martes, 1 de diciembre de 2015

Despedida




Papá, necesito contártelo. Es la última oportunidad que tengo para confesar que no me alisté por compartir ese ridículo y enfermizo patriotismo tuyo. Me alisté por ti, papá. Para que te sintieras orgulloso de este mierdecilla, como te gustaba llamarme. Para que en la iglesia exhibieras tu pecho henchido, cada vez que el párroco me nombrase en sus plegarias. Para que los Warren y los Forsyth no siguieran perdiéndote el respeto.

Y cuando se celebre mi funeral y un chupatintas del Pentágono os entregue una condecoración, calificándome de «valiente» o incluso de «héroe», intenta disimular papá, ya que estoy literalmente CAGADO DE MIEDO, así, con mayúsculas. Dentro de unos minutos nos envían a una de esas misiones de las que nadie regresa vivo, porque los guerrilleros del Viet Cong saben aguardar pacientes en la profundidad de la selva para hacernos papilla en cuanto asomamos las narices.

Jamás debimos intervenir en esta maldita guerra, papá; sé que, antes o después, tú también acabarás convencido de ello.

Dile a mamá que la quiero, y que la criatura que Sally Olsen lleva en su vientre es nieto vuestro. Dadle un beso cuando nazca.

Hasta siempre,

Norman


3 comentarios:

  1. Que fuerte amigo, este relato es escalofriante, dado que nos deja un sabor amargo además del mensaje que conlleva.
    Excelente.
    Un abrazo.

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  2. Hola, Rafa, creo que alguna vez pasé por aquí, pero esta vez lo hice animado por Luis Molina, de Rosario, Argentina, quien me invitó a hacerlo.
    Lo que cuentas es duro como una pared de concreto, pero así también es real.
    Te dejo un fuerte abrazo.
    HD

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