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lunes, 13 de octubre de 2014

Cosas que no te enseñan en la escuela: Piratas



Fighting pirate - Knut Haberkant  https://500px.com/KHPhoto


Sucedió hace siglos, a varias millas de las costas holandesas. A bordo de la goleta británica Seacat, comandada por Walter Lizard. Este capitán siempre tuvo ganada fama de cobarde y pusilánime entre sus subordinados. De hecho, nadie supo nunca cómo pudo alcanzar los galones, pues cualquier marejadilla de tres al cuarto le producía náuseas y en lugar de beber ron, como los piratas que se precian, el higiénico del barco le administraba constantemente infusiones destinadas a reparar su tránsito intestinal. Cuando no permanecía indispuesto, en cuyo caso un oficial o contramaestre se hacían cargo de la navegación, el hombre se paseaba por cubierta  -arriba y abajo- con un loro llamado Oliver posado sobre su hombro izquierdo. El pajarraco disfrutaba retransmitiendo a los marineros las órdenes de su amo. Si, por ejemplo, Lizard decía “¡arriad las velas!”, el plumífero repetía “¡arriad las velas!” y los hombres se ponían a ello. Si proponía “¡ceñir por la amura de estribor!”, Oliver reiteraba las instrucciones y enseguida se cumplía lo ordenado. La tripulación se había acostumbrado tanto a la voz del loro, mucho más autoritaria que la del capitán, que hasta que el ave no emitía su propia advertencia no comenzaba a trastear con los aparejos.

Pues bien, según relatan las crónicas, en la mañana del 13 de Julio del año del Señor de 1689, John Spencer, vigía del Seacat, avistó en el Mar del Norte una fragata flamenca. El capitán, aterrado, dio la orden de desplegar velas y virar a sotavento en una maniobra tendente a huir, con fuerza de popa, de aquella amenazante nave, más voluminosa y dotada de un armamento mucho más poderoso. Pero el loro, descontento con el canguelo de Lizard, le sacó un ojo de un picotazo; tras volar brevemente y situarse en el puente de mando, gritó: “¡Izad las velas y virar a barlovento! ¡Artilleros, a los cañones! ¡Listos para el abordaje!”

Habría sido una victoria épica, y más tratándose de la primera y única incursión de la historia dirigida por un ave psitaciforme, si no hubiese sido porque en el vetusto y destartalado navío holandés solo viajaban ocho personas que se rindieron sin paliativos. Ocho hombres cuya misión era conducir el inútil barco mar adentro, para hundirlo en agua de nadie y regresar luego sobre una barcaza.

        Lo que poca gente sabe es que, tras difundirse entre los corsarios esta anécdota, la mayoría comenzó a lucir           –como hizo Walter Lizard el resto de su vida- un parche en el ojo izquierdo. No porque (como él) estuviesen tuertos, sino para prevenir posibles ataques de sus mascotas, con las que a partir de entonces se les veía cuchichear muy a menudo, tratando de consensuar las órdenes antes de impartirlas.


jueves, 5 de diciembre de 2013

Ojalá los sueños




Se durmió soñando que él también podía volar, que era un marabú más surcando el luminoso cielo que cubría su comarca. Imaginó que desde la altura divisaba su poblado, las cimas de montañas sagradas y una nutrida manada de ñus desplazándose hacia el sur. Observó a los niños jugando alegremente en las riberas y a un grupo de cazadores adentrándose en la espesura del bosque. Creyó distinguir a sus padres, que lloraban angustiados a la entrada de la choza. Y cuando se disponía a acercarse para confortarlos, un golpe de mar primero y un latigazo después desvanecieron cualquier ilusión.




lunes, 8 de abril de 2013

El espanto




Noname es un cazador de la tribu surruque que, lejos de su poblado, explora la ribera del Tomoka en persecución de un ciervo. Aunque su pueblo es agricultor, los hombres también practican la caza y la pesca. El rastreador se mueve con precaución entre los árboles, ha divisado a su presa tras unos pinos. De repente se escuchan fuertes voces al otro lado del río, una bandada de pájaros azules levanta el vuelo, el ciervo huye. Bordeando el cauce caminan tres individuos de pajiza tez, con largas y canas barbas como las de un chamán, insólitos ropajes, cabezas y pies cubiertos por extrañas piezas de piel. Se comunican en una lengua ininteligible mientras sostienen unas láminas amarillentas que consultan repetidamente. Es la primera vez que un nativo norteamericano avista y oye a un extranjero y ese nativo está aterrorizado. Intenta contener su respiración y si bien el corazón quiere escapar de su pecho y el cerebro le pide salir corriendo, permanece petrificado detrás de unos altos helechos rezando a sus dioses. Cuando los desconocidos han pasado de largo, Noname recupera el resuello e intuye que a partir de entonces su vida, la de su pueblo y la de sus descendientes ya nunca volverá a ser la misma. Desafortunadamente, el indígena acierta.

Notas:
Tomoka significa “Agua fresca” en lengua aborigen.

En Abril de 1513 el vallisoletano Juan Ponce de León (1460-1521) explora la costa noreste del actual estado de Florida, territorio en el que vivían más de 50 tribus diferentes. Es la primera incursión europea –documentada- en lo que hoy en día son los Estados Unidos de Norteamérica.


viernes, 15 de marzo de 2013

Semillas envenenadas





Cuando el pequeño Hamid, de doce años, llegó de la escuela y vio su casa destruida y a su madre y hermanita muertas por un misil israelí, prorrumpió en un inconsolable llanto al tiempo que pensaba que ojalá los malditos nazis no hubieran dejado un maldito judío vivo sobre la faz de la tierra. Acababa de quedar sembrado en un niño más el germen del odio eterno.