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miércoles, 19 de agosto de 2015

Memorias



Ilustración de Lucian Stanculescu  http://hypnothalamus.deviantart.com/



Querido diario,

Mañana pondré la fecha, porque ahora mismo no sé si estamos a 12 de abril o a 15 de septiembre.

Esta mañana he escuchado en la radio que en Timisoara, o en Filadelfia o en Shangai, ha habido una explosión (o a lo mejor ha sido un terremoto o un huracán) y han muerto más de 20 o de 100 personas. Una gran desgracia, vamos.

En la oficina ha sido una mañana aburrida, como es habitual. Lo único notable es que me he cabreado porque el jefe, Rodríguez, Gómez o Martínez, como se llame, qué más da, el jefe, me ha pegado una pequeña bronca al haber olvidado informar el expediente de CORCHOLIS Y CIA u otra empresa que empieza por CO y acaba en CIA. Dice que siempre igual, que coma rabos de masa o de pasa, una chorrada de esas ha dicho. Con la cantidad de faena que me endosa continuamente y el tocapelotas quiere que lo tenga todo al día, a la hora y al minuto. Es un capullo, ese jefe cuyo apellido acaba en -ez, como la hez. Ja, ja, ja, me ha salido un chiste. Qué bueno.

Luego, cuando he llegado a casa, mi mujer había preparado mi plato favorito, que ahora no me acuerdo cuál es, pero prometo que estaba para chuparse los dedos. Mientras comíamos me ha contado que el hijo de la vecina del quinto o del sexto, que se llama Florencia o Felisa, había encontrado trabajo en una gasolinera de Teruel. Aunque ahora ya no sé si me ha dicho eso o que se había quedado sin combustible en Teruel, o que había abandonado a su perro en una estación de servicio en Teruel. Bueno, para el caso lo mismo da, porque me importan un rábano el hijo de la vecina y su puñetera madre. Ya se apañará. Aunque el perro que tenía era precioso. No sé si era caniche o husky siberiano, pero bonito sí que era.

Por la tarde he visto un partido de tenis en la tele. Jugaba Nadal contra un haitiano,  sueco o argentino. Creo que al final ha ganado Nadal, pero no estoy seguro.

Después he ido a pasear con mi esposa; vaya manía que tiene de pararse a hablar con gente rara y desconocida, les cuenta y le cuentan unos rollos... Y yo allí parado, como un pasmarote, con esa sonrisa de circunstancias que mi mujer califica de prefabricada, esperando que acaben de cotillear. Luego jura y perjura que son personas que sí que conozco y además desde hace bastantes años, dice que no sabe si es que me estoy volviendo idiota o me lo hago. Como si disfrutase yo haciéndome el idiota, no te digo...

Hemos entrado en el bar de la esquina y nos hemos tomado un refresco. Me tiene mosqueado el camarero, no es la primera vez que me llama por mi nombre y de tú, como si hubiéramos comido antes juntos. Tengo que vigilar a ese tío. No me fío de él ni un pelo.

De regreso a casa he querido comprar el periódico y mi mujer no me ha dejado, sostenía que ya lo había comprado esta mañana. Y era cierto, tenía razón, allí estaba, encima de la mesa camilla. Lo he cogido y al leerlo he sentido una sensación de déjà vu, como si ya conociese las noticias antes de echarles un vistazo.

Hemos cenado pescado, pero no me preguntes qué clase, yo de pescado no entiendo mucho. Sé que iba aderezado con una salsa o unas especias. Estaba sabroso, la verdad.

Para acabar, hemos visto una película de intriga. Solo hace unos minutos que ha terminado. Del título ni idea, es en inglés. El argumento, un lío tremendo porque el protagonista, que parece bueno al principio, luego parece malo y vuelve a ser bueno al final. Hay unos disparos y no sé si lo hieren o lo matan, a él o al malo auténtico. De lo único que me acuerdo es que hay una chica que se desnuda y que hace el amor con alguien en el establo de una granja, o puede ser que fuera en los baños de un circo, ya te digo que es un lío de tres pares. Al final me la ha querido explicar mi mujer, pero ha sido peor el remedio que la enfermedad, ahora la entiendo aún menos. Podrían hacer unas películas más comprensibles, jolines.

Y antes de acostarme he venido a contártelo todo, querido diario, porque según mi mujer el médico recomienda que escriba cada noche todo lo que me sucede durante el día, que con eso y las pastillas -que la verdad sea dicha me están yendo muy bien- recuperaré memoria y no me tendrán que operar de la próstata.

Mañana (si me acuerdo) intentaré registrar el bolso de mi mujer, para averiguar su nombre. Cada vez que le llamo “cariño”, una palabra que siempre he odiado, siento como si me pegasen un rodillazo en los testículos.

RSC

sábado, 11 de julio de 2015

Arrugas



Retrato de Iturrino (1919) – Juan de Echevarría



No le salieron gratis. Ni por generación espontánea. Fueron los golpes que sufrió los que labraron en su cara esos tristes surcos. Después de perder un hijo en la guerra de Cuba y ver fallecer a su mujer de tuberculosis, las lágrimas no derramadas dejaron unas indelebles estelas de dolor en el rostro de Iturrino. Por eso desde entonces es incapaz de  sonreír. Por eso, en lugar de estar posando para un amigo pintor, preferiría estar muerto.


Nota: Micro creado a partir de la imagen sugerida por mi buen amigo Nicolás Jarque en su muro de Facebook.



domingo, 14 de junio de 2015

TAC TAC TAC



Suicide (Shalax - Australia)  http://shalax.deviantart.com/



TAC TAC

El joven apostado en el extremo de un viejo puente peatonal pulsa ese artilugio que permite contar las personas que pasan.

TAC TAC TAC

Mientras ejecuta esa tarea piensa en los días que faltan para cobrar el sueldo de mierda por el que le han contratado.

TAC

Dos horas por la mañana y tres por la tarde, de lunes a viernes.

TAC TAC

Los sábados y los domingos multiplica por dos su horario. A la empresa le interesa especialmente la información de esos días.

TAC TAC TAC TAC

De repente, no lejos de él, ve a una chica encaramarse al pretil y quedar de pie sobre el mismo.

TAC TAC

Se mete el cuenta-personas en el bolsillo y se dirige hacia la muchacha. Le dice que baje o arruinará su conteo, el que lleva semanas realizando. La chica le contesta que se va a tirar al río porque un hijo de puta la ha dejado embarazada. Y qué más da, responde él, nadie merece morir por culpa de un hijo de puta; baja y te invito a un refresco. Pero ella rechaza la invitación, dice que está decidida, que su vida no vale un pimiento. Joder, piensa él, se quiere suicidar y utiliza la expresión “un pimiento”, no lo entiende, no le cuadra. Tu vida vale mucho más que un pimiento, que un campo de pimientos, que un gran país lleno de camiones hasta los topes de pimientos, incluso que un planeta repleto de latifundios dedicados a la explotación del pimiento, baja de ahí, hazme caso.

La gente, curiosa, se va apiñando alrededor de la escena pero mantiene cierta distancia respecto a la aspirante a suicida y a su interlocutor. A lo lejos se oye una sirena.

Si se lo digo a mis padres me matarán, insiste la niña. Nadie te matará, te lo aseguro. Baja, te ayudaré a arreglar las cosas. ¿Y cómo? ¿Quién te crees tú que eres? ¿Qué interés tienes en mi vida? ¿Crees que seguiré siendo el mismo después de hablar con alguien que se ha suicidado? ¿De veras puedes creerlo? ¿Piensas que ese niño que te mira desde el puente de enfrente seguirá siendo el mismo después de ver cómo una muchacha ha acabado con su vida? ¿Crees que tu familia y tus amigos no te echarán de menos? ¿Que tu muerte no dañará a nadie? ¿Vas a causar toda esa infelicidad por culpa de un maldito hijo de puta?

La chica se agacha hasta quedar sentada sobre el pretil. El chaval se sienta junto a ella.

¿Sabes que eres muy guapa? ¿Sabes que eres muy listo?

Le toma una mano y, mientras brotan lágrimas de sus preciosos ojos verdes, comienza a escucharse como música de fondo un interminable TAC TAC TAC TAC TAC...


sábado, 2 de mayo de 2015

JAZZESINATO


Advertencia a toda la población:
El viernes día 30 de abril se consumó el nacimiento de mi primer monstruo
El producto está debidamente testado y, mientras no se ingiera, no produce efectos secundarios




Es una colección de microrelatos y textos hiperbreves, serios y cómicos,
ambientados (en general) en el mundo del crimen y el jazz
Pequeños tragos con esencia de nicotina y ritmo de swing
Podéis conseguirlo en papel o en formato digital (epub o mobi) en el siguiente enlace:








lunes, 20 de abril de 2015

Alea jacta est




El representante designado por la tropa se lo comunicó a un sargento, éste a su capitán, quien a su vez informó al coronel, que llamó enseguida al general en jefe. Cuando el monarca recibió personalmente la noticia de que sus soldados estaban dispuestos a entregar la vida para defender a sus familias y compatriotas, pero no iban a obedecer la orden de atacar a un país vecino, sonrió mientras comentaba:

— Perfecto, ningún problema. Hablaré con mi primo y que sean ellos quienes nos invadan. Porque esta guerra ha de librarse. Y vaya si se va a librar…


viernes, 17 de abril de 2015

Fugaz




De París recuerdo la lluvia. Sí, claro, también sus monumentos, los parques, el glamour de los edificios, la sensación de libertad, los bateaux-mouche sobre el Sena y tantas otras cosas maravillosas. Pero si hay algo que recuerdo bien, es la lluvia. La lluvia de aquella precisa tarde. Y a ti, con quien me tropecé resguardándome de ella bajo la marquesina de un viejo cine, donde proyectaban una película sesentera de Deneuve y Delon. No sabía francés, pero nos acabamos entendiendo a base de ese inglés elemental que está al alcance de cualquier hijo de vecino. Permitiste que te invitase a un café y tras una conversación ligera, insustancial, desapareciste mientras fui a pagarlo. Cuando más llovía. Lo más extraño de todo es que no sufrí ninguna decepción. Porque fuiste para mí como una de esas estrellas fugaces que a veces ves por casualidad y convierte tu noche en una fiesta. Tal vez por eso me apresuré a pedir un deseo. El deseo de volver a verte.


jueves, 12 de marzo de 2015

Triunfador




Sé que te encanta presumir
Sobre todo delante mí
Bueno aquí me tienes
Suelta el maldito rollo
Por enésima y última vez
Repite que eres imprescindible
Que sin ti la compañía
Se iría al carajo
Cuenta que regresaste ayer de New York
Donde cenaste con el alcalde
Robert De Niro y varios peces gordos
Que has cambiado de cochazo
Me enseñas el último modelo de i-phone
Te han hecho una oferta fabulosa
Por tu precioso chalet con piscina
Que irás de crucero al Egeo
Que tus niños son guapísimos
Los primeros de su clase
En el colegio de pago más caro
Que el Picasso queda de lujo en el salón
Que mañana viajas a Tokio
A cerrar otro formidable negocio
Que dispones de un pastizal en acciones
Estás pensando en cambiar de criada
Quieres comprar un yate
Y tendrás una jubilación dorada

Aunque simule interés
Si crees que algo de toda esa mierda
Me importa lo más mínimo
Andas bastante equivocado
Siento que nuestra vieja amistad
Se liquidó hace tiempo
No entiendo cómo te soporto
Seguramente me das mucha pena
En el fondo eres un desgraciado
Que no se entera de nada
Deberías preguntarte
Por qué tu mujer
Acaba de vender el cuadro
Y está preparando las maletas
Para largarse con ese fracasado
Que alguna vez creíste
Que era tu mejor amigo
Ese que ahora se levanta y se va
Después de recordarte sonriendo
Que hoy te toca a ti
Pagar los whiskies.


domingo, 15 de febrero de 2015

Amor en colores



Soulful - Derek Jones (Reino Unido)  http://derekjones.deviantart.com/


Había escrito cien veces “te quiero” con espráis rojo, amarillo y verde en una gran tapia frente a su ventana, tras cuyo cristal la veía instalada cada tarde cuando regresaba de la universidad. Sin haber cruzado una palabra, fueron aquellos bellos ojos de invidente los que le enamoraron.


lunes, 9 de febrero de 2015

La Bestia




Hoy es jueves 3 de junio de 1971. Me llamo Ralph Carroll, pero en los rings me conocían como La Bestia Carroll. Y no andaban desencaminados quienes eligieron ese apelativo. Porque al final, la bestia que llevaba dentro surgió aquel maldito 18 de octubre de 1954 en el que maté a un hombre en el Sports Arena de Toledo, Ohio.

Yo tenía veinticinco años. Duncan Crawford, de San Diego, solo treinta y tres. Casado y con tres hijos, estaba a punto de retirarse. Me ensañé con él sin ser necesario, ya le había derribado en tres ocasiones. El combate estaba ganado y Bobby me rogó en la esquina que tuviese compasión. Pero desatendí las instrucciones de mi preparador. No sé cuál pudo ser la razón, no intentaré justificarlo argumentando que Duncan me recordaba mucho a un blanquito llamado Alvin, algo mayor que yo, que cuando éramos críos nos puteaba constantemente en las sucias calles de un suburbio de Filadelfia. Tampoco culpabilizaré al entrenador de Crawford, que pudo lanzar la toalla y no lo hizo, o al referí que no detuvo la pelea a tiempo de salvarle la vida. Porque el que acabó con ella fui yo, con aquel golpe definitivo que me ha atormentado desde entonces, con el que he soñado de noche y de día durante casi diecisiete años.

       No alcancé la redención al retirarme completamente de la práctica de ese mal denominado deporte. No alcancé la redención cuando fui ordenado pastor de la iglesia baptista. No alcancé la redención por permanecer diez años en África ayudando a los necesitados. Pero hoy soy feliz, porque el momento de mi redención ha llegado. Quiero que después de que me vuele la cabeza aquí, en el hall del Hospital de la Universidad de California, extraigan mi corazón y se lo implanten a Andrew Crawford, el primogénito de Duncan, que está ingresado en este centro y necesita un trasplante para sobrevivir.


viernes, 6 de febrero de 2015

Renato y el miedo




Renato no era mal tipo. Lo reclutamos cuando era casi un chiquillo. Cumplía bien sus cometidos cobrando a los clientes la pasta exigida por nuestra “protección”, incendiando locales de los morosos, liquidando sin dejar ningún rastro a esos mentecatos que en un rapto de soberana imprudencia se atrevían a amenazarnos. Pero un buen día sobrepasó la línea roja. Empezó a plantar cara al signore Gaetano, tuvo una trifulca con su consigliere y finalmente decidió, sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo, establecerse por su cuenta. Nos vimos obligados a darle boleta. Nunca debió probar aquellas píldoras contra el miedo.


jueves, 12 de junio de 2014

Su última visita




Foto de Patrick Blart - http://500px.com/Baudesign


Estuvo durante dos años viniendo casi todos los días a eso de la una. Con su portafolios bajo un brazo y colgando del otro su bolso, oscuro la mitad del año y en tonos pastel el otro medio. Le encantaba llevar botas y gabardina en invierno, vestidos floreados y sandalias cuando llegaba el buen tiempo. Es posible que no hubiese cumplido los cuarenta, pero no me atrevería a jurarlo, ya se sabe que una de las grandes virtudes en las mujeres es disimular su edad a toda costa, mientras calculan siempre con rigurosa exactitud la de sus conocidas. Se plantaba en mi cola aunque fuese más larga que la de Luis Galván, mi compañero, que no le invitaba a pasar por su mostrador al conocer esa preferencia a ser atendida por un servidor. Tan sorprendente favoritismo me confundía, pues Luis era infinitamente más apuesto y simpático, no en vano siempre le precedió una legendaria y bien ganada fama de conquistador. Durante los escasos cinco minutos en los que resolvía el papeleo que solía traer, nunca -a pesar de todas mis tretas de perro viejo próximo a la jubilación- soltó prenda respecto a su vida privada. Esquivaba con habilidad cualquier pregunta y cabeceaba alegre cuando le comentaba mis propios asuntos; sin mostrar indiferencia, jamás picó el anzuelo de la réplica. A menudo, la breve conversación se convertía en un monólogo del que escribe o un intercambio de insulsos comentarios sobre el tiempo o las últimas noticias. Pero todo eso no me importaba mientras siguiese trayendo, como marca de fábrica, esa sonrisa de ensueño instalada bajo sus hechizantes ojos negros.


La casualidad quiso que a los pocos días de interrumpir sus visitas diarias, me detectasen una incurable enfermedad degenerativa. La empresa tramitó mi solicitud de incapacidad laboral y me enviaron a casa. Ahora que mis piernas ya no responden y la conexión entre el cerebro y las cuerdas vocales también está dañada, me entretengo mirando por la ventana, sufriendo la televisión y escribiendo bobadas. Escribiendo, por ejemplo, que desde hace varios días la mujer del papeleo pasa invariablemente a eso de la una por la acera de enfrente y se queda observándome, sonriente, durante cinco eternos minutos. Escribiendo, por ejemplo, que está exactamente igual que hace ocho años, cuando la vi por última vez. Escribiendo, por ejemplo, que ya he alcanzado a comprender que no se trata de una simple mujer, que es la Muerte personificada y sonríe para transmitirme que muy pronto me rendirá su última visita.


sábado, 7 de junio de 2014

La tabla del tres


Foto de Mario Piriz


Tres por uno, tres

Hoy es tres de marzo, que también se dice tres, y la seño Bea nos ha puesto de deberes aprendernos esa tabla. Dice que cuando sepamos multiplicar seremos unos supermans y unas superwomans de los números, y que cuando crezcamos seremos capaces de hacer muchas cosas con ellos, como por ejemplo construir puentes o diseñar cohetes espaciales.

Tres por dos, seis

Martita me ha invitado a su fiesta de cumpleaños el viernes después de clase. Sergio dice que lo que pasa es que quiere ser mi novia. Martita va a cumplir ocho años y es guapa y simpática, aunque sus amigas son muy malas, siempre se están burlando de mí. Le regalaré un corazón de peluche y le diré al oído una poesía de amor. Seguro que se pone muy contenta.

Tres por tres, nueve

El sábado mamá estaba otra vez llorando en la cocina con los ojos manchados de negro. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que le dolía la cabeza. Pero yo creo que no le dolía porque no se tomó ninguna aspirina ni se acostó con las persianas bajadas. Mamá está muy triste desde que papá se fue. Ella dice que está trabajando en Alemania o por ahí.

Tres por cuatro, doce

Yo lo que quiero ser de mayor es bombero. A mí los puentes no me gustan y los cohetes espaciales tampoco. Me gustan los perros y si soy bombero podré salvar a muchos perros de edificios en llamas. Además, conduciré un camión rojo con una luz naranja y una sirena, llevaré un casco chulísimo, subiré unas escaleras altas y tendré una manguera muy larga, con la que yo y mis amigos apagaremos todos los fuegos que haya. A mí me parece que un bombero es más supermán que uno que sabe multiplicar.

Tres por cinco, quince

A Sergio los Reyes Magos le trajeron un teléfono móvil. Yo no sé para qué lo quiere, si ninguno de sus amigos tenemos. Creo que es para jugar al comecocos y a esas bobadas que llevan puestas, pero sobre todo para presumir con las chicas. Les enseña en el móvil fotos de su tortuga Pancha, de la moto de su hermano y de cualquier tontería que se le ocurre. Al principio le hacían caso, ahora le dicen que las deje en paz.

Tres por seis, dieciocho

Rober dice que su madre vio la semana pasada a mi padre por el centro, besándose con una chica en la boca. Yo no me lo creo, se habrá confundido, porque mi padre está en Alemania o por ahí, trabajando. Además, mi padre hace mucho tiempo que no besa a nadie, ni a mi madre ni a mí. Creo que se le olvidó cómo se hace, porque a todo el mundo se nos olvidan cosas, como a mí el dos por siete, que ya no sé si son trece o dieciséis.

Tres por siete, veintiuno

No me gustan los números. Y no quiero que me pase como al tío Enrique, que es un superveterinario y le llaman de noche y le despiertan para que cure a un hámster, a un caballo o a una serpiente que están muy malitos. Yo no quiero ser un supermán de los números, no quiero que suene mi teléfono cuando esté durmiendo para que alguien a quien se le olvidó, me pregunte cuántos son seis mil por veintiocho. Prefiero que me despierten para apagar un incendio y salvar a un perro.

Tres por ocho, veinticuatro

Mamá me ha prometido llevarme al zoo el domingo. Me ha contado que cuando ella era pequeña, llevaba una bolsa con cacahuetes y le daba de comer a los monos y al elefante. Pero dice que ahora no se puede, que está prohibido. A lo mejor tienen miedo de que si les damos chucherías, los animales engorden o se pongan enfermos y tengan que llamar de noche al tío Enrique para que los opere. Yo de todas formas voy a llevar los bolsillos llenos de cacaos y cuando no mire el cuidador se los echo al chimpancé o al rinoceronte. Va a ser una risa.

Tres por nueve, veintisiete

Voy a apagar la luz, a ver si me duermo. Me gustaría soñar que Martita está con su perro en un incendio y llego yo con mi camión rojo, trepo con mi casco por la escalera y los salvo a los dos. Entonces Martita me da un beso, dice que se quiere casar conmigo y su perro me lame la cara, como en las películas. Ese sí que sería un sueño guay.

Tres por diez, treinta

Oigo voces. Voy a levantarme para mirar por la rendija de la puerta. ¡Es mi padre, que ha vuelto de Alemania o por ahí! Llora y ríe al mismo tiempo, qué raro, mi madre también, pero no parecen tristes. Ahora se besan en la boca. Mi padre ha aprendido a besar otra vez. Por eso están tan contentos. A lo mejor la madre de Rober tenía razón y a mi padre le estaba dando clases aquella chica en el centro. ¡Ojalá se quede para siempre, así iremos los tres juntos al zoo!


miércoles, 4 de junio de 2014

La ingobernable energía



Synthesis - Andy Winn (http://500px.com/AndyWinn)



Mucho me temo que vienen a rescatarme. A través de la oscuridad y el silencio soy capaz de distinguir cómo descienden la escarpada ladera, cómo se aproximan. Consciente de haber incumplido el juramento de no enamorarme, alegaré en mi descargo que desconocía la ingobernable energía de la pasión. Están convencidos de poder salvarme, de que el regreso me purificará. Pobres idiotas, ignoran que en este vientre crece ya la semilla de un terrícola.


sábado, 31 de mayo de 2014

Tu idea y la mía


Imagen de Doug Weller

Suena patético, pero estaba desesperado. Habían transcurrido un par de semanas sin escribir media docena de renglones mínimamente coherentes. Dos semanas, una eternidad. O bien la inspiración había muerto o se había trasladado a otro cerebro. Tenía claro que si se suicidó o huyó, fue en cualquier caso por el hastío que le provocó mi falta de talento. A través de la red, me dediqué a ojear esas pequeñas noticias que suelen pasar desapercibidas en los medios, incluso en los de menos alcance y edición extranjera, decidido a tropezarme con una idea original que sirviera para forjar un nuevo relato. Llegué incluso a conectar el televisor, creyendo que en algún instante una imagen o comentario podría sugerirme algún tema no demasiado trillado. Pero todo fue en vano y mi angustia crecía exponencialmente con el transcurrir de cada día yermo.

Hasta que una noche desperté golpeado por una ocurrencia, ingeniosa aunque absurda, que a partir de ese momento no se apartaría de mi mente. Desconozco la razón (o sinrazón) que alumbró el despropósito de pedir ayuda a desconocidos. ¿Que cómo se come eso? Sencillo de explicar, complicado de entender. Pensé en escribir una misiva de auxilio que repartiría aleatoriamente entre un número determinado de personas, un escrito en el que les rogaría que me enviasen por correo electrónico, a un buzón creado al efecto, una oración con la que intentaría comenzar un relato. Me comprometería a no utilizar su dirección de e-mail para ningún otro fin y ofrecería, en compensación, remitirles el texto construido a partir de sus palabras. La idea no tenía ni pies ni cabeza, podría haber extraído la frase de cualquier libro o periódico, incluso haber escogido unas palabras pescadas al vuelo en la calle, mientras dos personas dialogan o alguien habla por teléfono. Pero a medida que lo revisaba, el proyecto calaba más y más en mí, mutando el desatino en un desafío irrenunciable.

Después de madurar el plan, abrí una cuenta de Outlook, redacté la solicitud, imprimí 25 cartas que introduje en sus respectivos sobres -sin remite ni destinatario- y me dispuse a distribuirlas por la barriada. Como no deseaba conocer lo más mínimo a los receptores, ni que ellos contasen con información mía, las fui introduciendo al azar en los buzones de otras tantas viviendas, cada una de ellas en una calle y edificio diferente.

De vuelta a casa meditaba sobre la oportunidad de haber emprendido esa excéntrica aventura. Ignoraba qué haría si no obtenía ninguna respuesta y me preguntaba también cómo reaccionarían quienes llegasen a leer mi súplica. Como de costumbre, cuando entré en el patio quise comprobar si tenía correspondencia. Encontré un sobre blanco que enseguida relacioné con la propaganda electoral con la que los partidos nos bombardean sin piedad en vísperas plebiscitarias como las que vivíamos. Pero mi sorpresa fue mayúscula cuando comencé a leer en el ascensor su contenido. Impresa en un folio también blanco, aparecía la siguiente leyenda:

POR FAVOR, OS ENCAREZCO QUE NO DESTRUYÁIS
ESTA CARTA SIN HABERLA LEÍDO ANTES
Mi nombre es R. Soy un aspirante a escritor, vecino del barrio. Suelo redactar cuentos cortos, pero desde hace tiempo tengo un problema: la imaginación parece haberse esfumado de mi vida. Y os aseguro que la imaginación lo es todo en la literatura. Sin ideas no importa lo bien o mal que escribas, eres un auténtico fracaso. Me siento deprimido y necesito estímulo y ayuda. He pensado que algunos de vosotros podríais echarme una mano tan solo prestándome unas palabras. Una frase de entre dos y diez vocablos, a partir de la cual trataré de componer un relato. Si enviáis esa frase a mi e-mail (relato.vecino@outlook.com), os contestaré tan pronto pueda con el cuento que he escrito. En ningún caso almacenaré ni utilizaré para fines distintos vuestra dirección electrónica; es más, cuando termine de contestar a todos eliminaré esa cuenta de correo y con ella los mensajes que haya podido cruzar con vosotros. Podéis estar seguros de ello. Gracias por leer esta nota y por la colaboración, independientemente de la cual os deseo mucha suerte en vuestras vidas.

Resulta que había otro tipo en el barrio, con el que compartía inicial, afición y problema. Un tipo con el que tal vez me había cruzado un montón de veces por la calle o en el supermercado y que, precisamente ese día, había puesto también en práctica el mismo disparatado plan. Era increíble, de locos.

Lo bien cierto es que no me lo pensé dos veces para ofrecer al vecino la ayuda que yo también precisaba. Me senté, encendí el ordenador, improvisé una brevísima frase y le di a Enviar. Al cabo de una semana, recibí este relato, que comienza con mis propias palabras: “Suena patético”.


jueves, 29 de mayo de 2014

Esto es el colmo



Mi amadísimo Venancio:

Ignoro por qué no has contestado mis catorce cartas anteriores. Sospecho que no te las han dado, que pretenden mantenerte incomunicado, de otra forma no entiendo tu silencio, cariño mío.

En esta ocasión me he asegurado de que leas mi misiva. Evaristo, el funcionario que trabaja en tu galería, es paisano del pueblo y debe varios favores a mi familia, así es que le he encomendado que te entregue la nota personalmente. Además, contrariaría nuestros planes que el contenido de este escrito trascendiera a las autoridades carcelarias. Porque te aseguro que estoy decidida a sacarte de ahí como sea, cielo; te echo de menos cada segundo que pasa. No puedo vivir sin ti, solo con pensarte me estremezco, ¡tienes bonito hasta  el nombre, Venancio! ¿Qué decir de tus cabellos de azabache, de una barba tan varonil, de la poderosa voz, aterciopelada por el brandy y el tabaco? ¿Cómo describir ese atlético y tupido torso que me enloquece solo con evocarlo? ¡Y cómo golpeas de bien, Venancio! Cada vez que rememoro el impacto de tu dulce mano sobre mi boca, deseo que me saltes dos dientes más, sueño con ello hasta despierta.

Mis padres, los marqueses, dicen que estoy chalada, que eres un criminal muy peligroso, que no sientes nada por mí. Pero yo sé que eso no es cierto, que en cada una de tus patadas me estabas entregando amor. Porque no eres como los demás, Venancio, tú no eres un ñoño ni un pusilánime, sabes ocultar profundamente todos tus sentimientos, tan nobles y admirables como los de cualquiera. Y estoy deseando que nos reunamos de nuevo para huir de esta sociedad mentirosa, para que me ates de nuevo a un radiador y me amordaces con el ímpetu de tu secreta ternura.

El psiquiatra que me visita, al que abrí mi corazón, diagnosticó un mal escandinavo y me recetó unas píldoras que nadie sabe que estoy lanzando al retrete. Porque ni puedo ni deseo olvidarte, porque te necesito.

No desesperes, querido, se aproxima el día en el que apareceré en esa prisión vestida de enfermera y acompañada de dos ametralladoras, una para ti y otra para mí. Si salimos con vida exigiré que me secuestres de nuevo, pero esta vez que sea para siempre, Venancio, que nada ni nadie nos vuelva a separar jamás. Y si morimos, lo haremos juntos, abrazados, como los amantes de la mejor de las novelas.

Te adoro con pasión, mi ángel, mi príncipe, mi amor.

Marga (Margarita Jacinta de las Finas Hierbas)


viernes, 23 de mayo de 2014

El corazón de Laila


Konzentrationslager Auschwitz - Yam Amir (http://500px.com/yamamir)


Recorrió conscientemente miles de kilómetros, desoyendo los consejos de sus médicos. Mas cuando llegó a Jerusalén, solo consiguió descargar ochenta y siete penosos años sobre sus rodillas mientras derramaba las lágrimas más amargas de su vida. En contra de lo que dictaba su cabeza, el sabio y longevo corazón de Laila suplicaba a gritos no traspasar las puertas del Yad Vashem[1].



[1] Yad Vashem: Museo del Holocausto, en Jerusalén.


jueves, 15 de mayo de 2014

The End


Rebeca Saray - Rules don't stop (http://500px.com/rebecasaray)


El extraordinario do de pecho que convirtió a Edith Conant en una celebridad se apagó fulminantemente cuando sonó un disparo en el interior del saloon.

La cantante y sus coristas no consiguieron reprimir los acostumbrados grititos histéricos, al tiempo que los parroquianos botaban asustados de sus asientos y  desenfundaban las armas sin poder evitar el consiguiente derramamiento de licores, naipes y dinero.

Cerca del mostrador, tendido sobre la sucia tarima, yacía el cuerpo de un cazarrecompensas al que todos conocían como Citizen. Un sujeto de oscuro origen y groseros modales, que jamás desveló a nadie su verdadera identidad.

Junto al cadáver, al que observaba con frialdad, Nancy, la hija del Reverendo  Knapp, sostenía un arma humeante.

Batiendo las oscilantes puertas del establecimiento surgió la negra figura de Kid Salieri, el sangriento pistolero que tenía aterrorizado al Condado.

Nancy se volvió hacia él espetándole:

-Kid, creías que no podría hacerlo... ¡¡Ja, ja, ja!!  ¡Afloja ahora mismo esos mil dólares, cretino!

El rostro de Salieri no mudó un milímetro su expresión mientras extraía el Colt y atravesaba con una bala los sesos de la desgraciada ganadora de una apuesta siniestra.

-Lo siento, querida. Pensaba que no eras tan lerda.

Lentamente se encaminó a la barra, en la cual depositó cien dólares.

-¡Whisky para todos, excepto para Edith!

Se giró hacia el escenario, desenfundó de nuevo y el telón de la vida bajó por siempre para la prometedora soprano.

-Que le cante al diablo. Nunca soporté el irritante timbre de su voz, concluyó Kid sonriendo y quitándose el sombrero.


martes, 13 de mayo de 2014

Bronco




Me lo dijo mi amiga Nuria, haciéndose la interesante:

-Si sacas a pasear a Bronco y se moja con agua de lluvia se convertirá en un tigre de verdad. Lo he leído en un libro secreto de magia que me regaló mi abuela.

Esta tarde, cuando más llovía y mientras mi madre estaba entretenida hablando por teléfono, he bajado con él a la calle. Nos hemos mojado hasta empaparnos, pero Bronco sigue siendo el muñeco de peluche que me trajeron los Reyes hace dos años. Estoy contenta, creo que lo prefiero así. Nunca pasará hambre ni sed, no podrá enfermar ni le atropellará ningún camión o le comerá un dinosaurio. Deseo que esté conmigo toda la vida; porque le quiero.


domingo, 11 de mayo de 2014

Las viudas


Vittorio Matteo Corcos (1859-1933) - Conversazione nel Jardin du Luxembourg, 1892


Mientras la pequeña Francine se entretenía jugando con su cubo y la arena del parque, en un discreto rincón de los Jardines la nerviosa viuda Laurent departía con su mentora, la viuda Renard.

- Necesito que me presentes con urgencia a tu abogado, Madeleine. Nunca habría imaginado que un hombre tan ordenado y detallista como Bastien olvidase dejar testamento.

- Mira que te lo advertí, Chantal, recuerda que te dije “es preciso cuidar todos y cada uno de los detalles”. Pero como eres tan estúpida, desatiendes el más importante. Querida, hazte a la idea, puedes ir despidiéndote de la fortuna de tu marido.

- ¡No digas eso ni de broma, Madeleine! Creo que se me está poniendo mal cuerpo. Dame el nombre y la dirección de ese leguleyo, te lo suplico.


 - Ningún picapleitos de París podrá ayudarte, pequeña zorra. Bastien me lo dejó todo a mí, tengo un documento privado firmado en el bufete del Licenciado Leclerc, con Madeimoselle Garnier como testigo. Agradezco que siguieses las instrucciones que te di para deshacerte de tu marido y mi amante. La verdad es que, tal y como confesabas, en el lecho dejaba mucho que desear, cariño.



jueves, 1 de mayo de 2014

¡ Salute !


Herbert Ellis fue siempre un buen, fiel y disciplinado soldado. Su única deficiencia, carecer de origen italiano. Pero ya dicen que nadie es perfecto, y os garantizo que en nuestro negocio esa ley se cumple inapelablemente. Jamás me faltó al respeto, cumplía con rapidez y pulcritud todos los trabajos que le encomendaba y se cuidaba de poner en solfa cualquiera de mis decisiones, por equivocadas que pareciesen. No discutía por los emolumentos y mantenía una vida privada muy conveniente para los intereses de la familia, con la que estaba comprometido hasta la médula. A Ellis lo descubrí muy joven, hace ahora más de treinta años, en un lupanar del West End; vigilaba que los clientes conservaran la debida compostura con las chicas y retribuyesen sus servicios de forma exacta y puntual. A pesar de su severa apariencia, no era un matón al uso: se declaraba un apasionado del diálogo aunque a veces, cuando las discusiones desembocaban en un callejón sin salida, sus obstinados interlocutores terminaban con algún hueso roto, un agujero en la tripa o sencillamente fiambres. Porque Herbert Ellis, además de fuerza física e inteligencia, disponía de una cualidad de la que muchos adolecen, tenía criterio, amigos, y sabía cuándo alguien merece o no seguir respirando.

Nuestro querido Herbie era también un hombre de principios. No sólo detestaba la religión, tampoco creía en Dios. Recuerdo que en cierta ocasión me aseguró que, si se lo encontraba en el otro barrio, le invitaría a unos tragos en compensación a todas aquellas veces en las que le maldijo. Apuesto a que necesitará más de una destilería para poder saldar esa deuda con el Creador.

Pocos de vosotros sabéis que estuvo a punto de cumplir la ilusión de intervenir en una película de Hollywood. Intercedí por él ante un empresario de la industria del cinematógrafo, pues daba el perfil de malvado que la mayoría de los films requieren. Sin embargo, poco antes de debutar junto a Broderick Crawford, Veronica Lake y otros peces gordos, fue condenado a tres años por robo con allanamiento. Cuando salió de la trena, ya no volvió a mencionar aquel sueño.

Hoy Herbie nos dice adiós, la tierra de la que vino cubrirá su féretro, pero este gran colega permanecerá siempre en nuestros corazones. Y no sólo en los nuestros, también en los de quienes lo asesinaron, porque ya he ordenado que las balas que los atraviesen lleven grabado el apellido Ellis. De esa forma, el diablo no necesitará más referencias y sabrá administrar a esos traidores el castigo que merecen.

Finalicemos este acto como él hubiera deseado que lo hiciésemos. Alcemos nuestras copas y brindemos por los magníficos momentos compartidos con ese fenómeno llamado Herbert F. Ellis. ¡SALUTE!