirija la palabra…
Pero
es que estoy hasta los mismísimos de que el primero que me vea piense: «Mira qué
bien, justo lo que yo necesitaba para guardar unos trastos o para enviar a mi
primo Paco tal o cual gilipollez». Y lo peor no es que lo piense, es que lo
haga. Y nos llenen de porquería las entrañas y después nos lleven de Herodes a
Pilatos o nos almacenen en un polvoriento desván.
Porque,
a ver si se enteran de una vez: que NO somos cajas, que hemos venido aquí a
conquistar su universo, señores. Y que aunque tengamos este aspecto,
superficialmente inofensivo, les garantizo que somos mortíferos; que poseemos y
utilizamos armas de destrucción masiva; que vamos a acabar con todos ustedes,
los humanos, en cuanto recibamos las oportunas órdenes de nuestro Presidente
galáctico en funciones (sí, ustedes no son los únicos, qué le vamos a hacer).
Y
es que ni por asomo se imaginan el enorme daño que las películas de alienígenas
nos han hecho a algunas civilizaciones extraterrestres. Aunque, pensándolo
bien, a lo mejor les han hecho más daño a ustedes, eso el tiempo lo dirá.
viernes, 9 de septiembre de 2016
Sin propósito de enmienda
Fotografía de Umberto Verdoliva
—Padre, confieso que he robado…
—¿Mucho, hijo mío?
—Mucho, mucho, muchísimo, padre
—Y ¿te has arrepentido de ello?
—Claro padre, además fui yo el que
pagó la sustitución de los bancos de la iglesia
—¡Acabáramos! Pues ya has cumplido la penitencia. Yo te
absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo.
—Estupendo. Amén y gracias, padre.
Hasta la legislatura que viene.
sábado, 11 de junio de 2016
Incompatibilidades
He de
confesar que la primera vez que aquello aconteció, nadie en la familia le dio
demasiada importancia; es más, la mayoría nos lo tomamos a guasa. Pero cuando a
las pocas semanas volvió a ocurrir, mi padre empezó a mirar mal a mi madre y
los demás discutimos mientras buscábamos una explicación sensata al extraño suceso.
Ahora estamos intentando acostumbrarnos a que mi hermano pequeño se transforme
en conejo las noches de luna llena. Aunque lo cierto es que cada vez nos resulta
más difícil contener las ganas de atacarlo y merendárnoslo siendo, como somos,
una manada de lobos.
sábado, 5 de marzo de 2016
Suspicacias
El doctor asegura que recuperaré la
memoria; dice que mi amnesia es consecuencia de la conmoción cerebral que sufrí,
y que debo permanecer ingresado hasta que localicen a algún familiar. Pero yo no
creo haber sufrido un percance, porque ni manifiesto otras secuelas ni me duele
nada. Además, resulta francamente sospechosa la actitud de la enfermera, que
ayer, mientras inyectaba algo en el gotero y me enseñaba las bragas, prometió que
aquí voy a hartarme de aprender cosas nuevas.
lunes, 1 de febrero de 2016
Yatedigo
Kevyn, ¿meskuchas oké? Haze rato
kestás aí tókieto, silenzioso, kon kara de panoli y babeando. Joder, mírame,
Kevyn, ke testoy ablando. Soy la Yessi, kolega. Y komo te dezía, keske no
komprendo a los jóvenes doy en día, tío. Kestán hidiotas. Esta tarde han venío
a berme mis nietos y he flipao, chaval. ¿Pero kete passa, nano? Pareze ketayan
dao una sobredosis de pastiyas dessas ke nos merkábamos en las fiestukis kuando
aún no nezesitábamos bastón o siya de ruedas pa desplazarnos, kolega. Pues eso,
kean venío mis nietos a felizitarme el año. ¿A ke no sabes ké nombres les puso
mi hija? Aluzina: José Vizente, Amparo y Agustín. Agustín se kedaría ella, la
muy jilipollas. ¿Se pué ser más konvenzional e idiota? A la pobre Vanessa ya la
notaba yo zierto retraso de pekeña, pero kuando krezió se le azentuó mucho,
joder. Valla nombres de mierda. Los kríos lan salío a ella, mekago en el kopón
de la baraja. ¿Pues no les da por la mússika klásika y la poesía? ¿Serán memos?
El pekeño, el Agustín, kestá medio bizko, se ha puesto a tokar kon el violín
una de Mozar en desafinao mallor. Y lo peor eske en lugar de mearme de la risa he
tenío ke kontenerme y kaplaudir pa no erir su autohestima. La Amparito, más
kursi kel unikornio de la Barbi, ma rezitao de memoria unas rimas de Beker, la
madrekelaparió. Ni de Bukoski eran los poemas, kon lo ke sabe su madre keamí me
mola ese borrachuzo. Y yo ayí, poniendo mallormente kara de felizidá mientras
me daban ganas denviarla a kagar bajo de un pino. ¿Pero ké koño aze esa jente en
el kole, tronko? Yo makuerdo de nuestra époka, nos eskakeábamos a todaora pazernos
unos porritos, ponernos tatus y pirsings, bailar en el parke bachata y reguetón
con la músika del móbil y edukarnos en el sekso. A estos pabos lesadao por estudiar,
komo si fueran luego a ser ministros o direktores de algo, kon lo achuchá kestá
la puta bida. Y no te pierdas lo del tontolaba del Josevi, ké fuerte tío, ma
largao ke kiere azer la karrera de ade, un noséké de empresas y la poya en binagre.
Lee dicho kadelante, por no pegarle un ostión ayí en medio de tós nuestros
kompis, tete. A muerto dambre es a lo ke va a aspirar esestirao, kes komo su
padre, un másmemerezkoyó, un pijo de kuidao, yatedigo. En lugar de pasta pa las
estrenas les he endiñao unos bales deskuento del Burgerkin ke metío en unos
sobres; kuando los abran en su kassa se van a jiñar de la rabia.
Kevyn, testás poniendo muy pálido,
kolega. Kevyn, ¿vas de kachondeo? No me gastes bromas, ke tengo la mecha korta
y me konozko. Tío, ¿ké te passa?
—¡Enfermera! ¡Enfermera! ¡Ke me
pareze kel Kevyn no respira! Joder, agan algo, leche. Kon la ilusión ke tenía
él de yegar al 2080…
domingo, 1 de noviembre de 2015
Rutina
Imagen de Daniele Gay (Italia) - http://d4n13l3.deviantart.com/
A la hora
programada, se conectó el vídeo-despertador y se interrumpió el funcionamiento
de las alarmas internas y externas. En techo y paredes se sucedían relajantes imágenes
de una playa paradisíaca en ultra-plus-resolution.
Mientras, de fondo, procedente del equipo con sonido envolvente 6-D y a un
volumen que crecía de forma progresiva, sonaba una bellísima sinfonía de Bach. La
parte superior de la cama se incorporó con suavidad hasta alcanzar el ángulo
previsto de 22,5 grados y las persianas comenzaron a ascender, en completo silencio,
a una velocidad constante de ocho centímetros por minuto. En la cocina, el
androide puso en marcha la cafetera y la tostadora. El generador instalado en
el garaje empezó a suministrar energía eléctrica al vehículo mega-inteligente allí
estacionado. Cuando Luis entró al baño emitió una orden verbal y la ducha
comenzó a suministrar agua a 30,2 grados centígrados; ni una décima más, ni una
menos.
Tras su
aseo personal, se introdujo en la cabina de diagnóstico para obtener un informe
de sus constantes vitales, contaminación radiactiva incluida. Se vistió,
chequeó el informe, desayunó, consultó la previsión meteorológica exacta para
las siguientes seis horas, reprogramó el robot y los electrodomésticos y subió
al autoplaneador, deseándose más suerte que los últimos cuatrocientos treinta y
seis días. Aunque en todos los medios el Gobierno aseguraba por enésima vez que
la tasa de paro seguía reduciéndose a un ritmo trepidante, la realidad es que él
no había recibido ni una sola oferta de trabajo desde que se firmó un E.R.E. y
perdió su puesto de ingeniero en Domotics
Enterprise. A ver si hoy, por lo menos, en la Oficina de Empleo la cola no
era tan larga como de costumbre.
NOTA: Este relato está incluido y forma parte de la revista
VALENCIA ESCRIBE de Noviembre-2015, disponible en
viernes, 30 de octubre de 2015
El cazador del cuento
A ese personaje secundario, al que
según la leyenda la malvada madrastra encargó que matase a Blancanieves y le
llevase su corazón en un cofrecillo como prueba del crimen, mucha gente ha
llegado a santificarlo. Pero no. Ya está bien. Es hora de contar la verdad, de
acabar con los fraudulentos mitos de los cuentos infantiles. Ese tipo era un
auténtico granuja, un psicópata, además de un incompetente supino.
Lo que sucedió en realidad es que
Blancanieves no era tan palurda como la pintan, y se olió la tostada. Sabía que
aquel malcarado individuo, con barba de varios días y una pestuza a sudor que
no se podía aguantar, no le acompañaba precisamente para coger florecillas
silvestres. Que lo más probable era que tramase violarla, venderla como esclava
sexual, matarla y vender sus órganos (todos menos el corazón, pero eso ella no
lo sospechaba). Como consecuencia, en un momento dado la princesa le despistó
diciendo que a través de la espesura del bosque acababa de ver un jabalí; el
idiota se lo tragó y fue a buscarlo. Hay que tener en cuenta que en aquella
época, en la que aún no existía la Organización Mundial de la Salud, un jabalí
era un jabalí y el hombre, que iba de sobrado por el encargo que le había hecho
la reina, sin saber que había sido elegido por descarte, casi, casi como plan
Z, pensó que podía cazar al puerco y luego beneficiarse a la doncella. Pero
cuando volvió, ésta ya había desaparecido.
El muy inútil tuvo sin embargo la
enorme suerte de que pasara por allí, en ese momento, el octavo enano, el enano
pedante, un capullo insufrible que como de costumbre se había escaqueado de su
trabajo en la mina y empezó a vacilar con supuestos conocimientos cinegéticos. Mientras
el enano soltaba el rollo, el cazador sacó un puñal y le rebanó el pescuezo.
Luego extrajo su corazón y se lo llevó a la reina, asegurando que era el de
Blancanieves.
lunes, 12 de octubre de 2015
God bless Argamasilla
Ayer soñé que despertaba en una
lujosa habitación. Llevaba puesto un pijama que ya había visto antes en el
Carrefour, fabricado en China con una tela imitación de seda, repleta de barras
y estrellas. Al incorporarme debieron activarse unos sensores de movimiento porque sonaron unos pitidos y de súbito apareció un tipo engominado que decía ser mi ayuda de cámara, informándome
de que enseguida me servirían el desayuno porque en menos de una hora debía
embarcar en el Air Force One para
desplazarme a un país árabe, para abordar en una cumbre no sé qué crisis
internacional. El individuo aquel, que era negro como yo (¡jcoño, no era grasa!),
no quiso creer que había un error, que yo no era el puñetero presidente de los
Estados Unidos de América, que sólo era Pepe Sánchez, uno de los operarios del
taller de mecánica, chapa y pintura “NIKELAO”, en Argamasilla del Ebro. El tío
plasta empezó a meterme prisa; que si tiene que desayunar, que si tiene que
asearse, que si ha de vestirse y revisar unos papeles. Un tocapelotas de
primera. Bañado todo con un café deprimente, tuve que zamparme a contrarreloj el
beicon, los huevos y las tortitas untadas de una horrible manteca de cacahuete
que no debe gustar ni a los monos más hambrientos. Ya en el baño, vi que había
adelgazado unos cuarenta kilos, pero no acababa de gustarme ese nuevo aspecto.
Sí, probablemente era más joven y atractivo que antes, pero es que yo nunca le hecho
asco a mis michelines ni a mi papada, que lo mío me ha costado conseguirlos y
bien que le gustan a mi Manola. Una vez limpio y perfumado, el auxiliar, que
por lo visto se llamaba H. Murray (por lo menos eso ponía en la placa que
llevaba sobre el pecho), me dio a elegir entre un traje gris o uno negro. Lo
prefiero blanco, le dije, más que nada por joder y para resarcirme de lo de la
manteca de cacahuete. Eso es imposible, dijo Murray. Puse cara de mala leche y
dije pues que sea blanco y además smoking y con pajarita, me cago en tus
muertos. Lo dije por joder y por la manteca, pero también porque en mi vida me he puesto un
smoking y mira por donde, en ese momento me apetecía, la verdad. Murray se
arrodilló delante de mí y se puso pálido, comenzó a sollozar y a implorarme que
no insistiera, que ese no era el atuendo que el protocolo exigía. Pues me cago
en tus muertos y además en ese maldito protocolo. El ayuda de cámara
desenfundó un walkie talkie y dijo algo así como Defcon 4, el presidente se ha
vuelto loco. Entraron dos gorilas con gafas oscuras, a los que parecía les iban
a reventar las chaquetas por usar dos tallas menos. Me inmovilizaron asiéndome cada
uno de un brazo y a través de sus interfonos me pareció que solicitaban
instrucciones. A los pocos segundos surgió a través de la puerta un pitecantropus erectus vestido de militar
y lleno de galones, insignias y condecoraciones. Tenía pinta de no haber
acabado la enseñanza básica obligatoria y además bizqueaba. Señor presidente,
me dijo, al gobierno le gustaría que colaborase y no complicara más las cosas,
sé que se siente nervioso porque estamos al borde de la tercera guerra mundial,
pero su actitud no ayuda para nada. Tómese esta pastillita, si es tan amable.
La pastilla se la va a tomar tu puta madre, contesté. Entonces, no sé quién ni
cómo, me inyectó alguna droga, dejándome inconsciente en el acto.
Me volví a despertar, pero esta vez
iba en un avión, vestido con un traje oscuro y medio agilipollado. Como si me
hubiese soplado una botella de aguardiente. Casi todo me daba vueltas. Enfrente
tenía a un gafapasta sosteniendo una ristra de papeles. Tiene que leerse este
informe en solo veinte minutos, señor presidente. Mira, chico, ahora no tengo
el cuerpo para lecturas, cuéntamelo rápido y abreviando. El chaval
empezó diciendo no se qué de Chechenia, algo sobre Rusia y Afganistán y nombró
a Corea del Norte. Pero no me quedé con la copla de nada, la explicación fue
demasiado rápida y me encontraba muy aturdido. En su discurso, lo que usted
debe hacer es apoyar las acciones de nuestros aliados, ¿comprende? Y explicar
que Estados Unidos jamás firmará pactos de desarme con ninguna potencia
virtualmente peligrosa. Oye, chico, pareces espabilado, pero te han comido el
tarro, ¿no? ¿A qué se refiere, señor? Pues que, cojones, toda la gente en todas
partes quiere la paz y lo único que hacemos continuamente los políticos es tocarles
los huevos. En ese discurso lo único que voy a proponer es formar una mesa
mundial por la paz, a la que estarán invitados los aliados y los no aliados,
los potencialmente peligrosos y los realmente peligrosos, como nosotros. Voy a
proponer que el dineral que entre todos nos gastamos en defensa y armamento se
emplee en montar empresas decentes en países deprimidos, en llevar agua y
comida donde la necesitan y ¿por qué no? en intentar salvar este planeta de
toda la mierda que le estamos soltando. Pero señor, ¡no puede hacer eso! ¡Estará
traicionando a su país! ¡Pues que se joda mi país! Es lo que me apetece, eso y
volver a Argamasilla del Ebro con mi santa esposa. ¿Argamasilla? ¿Usted es de
Argamasilla del Ebro? ¿Conoce a la Felisa, de la familia de los Cariocos? ¿Pues
no la voy a conocer, desgraciao? ¡Si
es mi prima, recontraconjones! Soy José Sánchez, el mecánico. ¡Madre mía, qué
casualidad! ¡Si es usted mi tío Pepe! Algo aún recuerdo, que yo era muy chico
entonces. Pues yo soy Eustaquio, sobrino de la Felisa, el hijo de su hermano
Florencio. ¡Acabáramos, Eustaquín! Pues no hace años que tu padre se piró a
América… ¿Y qué cuernos haces tú aquí, asesorando al presidente? Pues mire, que
mi padre se hizo íntimo amigo de un concejal de Chicago, que a su vez es como
si fuera hermano del Presidente, y aquí que me enchufaron. ¡Qué suerte tienes, Eustaquín,
bandido! ¿Y usted qué hace aquí, con esa pinta y tan lejos del pueblo? Pues ¿qué
voy a hacer, hijo? Que estoy soñando y mira por donde me ha dado por imaginarme
que soy el presidente de los yanquis y me encuentro contigo en este avión tan
majo. ¡Hombre, pues haberlo dicho usted antes! Mire, tío, yo lo que no quiero
es amargarle el sueño, diga en la conferencia lo que se le antoje, faltaría
más. Aunque no le extrañe que cuando acabe la cumbre sea usted víctima de un
atentado, ya puede imaginar cómo se gastan aquí según qué cosas... Mira,
Eustaquín, que se lo tomen como quieran, tú ahora la boca cerrada para que no
entren moscas. Una vez que tengo la oportunidad de arreglar el mundo aunque sea
de mentiras, no la voy a desaprovechar. Pues mucha suerte tío, y si vuelve por
aquí alguna vez, no deje de visitarme. Y por favor, cuando esté de vuelta dé
recuerdos a la tía Felisa y al resto de la familia. Lo haré, muchacho, lo haré.
Oye, ahora a ver, ¿dónde están los servicios?, es que me estoy meando encima…
lunes, 27 de julio de 2015
Tarifas
Sonríe con ternura y luego le
espeta:
—¿Eres el tipo que ha preguntado a
mi compañera cuánto pido por tener sexo, tras asegurarle que mis tetas
convalidarían una carrera universitaria y dos máster?
—Afirmativo, muñeca. Puedes
llamarme Rick —contesta alegremente el calvo baboso con ojos de batracio.
La camarera coge su bandeja y le
asesta un golpe plano y seco en el cráneo. El sapo empieza a sangrar.
—Ese
es el precio por preguntar. Ni te imaginas mi tarifa por acostarme contigo,
cariño.
domingo, 12 de julio de 2015
¿Sabe usted?
¿Dónde dice usted que vamos? ¿Al
Hilton? ¡Ah! Buen hotel debe ser ese, sí señor. No crea, que aunque soy de
Carabanchel y vivo allí, a mí lo que de verdad me habría gustado es ser
italiano y cantante de ópera, ¿sabe usted? Pero no un cantante cualquiera, un
tenor famoso, claro que sí. Tendría una villa en Capri y cuando no estuviera
viajando de aquí para allá en mi jet, dando recitales e interpretando a Verdi,
Rossini o Puccini (a mí es que los franceses y alemanes no me gustan, ¿sabe
usted?), me recluiría en mi mansión recibiendo amigos y practicando submarinismo
en una cala privada. Porque todo el mundo asegura que tengo una voz prodigiosa,
fíjese que hasta Puri, mi mujer, lo dice, aunque me haya prohibido cantar en
el taxi. Según ella, si me pilla un municipal entonando un do de pecho podría empapelarme
con una multa de órdago. Yo he repasado mil veces el código de circulación y no
he encontrado ningún artículo que lo ponga. Un día le he de preguntar a un
agente, a ver qué me cuenta. De todas formas la parienta es muy
estricta, y si se entera de que mezclo obligación y devoción es ella la que me
canta, pero las cuarenta en bastos, ¿sabe usted? Por eso me tengo que conformar
con escuchar cedés para repasar y aprenderme los solos más famosos de la lírica italiana. Igual no se lo cree usted, pero ya he memorizado por lo
menos siete arias. ¡Ah! ¡Qué lástima no ser italiano ni saber solfeo! Pero de
oído interpreto bien, se lo juro. Imagínese un cartel en la Scala de Milán o
en la Ópera de París: «Tosca. Con Renée Fleming y Luigi Marrone». Primero,
porque la Fleming además de cantar como los ángeles, es guapa, la condenada. Le
tiene un parecido a mi Puri, tanto que a veces le gasto bromas diciéndole
«venga, Renée, vamos a cantar un dueto», pero solo consigo que se mosquee conmigo
y me mande a freír espárragos, ¿sabe usted? Y luego, lo de Luigi Marrone es
porque yo me llamo Luis Castaño y en italiano Luis es Luigi y Castaño, Marrone,
¿a que ahora sí que lo entiende? Natural. Pues eso, imagínese a la Fleming y al
Marrone (un servidor) allí en el escenario, atacando esas excepcionales piezas
de Puccini. Éxito aclamador. Diez tandas de aplausos. Las mejores críticas. Ramos de rosas a punta de
pala. Entrevistas para todas las televisiones nacionales e internacionales. Una
locura. El despiporren. Últimamente mis hijos insisten en que estoy obsesionado
con esta «manía» (como lo llaman ellos), que me apunte al coro de la parroquia
o vaya a un psicólogo antes de que me vuelva majareta del todo; pero yo les
digo que me dejen en paz, que soñar es gratis y no hago daño a nadie. De
momento ningún vecino se ha quejado porque ensaye en casa, pues será porque no
lo hago tan mal ¿no cree usted? Yo les contesto que los únicos que necesitan un médico son ellos, que sí están pero que muy emparrados con el teléfono
móvil, el feisbuk, el tuiter y todas esas pamplinas de ahora, ¿sabe usted? Que
se dediquen a estudiar y no me den el coñazo. Y es que uno no tiene la culpa de
haber nacido en el lugar equivocado, a ver si hay suerte y es verdad eso de la
reencarnación y la próxima vez aparezco en el Piamonte, en Lombardía o en el
Véneto. Por cierto, ¿dónde me ha dicho usted que vamos? Ah, sí, al Hilton.
Perdone, es que se me ha ido el santo al cielo, estaba pensando en que me
habría gustado ser italiano y cantante de ópera, ¿sabe usted?
viernes, 10 de julio de 2015
Disfraces
Sheep's clothing - Steffi Au (Alemania) http://gloeckchen.deviantart.com/
La oveja se disfrazó de loba y el
lobo de cordero. Su cita a ciegas no pudo comenzar mejor, se enamoraron a
primera vista.
miércoles, 8 de julio de 2015
MANUAL DEL BUEN MAFIOSO: Cobrar las deudas
Mafia - Thierry (Francia) http://seandelpack.deviantart.com/
Entre otras cosas, ya explicamos en
un anterior capítulo cómo realizar un eficaz análisis coste-beneficio que nos
ayude a decidir si podemos prestar dinero a alguien. Ahora intentaremos saber
cómo cobrar a los morosillos que irremediablemente se cruzarán en
nuestro camino. Aunque parece de Perogrullo, la verdad es que antes de liquidar
a un deudor engorroso, deberíamos procurar por todos los medios a nuestro
alcance recuperar esa inversión, o la mayor parte de la misma.
Nos sorprendería conocer la
cantidad de gente retrasada que sigue empleando el inútil método de la amenaza
o el ultimátum («o pagas o te mato»). Este procedimiento está caduco; lo único
que consigues es que el tipo ponga pies en polvorosa, huya a la otra punta del
mundo, cambie su identidad, se haga la cirugía y no vuelvas a verle el pelo durante
el resto de tu existencia.
Sería largo y fatigoso detallar todos
los sistemas que a lo largo de la historia de la Cosa Nostra se han venido utilizando
para resolver el problema. En este manual solo nos centraremos en describir, lo
más esquemáticamente posible, la fórmula que mejores resultados depara en la
práctica a tenor de las comprobaciones empíricas y encuestas realizadas en
nuestro ámbito. Un método que no tiene una denominación específica, pero al que
apetece bautizar como el «método civilizado».
Bien, ya insistimos hasta la
saciedad en el apartado dedicado a la usura que a los acreditados hay que
tenerlos localizados permanentemente; volvemos a incidir ahora en la necesidad
de disponer de una ficha completa, no solo con sus datos (teléfonos,
direcciones, costumbres, descripción física y fotografías), sino también con
los de sus familiares y conocidos. Porque lo primero que hará un moroso es
intentar esconderse y no contestar a nuestras llamadas. Por eso la información
es esencial. Imprescindible. Nuestras fichas son como las redes de los
pescadores: sin red, olvídate de las sardinas, muchacho.
Empleando dicha información, antes
o después, con la colaboración más o menos amistosa de ciertos contactos,
conseguiremos comunicarnos con el moroso. En esa primera aproximación es
fundamental que le presentemos nuestros respetos y preguntemos por su familia,
en un tono que en absoluto pueda interpretarse conminatorio. Pasaremos luego a
recordarles con sumo tacto la obligación que tienen de devolvernos lo que es
nuestro, con los intereses correspondientes, señalando siempre que nos ponemos
en su lugar y comprendemos la dificultad que supone reunir en un corto plazo toda
esa pasta. Intentaremos persuadirle de que hemos elaborado un calendario
especial de pagos que puede satisfacer a ambas partes, pero que ello exige una
reunión para sellar por escrito los pactos que alcancemos. Evitemos las manidas
frases cinematográficas «es una oferta que no podrás rechazar» y otras por el
estilo, que solo contribuirían a menoscabar la confianza de nuestro cliente y
abortar ese fundamental encuentro. Invítale a que acuda con un amigo si así lo
prefiere. Algunos de estos morosos son extremadamente suspicaces y prefieren ir
siempre acompañados. Adviértele que en lugar de armas lleve una tarta de
manzana, que será una conferencia amistosa regada con unos cuantos whiskies de
malta. Una vez convencido, dile que le enviarás un taxi a su casa la noche
siguiente, pues tus numerosos compromisos te impiden arrebatar otros momentos
al día para ese tipo de asuntos.
Hasta aquí hemos tratado la
vertiente psicológica, la primera parte de un sistema que, según los estudios
realizados, se ha mostrado provechoso en el 83 por cien de las oportunidades.
Ahora pasemos al plan en sí.
El taxi ha de ser puntual. Si un
adelanto sobre el horario acordado podría interpretarse como una señal de flaqueza
por nuestra parte, cualquier innecesario retraso inquietaría al deudor, tentándole
a desaparecer transcurridos varios minutos. Es imprescindible que sea un taxi
auténtico, pero el conductor no debe ser italoamericano para no levantar
sospechas. Es importante que, en sitios visibles, figuren una estampa de San
Sebastián, una cinta ancha en la que se pueda leer «Arrepiéntete de tus
pecados» y si es posible, también el símbolo universal de paz y amor. Este
atrezo es variable, pero, en cualquier caso, su conjunto ha de sugerir
emociones adversas, de forma que el pasajero emplee el trayecto en meditar
sobre su pasado pero, ante todo, sobre su futuro.
El taxi se detendrá a las afueras
de la ciudad, en un local industrial abandonado en cuyo exterior solo será
visible un anticuado y polvoriento vehículo particular. En el interior, bajo la
iluminación de una débil bombilla, estarás tú esperando, sentado ante una
miserable mesa y dos destartaladas sillas: una para el moroso y otra para el
posible acompañante. No sería aconsejable que experimenten comodidad durante la
entrevista. Sobre la mesa, unos papeles, una pluma, una botella de bourbon y
tres vasos. A tu lado, un hombre de confianza, de dimensiones extraordinarias, que saldrá hasta
la entrada para verificar que el visitante no haya cometido la imprudencia de
acudir armado. Una vez permitido el acceso, te levantarás saludándole y pidiéndole
disculpas por recibirle en un lugar tan apartado y poco acogedor; cualquier
excusa es válida (están reformando tu despacho, por ejemplo). Le invitarás a
sentarse y le servirás un trago. Si trae la tarta de manzana u otros dulces, no
tengas reparos en dar buena cuenta de ellos. Ni ese tipo ni nadie en sus
cabales osaría ofrecerte algo envenenado si pretende salir con vida de la reunión.
Acto seguido, vuelve a interesarte
por el estado de salud de sus familiares más cercanos, llamándolos por el
nombre de pila aunque no sepas la cara que tienen. Intenta intercalar
pormenores de la información disponible (a qué colegio van sus hijos, en qué
empresa trabaja su hermano…) para que el moroso tome conciencia de que le
tienes cogido por los huevos, de que si no paga algún ser querido podría salir
perjudicado de una forma u otra. Después le explicas que los negocios son los
negocios, que tú también tuviste contratiempos en el pasado pero con buena
voluntad y cierta dosis de iniciativa los superaste para llegar hasta donde
ahora estás. Intenta que ese hombre no abra demasiado la boca, no te va a
interesar nada de lo que diga; sin capacidad económica, su táctica se limitará
a ablandarte el corazón en la medida que su labia se lo permita. Exponle que has
reconsiderado el calendario de pagos que le comentabas y que deberá apoquinar
antes de una semana. En ese instante pueden ocurrir dos cosas, el tipo es un blandengue
y se pone a llorar como una patética nenaza, o se levanta irascible y comienza
a gritar. Independientemente de cuál sea su reacción, de las sombras han de
aparecer en ese instante unos colegas que lo sujeten tanto a él como a su
acompañante (si es el caso). Le das a elegir entre una oreja y el dedo meñique
de una mano, aunque te adelanto que el 98 por cien prefiere conservar su pabellón auricular. Dile que es un peaje que ha de pagar por haber vulnerado
las reglas de un contrato verbal e insiste en que, bajo tu opinión, es un peaje
demasiado barato, tal vez ridículo.
Ten a mano un médico que cauterice y
cure «in situ» las heridas producidas, no conviene que nadie salga más dañado
de lo necesario. Considera que se trata solo de una admonición, no de un
auténtico castigo. Sírvele otra copa, ofrécele su dedo en un frasco de formol y
luego devuélvelo en el taxi a su casa, pero adviértele con amabilidad antes de
irse de que el dinero, contante y sonante, debe obrar en tu poder antes de una
semana. Evita amenazas innecesarias, a menos que ese individuo sea un tarado de
remate habrá entendido hasta dónde eres capaz de llegar y seguro que sus
conclusiones no le gustan nada de nada.
Como decía, este método es altamente
efectivo. Lo garantizo. De hecho, tengo un taxi abajo esperando para
llevarme a la guarida de Carlo Falconeti. ¡Malditas apuestas! Creo que le gustarán las napolitanas de crema. Espero esta vez poder contener el llanto y, como ya no me quedan meñiques en las manos, elegiré
la oreja izquierda, es mi perfil malo.
viernes, 3 de julio de 2015
Todos menos uno
Get away - Deonta Wheeler (EUA) http://dmaabsta.deviantart.com/
Aquella
gente estaba al borde de una crisis cardíaca. Faltaban cinco minutos y no aparecía.
Llamaban a su móvil y no había respuesta. ¿Y si no acudía? ¿Qué hacer? ¿Cómo solventar
el trance? Impacientes, confusos, preocupados, intercambiaban miradas
inquisitivas en medio de un silencio sobrecogedor. Cuando comenzaron a sonar
las seis, se abrió la puerta y entró con un maletín gris en su mano. Todos, menos
uno, sonrieron aliviados; el verdugo llegó puntual.
martes, 23 de junio de 2015
Encuentro en La Cuarta Fase
Voy a ser
sincero:
entré en
aquel bar de pijos
que se
llamaba La Cuarta Fase
por una
razón muy sencilla
Me estaba
meando encima
necesitaba orinar
y rápido
Por eso
pedí un café
y corrí a
aliviarme al baño
Cuando
regresé
solo había
un sitio libre
así es que
pagué la consumición
y me instalé
allí
En la mesa
de al lado otro cliente
uno con
pinta de enteradillo
con el pelo
engominado
un piluco
de tres kilos de peso
gafas de
sol de marca
y traje
gris marengo
parloteaba por
su iphone
como un perfecto
imbécil
Que si el
índice Nikkei
que si el
PIB de Rusia
que si una
OPA del Desdner Bank
que si el
LIBOR de los cojones
Total gilipolleces
de esas
gracias a
las cuales
unos pocos incrementan
sus riquezas
y la
mayoría nos hundimos más en la miseria
Cuando
estaba diciendo algo
acerca de
comprar un millón de acciones
de no sé
qué sociedad luxemburguesa
al tío se
le muere el teléfono
debía estar
hasta los cátodos
de aquel
impresentable
El tío se
gira y me pregunta
si llevo
una batería externa
Como le contesto
que no
hace un
respingo
propone
comprarme el móvil
Si tiene
suficiente energía
te doy mil
euros tío
pago al contado
me dice en
plan arrogante
Es una
oferta tentadora
pero ese
individuo me cae mal
rematadamente
mal
muchísimo
más que mal
Le abriría el
cráneo gratis
antes que prestarle
un kleenex usado
Así es que
me pongo serio
en plan
interesante
y le digo
que no
que lo
siento pero no
que estoy
esperando una llamada
muy importante
de las Bahamas
(que no sé dónde
carajo están)
Una llamada
trascendental
para el
futuro le digo
de la
humanidad en este planeta
Porque y
ahora le ruego que sea discreto
la hora de
la invasión extraterrestre ha llegado
martes, 16 de junio de 2015
Abducción
A little bit of Orange - Adrian D. (Polonia) http://rekokros.deviantart.com/
He de reconocer que aquellos seres,
a simple vista y pese a utilizar un lenguaje incomprensible, tenían un aspecto
ligeramente inteligente. La nave que utilizaron para abducirme era algo cutre,
presentaba varias abolladuras en su chasis y el interior exhibía zonas
oxidadas; su equipamiento, además, parecía anticuado en comparación con la
tecnología a la que estamos acostumbrados. No dejaban de parlotear entre ellos
en un volumen demasiado alto, molesto, utilizando inflexiones tanto graves como
agudas. Me amarraron a una mesa para proceder a examinarme de arriba abajo,
haciendo uso de unos vetustos escáneres. Intentaron que ingiriese unos líquidos
desagradables, que escupí nada más probarlos. Luego me ofrecieron unas
sospechosas viandas de extraños olores y colores, que también me negué a
deglutir. A continuación inyectaron algún producto en mi cuerpo, que primero me
provocó unas intensas náuseas y luego el desvanecimiento. Durante el mismo soñé
contigo, mi amor, los dos paseando juntos por un extenso prado azul bajo un
precioso cielo anaranjado. Y justo en el momento en el que te iba a besar, un
estrépito me despertó. Eran nuestros congéneres, que llegaban para rescatarme.
¡Malditos terrícolas! ¿Qué les hemos hecho nosotros para que vengan a fastidiarnos?
lunes, 12 de enero de 2015
Nananá Naná Nanananá...
Quiso imaginar
que por fin hoy Antonia se enrollaría, se lo debía después de aquellos meses de
abstinencia obligada por sus sucesivas dolencias. Que si un lumbago, que si una
otitis, que si una migraña recurrente… El caso es que Felipe estaba a dos velas desde que regresaron de la
playa al finalizar el verano.
Desbocado,
acudían a menudo a su mente las apasionadas escenas de Nueve semanas y media. Aquella de Basinger tras una persiana veneciana
protagonizando un sugerente striptease a contraluz al son del excepcional You can keep your hat on de Joe Cocker,
o esa otra en la que la pareja hace el amor desenfrenadamente en las escaleras
del metro mientras diluvia sobre sus cuerpos. Pero su preferida, la que
intentaría rememorar esa noche después de calentar motores con una peli porno
que había alquilado en el video-club: la de Rourke lamiendo a una Kim tumbada
en el suelo de la cocina, después de untarla con miel y fresas. Cierto es que
solo disponía de ciruelas pasas y leche condensada, pero siempre opinó que el
fin justifica los medios.
De
repente, una voz proveniente del salón interrumpió su ensimismamiento:
-
¡Felipe, que la tele se ha escoñao!
jueves, 4 de diciembre de 2014
Don Federico
Garbage Party - Eevee164 (Australia) http://eevee164.deviantart.com/
En el pueblo
me temen. Saben que, a pesar de ser forastero, les conozco demasiado bien. Y
aunque algunos pongan cara de asco cuando me ven, siempre saludan con respeto, llamándome
don Federico. Porque, además, son
conscientes de que tomo o podría tomar decisiones que les atañen, alegrando o
amargando sus vidas a mi antojo.
En casa
guardo decenas de libretas en las que desde hace años registro cada una de las
debilidades de todos esos sujetos que tengo por vecinos. A veces me resulta
difícil descifrar, en familias con varios miembros, a quién corresponde cada
residuo. Pero la minuciosa inspección de sus basuras siempre aporta datos
nuevos y sugerentes. Sí, han leído bien, no hay nada que informe más sobre la
naturaleza de las personas que su propia basura. ¿Nunca se han detenido a
pensarlo? Y la información, ya lo dicen, es poder.
Esta tarea
es ardua, no crean, se necesita estómago. Pero yo lo tengo y he empleado cientos
de horas en examinar concienzudamente en mi laboratorio particular el contenido
de incontables bolsas de basura, que rescato de los contenedores instantes
después de que sus portadores se deshagan de ellas.
A estas
alturas tengo disponibles una lista blanca, una roja y otra negra. La primera
la conforma toda esa gente gris con desperdicios ordinarios, gente con escasa perspectiva,
que se dedica a ver pasar una anodina vida por delante de sus narices sin hacer
nada por mejorar. Es la lista más amplia, evidentemente; no en vano este es un pequeño
pueblo en medio de la nada en el que predominan asalariados, parados y
jubilados. Este colectivo, personalmente, me trae al pairo: carece de prestigio
e interés, es a todas luces prescindible.
En la lista
roja incluyo a esas personas algunas de cuyas inmundicias revelan un intento
por escapar de la sórdida vulgaridad que caracteriza a los anteriores. A veces
es difícil valorar si las muestras de esa huida de la rutina hacia una eventual
felicidad, son suficientes o no. Porque en este grupo se suelen colar impostores:
individuos que llevan existencias interesantes, pero desean pasar inadvertidos.
Eso supone un esfuerzo adicional, un análisis empírico más detallado que obliga
a revisar durante sucesivas madrugadas todos y cada uno de sus desechos.
Y después
queda la lista negra. Personas que aunque no siempre lo aparenten, cuentan con
algún tipo de influencia económica que se refleja cada día, de forma
cristalina, en las sobras de las que se desprenden. Clasifico también en este
apartado a aquellos que, a tenor de mi investigación, debo considerar
peligrosos o desequilibrados. Gente con la que tendría que andar con mucho
cuidado si no fuese por la sensible información de la que dispongo, cuya
difusión les hundiría en la miseria.
La basura
habla y les aseguro que habla a gritos. Es increíble que nadie antes se hubiese
dado cuenta de ello. ¡Y más increíble que haya tenido que ser yo precisamente, el
director de un banco!
domingo, 16 de noviembre de 2014
Ensalada de tiros
Mientras el
sargento examinaba el cadáver tendido sobre la lujosa moqueta del Bocatto di Cardinale, Granger introducía
un índice en los spaghetti alla putanesca
y se lo llevaba a la boca.
- Inspector,
tiene toda la pinta del típico ajuste de cuentas entre familias rivales. El cuerpo
de Cotugno ha sido acribillado. Subfusiles Thompson, probablemente.
- Novak, me
importa un comino el asesinato. Para auténtico crimen, el que a esta salsa no
le hayan añadido alcaparras. ¡Es un restaurante de cinco tenedores, por el amor
de Dios! Detenga al chef y léale sus
derechos.
lunes, 13 de octubre de 2014
Cosas que no te enseñan en la escuela: Piratas
Fighting pirate - Knut Haberkant https://500px.com/KHPhoto
Sucedió hace
siglos, a varias millas de las costas holandesas. A bordo de la goleta británica
Seacat, comandada por Walter Lizard.
Este capitán siempre tuvo ganada fama de cobarde y pusilánime entre sus subordinados.
De hecho, nadie supo nunca cómo pudo alcanzar los galones, pues cualquier
marejadilla de tres al cuarto le producía náuseas y en lugar de beber ron, como
los piratas que se precian, el higiénico del barco le administraba constantemente
infusiones destinadas a reparar su tránsito intestinal. Cuando no permanecía
indispuesto, en cuyo caso un oficial o contramaestre se hacían cargo de la
navegación, el hombre se paseaba por cubierta
-arriba y abajo- con un loro llamado Oliver posado sobre su hombro
izquierdo. El pajarraco disfrutaba retransmitiendo a los marineros las órdenes
de su amo. Si, por ejemplo, Lizard decía “¡arriad las velas!”, el plumífero
repetía “¡arriad las velas!” y los hombres se ponían a ello. Si proponía “¡ceñir
por la amura de estribor!”, Oliver reiteraba las instrucciones y enseguida se
cumplía lo ordenado. La tripulación se había acostumbrado tanto a la voz del
loro, mucho más autoritaria que la del capitán, que hasta que el ave no emitía
su propia advertencia no comenzaba a trastear con los aparejos.
Pues bien,
según relatan las crónicas, en la mañana del 13 de Julio del año del Señor de
1689, John Spencer, vigía del Seacat,
avistó en el Mar del Norte una fragata flamenca. El capitán, aterrado, dio la
orden de desplegar velas y virar a sotavento en una maniobra tendente a huir,
con fuerza de popa, de aquella amenazante nave, más voluminosa y dotada de un armamento
mucho más poderoso. Pero el loro, descontento con el canguelo de Lizard, le
sacó un ojo de un picotazo; tras volar brevemente y situarse en el puente de
mando, gritó: “¡Izad las velas y virar a barlovento! ¡Artilleros, a los
cañones! ¡Listos para el abordaje!”
Habría sido
una victoria épica, y más tratándose de la primera y única incursión de la
historia dirigida por un ave psitaciforme, si no hubiese sido porque en el vetusto
y destartalado navío holandés solo viajaban ocho personas que se rindieron sin
paliativos. Ocho hombres cuya misión era conducir el inútil barco mar adentro, para
hundirlo en agua de nadie y regresar luego sobre una barcaza.
Lo que
poca gente sabe es que, tras difundirse entre los corsarios esta anécdota, la
mayoría comenzó a lucir –como hizo Walter Lizard el resto de su vida- un parche
en el ojo izquierdo. No porque (como él) estuviesen tuertos, sino para prevenir
posibles ataques de sus mascotas, con las que a partir de entonces se les veía cuchichear
muy a menudo, tratando de consensuar las órdenes antes de impartirlas.
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