Money! - Bon Grit (http://500px.com/bonguri)
A ver si me explico. Yo puedo
llegar a comprenderos; al menos eso creo. No tenéis un puto duro y queréis
arrebatarnos nuestro dinero. Me pongo en vuestro lugar y pienso que yo, a lo
mejor o a lo peor, me comportaría igual. Pero vamos a ver, ¿qué culpa tengo yo de
que mi padre fuera un hombre acaudalado? Exigís el respeto para los negros, los
parados, los disminuidos, los gays, las lesbianas, los inmigrantes, hasta para
las ballenas, las abejas, los toros bravos y las focas… ¿por qué os olvidáis de
los millonarios? Joder, ¡respetadnos a nosotros también, por el amor de Dios!
Hemos tenido la suerte de haber nacido así, en familias acomodadas a las que nunca
les ha faltado de nada. ¿No pretenderéis que renunciemos a nuestra propia naturaleza,
verdad? Yo no pido que nos veneréis, ni que nos saquéis bajo palio cuando vamos
a pasear en el Jaguar o a tomarnos un vermut amenizado con Möet Chandon y caviar
iraní al sitio de moda, solo suplico que nos dejéis en paz de una maldita vez,
que os olvidéis de nosotros, de nuestros lujosos coches y majestuosos yates. Porque,
en general, pensáis que somos el problema, cuando en realidad somos la
solución. ¿Qué sería de esta sociedad sin nosotros? A ver, que alguien se
estruje un poquito los sesos, que exija un mínimo esfuerzo a sus perezosas neuronas.
Vale, pues ya os lo cuento yo: esto sería una puñetera mierda, amigos. Empezamos
porque una sociedad sin millonarios sería una sociedad sin la mitad de las
empresas (bueno, he de reconocer que muchas de ellas son sociedades fantasmas
creadas para blanquear dinero y/o defraudar a Hacienda, pero bueno, id borrando
la mitad de las empresas). ¿Dónde estaría toda nuestra pasta, nuestros billones
y billones de euros? Pues repartida desigualmente –por mucho que se quiera no podría
ser de otra manera- entre la población, una población en su mayoría ignorante, que
con dinero en la cartera no tendría ningún inconveniente en negarse a trabajar.
¡Que trabajen los chinos! diría cualquier miserable de esos que debajo de una
pancarta brama ahora por un puesto laboral, si le llenas los bolsillos. ¡Que
fabriquen los asiáticos, que cultiven los norteafricanos, que nosotros estamos
muy bien aquí, tumbaditos a la bartola, tomando el sol, poniéndonos hasta el
culo de cerveza! ¿Yo camarero? ¿Yo mujer de la limpieza? ¿Yo conserje? ¿Yo
cocinero? ¡Y una mierda! te volverían a decir los tipos de las pancartas. Se
cerrarían hoteles y progresivamente todos los negocios. ¿Quién querría ser taxista,
albañil, maestro, soldador, funcionario, mecánico, transportista, policía,
dependiente en una tienda, médico, fontanero, bombero, chiquito de los recados,
etcétera, etcétera? Pues nadie, coño, nadie. Tendríamos que contratar a
emigrantes para que hiciesen aquí lo que nadie querría hacer, y éstos
remesarían los ingresos a sus países de origen. Si además compramos todo fuera
de la patria, todo nuestro dinero acabaría largándose de aquí y no precisamente
a Suiza, que es un país muy decente y neutral en el que nos custodian el capital
necesario para que esto siga funcionando, no. Se iría a Taiwan, a China, a
Malasia, a Filipinas, a Sudamérica, a todos esos países que llamamos emergentes
por no calificarlos de jodidos esclavos del primer mundo. ¡Que sí! Que nosotros
-vosotros incluidos- somos el primer mundo, cojones, una sociedad moderna aunque
a algunos os cueste reconocerlo. Que tenemos el euro y el AVE y vuelos de
low-cost aunque hayan aeropuertos sin aviones, tenemos fútbol, basket, Fórmula
1, motos y tenis de élite, macro-botellones, fiestas y saraos a toda hora, la
feria de abril, las fallas de Valencia, somos líderes en números de bares y
restaurantes, tenemos Benidorm, las playas y los Pirineos, también televisiones
con la Belén Esteban y el Paquirrín que emiten las noticias y los realitys que
el pueblo necesita para reforzar su autoestima y tener el cerebro ocupado solo en
temas que contribuyen a hacerle feliz, que no le inducen a calentarse los
cascos con inútiles elucubraciones. ¡Ah! ¿Y políticos? ¿Quién narices estaría dispuesto
a serlo si puede evitarlo, solo porque no necesita más dinero del que tiene y
además es imposible venderse? Pues nadie, obvio. Nadie querría presentarse a
las elecciones, estaríamos huérfanos de mandatarios y esto acabaría siendo una
podrida anarquía. El dinero se iría terminando y los que gastaban más exigirían
a los que gastaban menos que repartieran sus ahorros, produciéndose una nueva
vuelta de tuerca hacia la autodestrucción. Creo que me he expresado claramente,
que he expuesto poderosas razones por las que los millonarios somos necesarios
para que el sistema siga funcionando de forma pacífica como hasta ahora. No
somos vuestros enemigos, queremos ser el espejo en el que os miréis para
estimular vuestra ilusión, para que no dejéis de esforzaros en intentar ser lo
que nunca alcanzaréis a ser. Los millonarios somos imprescindibles para que
esto marche, no os dejéis influenciar por las equivocadas ideas que los
perro-flautas intentan sembrar en vuestras cabezas. Somos más necesarios que
las ballenas, que las abejas, los toros bravos y las focas. Sin nosotros no
existiría el equilibrio social; nosotros aquí y vosotros allí, sé que duele,
pero en eso consiste el equilibrio. Dicen que todos nacemos iguales, con los
mismos derechos, pero eso solo es una hermosa patraña que queda muy bien en constituciones
inútiles, superfluas declaraciones universales y profundos discursos
filosóficos. La justicia social consiste en que nosotros somos nuestros
patrimonios, heredados o robados, tanto da, y vosotros sois vuestras desgracias,
insuficiencias y miserias. Así de sencillo. Porque es lo natural, porque Dios
lo ha querido. No os importe padecer, seguro que os estáis ganando el cielo.
Rezad, trabajad, obedeced a NUESTROS gobiernos (olvidaba mencionar que en eso
algunos tenéis razón: el viejo truco de la democracia sigue siendo muy útil,
los gobernantes NOS pertenecen) y ved televisión a troche y moche. Esa es mi
receta para que alcancéis eventualmente alguna porción de felicidad –y me consta
que se saborean y sientan mucho mejor las porciones pequeñas que las tartas
enteras-. Porque ya va siendo hora de que os dejéis de pamplinas: reconoced que
no tenéis futuro, admitid que habéis nacido para sufrir, que sois unos cobardes,
unos perdedores. Cuando os mentalicéis de ello, comenzaréis a ver la vida desde
otra óptica e igual no os sentís tan desgraciados. Dicho esto, os deseo mucha
suerte a todos.
Torcuato H. de P.
Comisionado en España de Millonarios sin Conciencia