Es
posible que sea espantosamente torpe interpretando imágenes. A lo mejor me
traiciona mi espíritu literario. El caso es que, en lugar de asaltarme la idea
de violencia callejera o vandalismo extremo, un contenedor en llamas siempre me
ha parecido la metáfora visible de un mensaje que el pueblo ha enviado a los
gobernantes y estos han ignorado con su altanera desfachatez.
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