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sábado, 2 de mayo de 2015

JAZZESINATO


Advertencia a toda la población:
El viernes día 30 de abril se consumó el nacimiento de mi primer monstruo
El producto está debidamente testado y, mientras no se ingiera, no produce efectos secundarios




Es una colección de microrelatos y textos hiperbreves, serios y cómicos,
ambientados (en general) en el mundo del crimen y el jazz
Pequeños tragos con esencia de nicotina y ritmo de swing
Podéis conseguirlo en papel o en formato digital (epub o mobi) en el siguiente enlace:








jueves, 25 de diciembre de 2014

Mood Indigo



Lonely Singer - YokoOmi (Rusia)  http://yokoomi.deviantart.com/


Porque no hay nadie a quien yo le importe
Soy sólo un alma que está
lo más triste que se puede estar
Cuando tengo este deprimente humor
podría quedarme aquí y morir
 (Mood Indigo - Duke Ellington, 1930)


Estaba perdidamente enamorado de ella. Sí, enamorado desde hacía unos diez años, cuando la vi por primera vez en un pequeño antro del Village acompañada por un pianista. Desde que interpretó Mood Indigo con su aterciopelada voz. Fue entonces cuando conquistó mi corazón.

Imagino que algún cazatalentos la descubrió en una de aquellas veladas, porque adquirió una fama fulgurante: en cuestión de meses grabó varios discos con las mejores orquestas e intervino en los shows televisivos más populares, llegando a ser considerada por los entendidos una de las grandes vocalistas de jazz de todos los tiempos. A pesar de eso declinó actuar en grandes teatros o casinos; continuó haciéndolo en pequeños clubs, cada vez de mayor renombre, a lo largo y ancho del país.

Cuando ella pasaba por Nueva York, intentaba no perderme ninguno de sus conciertos. Seguía enamorado, pero sabía que tenía pareja y yo no quería problemas, jamás los he buscado debería decir. Además, pensaba que abordarla e invitarla a una copa no hubiese servido para nada. Tenía y tengo un gran déficit de autoestima, opino que hay arenques con bastante más glamour que un servidor y las mujeres siempre me han amedrentado, sobre todo esas que -como ella- transmiten una imagen de aparente independencia y seguridad. ¿Qué le iba a contar? ¿Que un solitario y gris oficinista de Wall Street que le sacaba diez años de diferencia, la adoraba y soñaba con ella? Podría haberse reído bien a gusto en mi cara, dejando un eterno poso de desolación en mi ya amargada alma.

Como decía, asistí a cada una de sus actuaciones cuando recalaba por la ciudad. Adquirí todos sus discos, recorté cualquier noticia que la mencionara. Durante casi una década. Porque quería en silencio a esa chica. Porque habría podido matar a quien hubiese sido capaz de hacerle el más mínimo daño.

La semana pasada presentó un libro de memorias, que por supuesto compré y me dedicó con una amplia sonrisa y el guiño de uno de sus preciosos ojos. Si bien me moría por leerlo, se me antojaba ridículo que una mujer de solo treinta y cinco años escribiese su autobiografía. Mas esa idea se ha esfumado de mi mente esta misma mañana, después de conocer por los diarios la escalofriante noticia de que su cuerpo sin vida ha sido encontrado en una habitación del Astor; que al parecer se suicidó con una sobredosis de tranquilizantes.

Ahora no puedo dejar de revisar una y otra vez, entre sollozos, la anécdota que dejó transcrita en su libro. Un corto párrafo de la página 51 que demuestra mi irreversible estupidez y dice así:

        << Amo Nueva York, viví varios años en esa increíble ciudad. Y siempre que hablo de NYC no puedo dejar de recordar a un hombre rubio con aspecto simpático que acude allí a todos mis conciertos. Se sienta en la primera fila y siempre, siempre, solicita con exquisita educación que cante Mood Indigo. Es un tema muy triste, pero mientras lo interpreto cierra los ojos y sonríe como un niño al que mecen en un columpio. Apostaría que es él quien me envía unas flores preciosas después de cada recital. Me gustaría llegar a conocerle personalmente, porque aunque es muy reservado parece un gran tipo. >>


miércoles, 15 de octubre de 2014

Lírica in extremis



Steampunk sax - Darkshines42 (http://darkshines42.deviantart.com/)

Siempre fue devota de las metáforas. Recuerdo claramente sus palabras antes de abandonarme: “Eres tan patético como un viejo saxo sin el músico capaz de sacarle alguna nota”


miércoles, 12 de marzo de 2014

El ocaso del crooner



Son cerca de las dos de la mañana en Las Vegas y Bobby Martino está llorando. Llora sentado frente al iluminado espejo, en un pequeño camerino del Four Aces Casino. Al lado de una botella vacía de JB y un cenicero repleto de colillas. Vestido de riguroso smoking, su número será presentado dentro de pocos minutos. Pero Bobby sabe que está acabado, presiente que su vida ha sido un completo fracaso. Exceptuando, por supuesto, aquellas temporadas en las que recorrió el país con las big bands de Vinnie Gilmore y Paul Roswell. Entonces, las emisoras de radio y televisión se lo rifaban; grabó el álbum titulado “Clown’s Tears” –vaya ironía-, que fue éxito de ventas en la primavera del 64 y del cual sigue recibiendo de forma esporádica algún insignificante royalty. Su voz era prodigiosa, los entendidos llegaron a compararle con Frank Sinatra y Tony Bennett. Aunque hace tanto tiempo de eso…

Ahora, con cuarenta y dos años, transporta el hígado y los pulmones de un anciano. Tras dilapidar una pequeña fortuna ha de conformarse con cantar, acompañado por un miserable teclado electrónico, ante cuatro borrachos de su misma guisa a unas horas sencillamente indecentes. Y aún así, ha de estar agradecido a su viejo amigo Regis Farina, el dueño del casino. Nadie en sus cabales le habría contratado, la decadencia del crooner es más que palpable. Ha necesitado renunciar a temas algo exigentes, un repaso a su actual repertorio provocaría arcadas a cualquier principiante.

Tuvo tres esposas y cinco hijos, de los que no sabe nada. Renunció al amor tras el último divorcio. Ahora escoge, como compañía eventual, pedazos de carne con el talento de zorras veteranas y analfabetas. No necesita nada más. Jóvenes guapas y cariñosas, obsesionadas por salir sonriendo y luciendo escote junto a un muerto viviente en las fotos que suelen publicar todos esos semanarios para gente ociosa y descerebrada.

Bobby se enjuga las lágrimas con la manga y, como ha venido haciendo durante las dos últimas semanas, saca de su bolsillo un viejo dólar de plata. Si al lanzarlo aparece cara, saldrá al escenario para continuar exhibiendo su patética decrepitud. Si es cruz se acercará al abrigo, extraerá el revólver y hará feliz a Brenda, su pareja actual, que podrá ofrecer entrevistas exclusivas sobre los horrores de la convivencia de una sencilla muchacha de Ohio con un cantante lascivo, alcohólico y suicida. La única diferencia es que esta vez ha decidido no hacer trampas.


lunes, 23 de septiembre de 2013

El viejo músico





El viejo músico se queda mirando, pasmado, la portada de ese antiguo disco de vinilo en la que aparecen sonriendo un hombre blanco y otro de color. El primero de ellos sujeta una trompeta, el segundo un saxo. El fan, que adora esa grabación y se moría por un autógrafo, desconocía que su ídolo, con el brazo derecho paralizado y la mente en otro universo, baila el último vals sobre la silla de ruedas que conducen las enfermeras de un geriátrico en un apartado pueblo del medio oeste. El artista sigue observando en silencio la cubierta de esa joya imperecedera y comienza a acariciar con su mano izquierda el que hace décadas fue su propio rostro. En la otra, en la mano muerta, los dedos resucitan un instante: sus yemas tamborilean sobre el pantalón del pijama, como si quisieran pulsar unos pistones invisibles. De repente gira la cabeza y, dirigiéndose a su admirador, le pregunta: “¿Dónde está mi trompeta, Harry?”. El visitante, que ni se llama Harry ni tiene la más remota idea del paradero del instrumento aunque daría todo lo que posee por averiguarlo, no consigue reprimir una lágrima. Con la voz entrecortada le responde: “Mañana te la traigo, Buck”. Entonces el anciano sonríe, tal y como hacía el joven de la foto cincuenta y cinco años atrás. El buen samaritano le abraza y se aleja apesadumbrado. Sabe cabalmente que dentro de diez minutos Buck ya no recordará nada.


lunes, 5 de agosto de 2013

Blue




Excepto el barman, que seca los vasos en silencio al otro lado del mostrador, ya no queda nadie más en el club. En un rincón, mientras desgrana en su saxo las notas de una triste balada con el deje más hiriente que se pueda imaginar, el solista afloja unas lágrimas. Escribió ese tema para el gran amor de su vida, la mujer que traicionó todos sus sueños pero a la que, sin embargo, aún quiere y añora. Vibran, la caña en su boca y el corazón en su pecho. Finalmente, la melodía se desvanece como el hielo en un desierto. Como el estertor de un moribundo. Como un alma rota en un callejón sin salida.


domingo, 9 de junio de 2013

En clave de jazz



El flechazo nació en el escenario. La cantante se prendó de aquel tipo del bigotito que, luciendo un clavel blanco en la solapa de su oscuro traje a rayas, bebía y le sonreía desde el mostrador a través del velo que tejía el humo de los cigarros. Por su aspecto cualquiera hubiera opinado que se trataba de un granuja, de un perdonavidas, pero la muñeca del micrófono lo presintió como un magnífico rayo de sol que traspasaba los tristes nubarrones de su existencia para iluminar su alma, como la invitación a proyectar algún futuro sobre los cimientos de varios terremotos. Sin apartar la vista de aquellos fascinantes ojos, atacó el tema Let’s fall in love con tal ímpetu que la entusiasmada concurrencia moderó sus caladas, apartó los labios de las copas y en ciertos instantes incluso contuvo la respiración.

Let's fall in love,
Why shouldn't we fall in love?
Our hearts are made of it, let's take a chance.
Why be afraid of it…

Cuando terminó la canción la joven se acercó pausadamente al hombre. Éste, tras acomodar la flor en su pelo, le susurró unas misteriosas palabras al oído, se puso el sombrero y se largó, desatando así la enésima tormenta en un corazón resquebrajado.




domingo, 10 de marzo de 2013

Jazzesinato



Finalmente, la policía dedujo que había sido el trompetista negro quien esa madrugada arrancó el alma a una dulce balada titulada My Funny Valentine. Ni el abigarrado atuendo, ni los ostentosos abalorios que lucía el afroamericano consiguieron desorientar al perspicaz detective, que pronto descubrió la ceguera que el bandman ocultaba tras unas oscuras lentes. “Hermano, ¿de veras pensaste en algún momento que el mero hecho de exhibir ante ti una partitura serviría para despistarnos? Quedas detenido y desde este momento tienes derecho a permanecer en silencio”; y olvidando por un instante su minusvalía, señaló la vieja trompeta plateada para añadir fríamente: “Cualquier nota que emita ese instrumento podrá ser utilizada en tu contra”.


El sueño de Helen More



Cuando despertó, el revólver todavía estaba allí.
Helen había vuelto a soñar que Lee le traicionaba sin cesar con otras mujeres, que nació infiel, vivía infiel y merecía morir siendo infiel y no de otra forma.
Introdujo el arma en su bolso, se puso el abrigo y salió a la fría noche de New York. El taxi no tardó en llegar al Slug’s, donde el portero, al reconocerla, le franqueó el paso. Lee, entre pase y pase, estaba en la barra fumando y apurando una copa, mientras comentaba amenamente a unos admiradores la historia del tema “Lover Man” con el que había concluido su anterior actuación. Helen se acercó, sin mediar palabra apartó a los demás tertulianos y descerrajó un certero tiro sobre su hombre. Cuando Lee cayó al suelo Helen soltó el arma, se arrodilló ante él y con lágrimas en sus ojos le susurró: “Esto ha sido por nuestro bien, Lee. Te lo juro, lo he hecho porque te amo”.

LEE MORGAN (10.07.1938 – 19.02.1972) - In Memoriam

Edward Lee Morgan fue uno de los más talentosos trompetistas de la historia del jazz. Nacido en Filadelfia el 10 de julio de 1938, fue asesinado por su  pareja de hecho Helen More el día 19 de febrero de 1972. Solo tenía treinta y tres años de edad. Helen, trece años mayor, le disparó mortalmente en el interior del Slugs’ Saloon (situado en el East Village de Manhattan), donde estaba actuando, por una cuestión de celos. Lee murió desangrado mientras esperaba la llegada de un servicio de ambulancia reacio a entrar en aquel peligroso barrio.
Helen fue ingresada en un sanatorio mental y murió de un ataque cardíaco en 1996.