Esta
mañana, cuando iba a tomar café, me crucé con una pareja de ancianos que iban
cogidos de la mano; a los pocos metros alcancé a otra que también caminaba con
sus dedos artríticos entrelazados. A sus espaldas fui testigo de cómo esas
manos contribuían a crear una energía atómica admirable y odié entonces no disponer
de una cámara fotográfica, porque juro que era la expresión más maravillosa y pura
del amor que jamás pude imaginar.