Mostrando entradas con la etiqueta Carta. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Carta. Mostrar todas las entradas

martes, 1 de diciembre de 2015

Despedida




Papá, necesito contártelo. Es la última oportunidad que tengo para confesar que no me alisté por compartir ese ridículo y enfermizo patriotismo tuyo. Me alisté por ti, papá. Para que te sintieras orgulloso de este mierdecilla, como te gustaba llamarme. Para que en la iglesia exhibieras tu pecho henchido, cada vez que el párroco me nombrase en sus plegarias. Para que los Warren y los Forsyth no siguieran perdiéndote el respeto.

Y cuando se celebre mi funeral y un chupatintas del Pentágono os entregue una condecoración, calificándome de «valiente» o incluso de «héroe», intenta disimular papá, ya que estoy literalmente CAGADO DE MIEDO, así, con mayúsculas. Dentro de unos minutos nos envían a una de esas misiones de las que nadie regresa vivo, porque los guerrilleros del Viet Cong saben aguardar pacientes en la profundidad de la selva para hacernos papilla en cuanto asomamos las narices.

Jamás debimos intervenir en esta maldita guerra, papá; sé que, antes o después, tú también acabarás convencido de ello.

Dile a mamá que la quiero, y que la criatura que Sally Olsen lleva en su vientre es nieto vuestro. Dadle un beso cuando nazca.

Hasta siempre,

Norman


jueves, 29 de mayo de 2014

Esto es el colmo



Mi amadísimo Venancio:

Ignoro por qué no has contestado mis catorce cartas anteriores. Sospecho que no te las han dado, que pretenden mantenerte incomunicado, de otra forma no entiendo tu silencio, cariño mío.

En esta ocasión me he asegurado de que leas mi misiva. Evaristo, el funcionario que trabaja en tu galería, es paisano del pueblo y debe varios favores a mi familia, así es que le he encomendado que te entregue la nota personalmente. Además, contrariaría nuestros planes que el contenido de este escrito trascendiera a las autoridades carcelarias. Porque te aseguro que estoy decidida a sacarte de ahí como sea, cielo; te echo de menos cada segundo que pasa. No puedo vivir sin ti, solo con pensarte me estremezco, ¡tienes bonito hasta  el nombre, Venancio! ¿Qué decir de tus cabellos de azabache, de una barba tan varonil, de la poderosa voz, aterciopelada por el brandy y el tabaco? ¿Cómo describir ese atlético y tupido torso que me enloquece solo con evocarlo? ¡Y cómo golpeas de bien, Venancio! Cada vez que rememoro el impacto de tu dulce mano sobre mi boca, deseo que me saltes dos dientes más, sueño con ello hasta despierta.

Mis padres, los marqueses, dicen que estoy chalada, que eres un criminal muy peligroso, que no sientes nada por mí. Pero yo sé que eso no es cierto, que en cada una de tus patadas me estabas entregando amor. Porque no eres como los demás, Venancio, tú no eres un ñoño ni un pusilánime, sabes ocultar profundamente todos tus sentimientos, tan nobles y admirables como los de cualquiera. Y estoy deseando que nos reunamos de nuevo para huir de esta sociedad mentirosa, para que me ates de nuevo a un radiador y me amordaces con el ímpetu de tu secreta ternura.

El psiquiatra que me visita, al que abrí mi corazón, diagnosticó un mal escandinavo y me recetó unas píldoras que nadie sabe que estoy lanzando al retrete. Porque ni puedo ni deseo olvidarte, porque te necesito.

No desesperes, querido, se aproxima el día en el que apareceré en esa prisión vestida de enfermera y acompañada de dos ametralladoras, una para ti y otra para mí. Si salimos con vida exigiré que me secuestres de nuevo, pero esta vez que sea para siempre, Venancio, que nada ni nadie nos vuelva a separar jamás. Y si morimos, lo haremos juntos, abrazados, como los amantes de la mejor de las novelas.

Te adoro con pasión, mi ángel, mi príncipe, mi amor.

Marga (Margarita Jacinta de las Finas Hierbas)


sábado, 7 de diciembre de 2013

Bienvenido a la realidad





Señor Juez:

Mentiría si dijese que siento fastidiarle esta preciosa tarde de domingo. Seguro que habrá comido agradablemente en familia, se habrá echado al coleto una generosa copa de brandy y se habrá fumado un puro magnífico. Estaría viendo la tele o echando una siesta antes de salir hacia la ópera en su cochazo, cuando alguien ha llamado para comunicarle que un pirado se ha cargado al director de un banco y luego se ha pegado un tiro. Los dementes no necesitamos justificar nuestras acciones, pero quiero que sepa que ese individuo, que por cierto era su hermano, primero me estafó veinte mil euros y luego, cuando me quedé en el paro, embargó mi vivienda, esa de la que usted nos desahució. Mi mujer e hijos tendrán que seguir sobreviviendo de la caridad. Casi me olvido: su bonita casa está ahora mismo volando por los aires. Prepárese para sufrir, juez. Bienvenido a la realidad.

Evaristo, el fiambre.



Imagen extraída del blog MUY SEÑORES MÍOS (http://muysenoresmios.blogspot.com.es/)




miércoles, 20 de noviembre de 2013

La música triste




Emilia Buendía

Calle Sinfonía Inacabada, s/n 

Macondo


                                                                     París, 10 de Julio de 2013

Querida Emilia,

Sin ti, ya nada aquí es igual. Me prometiste que volverías después del entierro de tu padre, de eso hace ya dos meses. En las últimas semanas no contestas mis llamadas ni mis mensajes. Supongo que no estás obligada a amarme, aunque durante mucho tiempo me ofreciste palpables muestras de un cariño apasionado. Me gustaría poder volver a estar contigo una última vez, solo para oírte decir que no me quieres, porque a mi corazón de nada le sirven tus motivos.

Estoy más afligido que nunca. Hoy únicamente he sido capaz de interpretar las melodías más tristes, y no creas que eso no se aprecia cuando recojo las limosnas de la buena gente que pasa por Ópera.

Seguiré adorándote siempre, Emilia, pese a haberme convertido en una simple anécdota de tu pasado.

Con todo el amor,

                             Pierre


sábado, 14 de septiembre de 2013

Persiguiendo un sueño




Querida Julia:

Perdona que me despida de esta forma tan extemporánea e impersonal, pero prefiero evitar cualquier tipo de discusión y, sobre todo, asistir a esa dramática escena de afectación y llantos que tienes ensayada y ejecutas, en detrimento de mis nervios, con soberana maestría.

La nuestra no ha sido una relación perfecta, siempre tuvo sus altibajos, momentos dulces y amargos; pero no se puede decir que fuese distinta a la ejemplar relación que mantiene cualquier otra pareja. Y aunque te quiero y siempre te llevaré en el alma, la ciencia me exige ahora el doloroso sacrificio de esta separación.

Tú sabes perfectamente que la investigación lo es todo para mí. Es mi pasión y es mi vida. El profesor Wert me ha invitado a viajar al futuro en la máquina del tiempo que ha inventado. Somos un distinguido grupo de personas las seleccionadas para transitar hasta la España del próximo siglo. Según el profesor, que ha evaluado variables, establecido conjeturas y resuelto multitud de ecuaciones de extraordinaria dificultad, llegaremos a un próspero país donde todo el mundo tendrá trabajo y será feliz, donde no existirá la pobreza ni la discriminación, donde un Gobierno justo y honrado se preocupará de los necesitados. Un lugar donde apenas se pagará impuestos y los servicios serán magníficos, donde la sanidad y la educación tendrán carácter público y gratuito. En ese sitio y en ese momento se utilizarán energías baratas, no contaminantes, y por añadidura los científicos tendremos un papel predominante y decisivo.

Ojalá pudiera escribirte cuando aterrice en el año 2013, o volver y narrarte las excelencias que el futuro deparará a nuestros descendientes. Sin embargo, por ahora la máquina de Wert solo está disponible para desplazarse hacia adelante. No obstante todos confiamos en que cuando la perfeccionemos en nuestro destino, valiéndonos de la tecnología del futuro, serán posibles los viajes en ambos sentidos.

No llores, Julia, estoy convencido de que volveremos a vernos, no sé cuándo ni dónde, pero sé que nos reuniremos y nos amaremos de nuevo.

Despídeme de los niños, cuéntales que su padre ha desaparecido persiguiendo un sueño, que les quiere y regresará el día menos pensado para compartir con ellos un colosal patrimonio de sabiduría y el cariño acumulado durante años.

Sabes que no te olvidaré, mi adoración por ti permanecerá inalterable en cualquier circunstancia. Cuídate. Un gran beso, querida Julia.


Alberto


domingo, 16 de junio de 2013

Cita con el futuro




Mi muy incierto futuro:

Sentado bajo la sombra del ayer, te escribo desde el umbral del mañana. El mañana, esa jornada desconocida que las personas intuimos cómo se desarrollará, pero que suele asombrarnos con algún incidente imprevisible, feliz a veces aunque adverso con frecuencia.

Querido porvenir, soy consciente de que no puedo pedirte nada porque nada eres excepto un sueño que se va tornando tangible a medida que pasan los segundos, los minutos, los días, para desaparecer otra vez convertido en pasado detrás de cada uno de esos espacios de tiempo. Eres el corredor inalcanzable, el remoto e intocable horizonte. Y perdona si tal vez equivocadamente sostengo que -excluyendo la muerte- no existen destinos garantizados, posterioridades inalterables, aunque demasiado a menudo la cotidiana realidad intente convencerme de lo contrario. Pero como, repito, hoy no existes, me permitirás que conjeturando con la completa inseguridad de que me leas y la indudable certeza de que nos esperas, eleve una plegaria de paz y justicia no por mí, sino por los míos.

Ojalá te pudiéramos revivir, futuro, como hacemos torpemente con el ayer, pero suena imposible volver a experimentar lo ignorado, percibir de nuevo lo nunca sentido. Ojalá te pudiésemos reparar, futuro, como desmañadamente intentamos con el pasado, mas nadie puede recomponer lo que aún no se ha descompuesto. Inquilinos del presente, jamás seremos dueños de tus sorpresas, sino víctimas de las mismas, lo cual nos obliga a confiar en ti a ciegas al tiempo que tu próxima llegada nos sobrecoge hasta los tuétanos.

Me despido después de estas necias reflexiones, mi amado y preocupante futuro, advirtiéndote que ya he comenzado tu persecución. Es innecesario que te asegure que al final coincidiremos; y el día del encuentro, que absurdamente será también el de la despedida, ambos nos fundiremos en un abrazo eterno, porque el maldito reloj se habrá detenido para siempre.


domingo, 2 de junio de 2013

Epístola




Mi apreciado y respetado amigo Don Arístides Peribáñez:

Confío que al recibo de la presente tanto usted como su honorable familia se encuentren pletóricos de salud.

Espero no originar ningún incomodo al entretenerle unos instantes con este sucinto escrito. Conocedor que soy de las refinadas inclinaciones de su señora Doña Celedonia, Ilustrísima Baronesa de la Vida Regalada, y a sabiendas del interés que siempre mostró por disponer en su suntuoso palacio de un espectro de plena confianza, aprovecho para ofrecerles los servicios de mi espíritu, Salustiano Bracamonte, que durante siglos ha cumplido correcta y fielmente sus deberes con varias generaciones de mi linaje. Como usted bien sabe, las inclemencias financieras que envuelven a esta endiablada sociedad han hecho también considerable mella en mi patrimonio, compeliéndome a enajenar la mansión de la Calle Concejo de Carcamales. El señor Marqués de la Inutilidad Pasmosa nos ha presentado una proposición que ha resultado inadecuado rechazar, aunque declina el traspaso de nuestro fantasma junto con el inmueble, por detentar ya plenos derechos sobre otras ánimas que satisfacen con creces todas sus necesidades.

El hecho es que en próximas fechas nos trasladaremos a vivir a nuestro cortijo de La Dulce Alcaparra. Usted ya imaginará que es del todo imposible transportar fuera de la capital a Salustiano sin grave riesgo de que el pobre se desvanezca por siempre jamás. Ante tales circunstancias y en aras a nuestra antigua y duradera confraternidad, me tomo la libertad de sugerirle su adopción por cantidad ecuánime que contente a ambas partes. Como no es cortés mencionar sumas por escrito, le encarezco responda este mensaje a su más breve comodidad notificando si estaría interesado en llegar a un acuerdo, en cuyo caso podríamos entrevistarnos en el Club de los Rancios y Casposos Abolengos cuando a usted mejor le plazca.

Suyo afectísimo, le reitero mi más distinguida consideración y beso la mano de la señora Baronesa.

Tancredo Constantino Dionisio de las Tres Cruces en el Monte del Olvido y Camino Verde que va a  la Ermita, Vizconde de la Pena Negra.