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viernes, 29 de noviembre de 2013

Tres buenas razones



-Nunca antes se planteó usted testificar, ¿verdad, Paolo?

-No entiendo la pregunta, Sargento.

-Quiero decir, que Don Fabrizio tenía comprado su mutismo y el del resto de la banda, que todos eran conscientes de que en boca cerrada no entran balas.

-Debería usted saber que en Sicilia acostumbran a amamantarnos en silencio, por eso después somos tan sumamente discretos.

-Entonces, ¿por qué se ha decidido ahora a cantar de plano?

-Alguien me ofreció tres buenas razones.

-Explíquese. ¿Quién fue? ¿Qué razones?

-El señor fiscal, debería hablar con él. Me llamó para asegurarme impunidad, protección y una recompensa millonaria. ¿Cómo puede alguien en sus cabales rechazar semejante oferta?


miércoles, 27 de noviembre de 2013

Confusión u olvido




Fuera por confusión u olvido, Amanda programó a la misma hora y en el mismo lugar sus citas a ciegas con Robin y Derek. En el paseo marítimo de Norwalk los tres se conocieron, fumaron unos pitillos, charlaron y rieron durante un buen rato. Después cenaron juntos y mientras, entre los  hombres surgió el amor.

Amanda sigue recurriendo al mismo tipo de encuentros, solo que ahora lleva mucho cuidado en evitar inoportunas coincidencias.



martes, 26 de noviembre de 2013

La apuesta




Ellos, siempre tan inmaduros, se lo tomaron como una simple apuesta. Yo estaba seguro de que se trataba de un inédito experimento sociológico. No hay huevos, me dijeron. Hay huevos de sobra, pero no os voy a dar el gustazo de hacerlo gratis. Si deseáis espectáculo tenéis que pagarlo y yo pongo el precio: trescientos euros; si queréis lo tomáis, si no, olvidaos. Los cinco se reunieron en un apartado corrillo y tras varios cuchicheos Jorge, el líder, se volvió hacia mí para comunicarme que aceptaban, pero que si no cumplía habría de apoquinar la pasta sin dilaciones. De acuerdo, pasado mañana es lunes, todo comenzará a las ocho y acabará a las cinco de la tarde del viernes. Sellamos el compromiso palmeando nuestras manos y nos despedimos hasta la semana siguiente.

Como cada día de clase, el lunes tomé el autobús que me llevaría al Instituto. El chófer primero me miró con aspecto incrédulo y luego no pudo reprimir un gesto despectivo, como queriendo expresar ¡vaya pedazo de tarado! Los pasajeros imitaron el mohín del conductor y noté que algún chico más joven me observaba con relativo temor.

En el cole los compis (incluidos los cinco perdedores) se descojonaban de mí por los pasillos, lo cual no dejaba de ser un riesgo calculado, asumido y controlado. Lo que no tenía demasiado claro era cómo reaccionarían los profesores. La de Filosofía se lo tomó con bastante ídem., aunque me mandó a la última fila, prohibiendo las miradas hacia atrás de los colegas. Pero a segunda hora teníamos al Foca, el sujeto que impartía Geografía e Historia y el primer día de clase nos flipó a todos preguntando, desde el abismo de su poblado bigote, dónde estaba Milwaukee, como si eso le importara una mierda a alguien. Como era previsible, el Foca se mostró inflexible y me llevó al despacho del Director. Éste intentó convencerme de mi inadecuado proceder, de que me dejase de absurdos juegos que solo contribuían a desestabilizar el ambiente del centro. Me prometió evitar represalias y no avisar a mis padres. Le contesté que no era un juego sino un trabajo de campo que iba a durar hasta el viernes y que estaba en mi derecho de vestir como me diera la real gana. El muy obtuso se cerró en banda, lo que me obligó a confirmarle repetidas veces que mi decisión era inapelable. Bien, chaval, pues tu investigación no se llevará a cabo en mi Instituto, estás expulsado por una semana, vuelve el lunes que viene e intenta no tocar más los cojones; pasa por Secretaría, en diez minutos te daremos un escrito para tus padres. Espero que te impongan un duro castigo. Deje en paz a mis padres, Director, ellos a diferencia de usted me conocen y saben cómo tratarme. Son personas modernas, comprensivas y liberales, no como ustedes, que parecen muertos vivientes enarbolando continuamente doctrinas y prejuicios trasnochados. Mira chico, lárgate antes de que me cabree más y te meta un paquete importante. ¡Adiós muy buenas!


Cuando llegué a casa, convencido de que aquellos tarugos no iban a soltar la mosca pero que tampoco se atreverían a reclamar ni un céntimo, me desprendí del disfraz de espermatozoide y puse a todo volumen a los Vampire Weekend.


sábado, 23 de noviembre de 2013

Misión imposible




Tengo al muy inútil sentado aquí enfrente, balanceando su tórax adelante y atrás sin parar. Va a conseguir ponerme histérico. No entiendo cómo ese cuerpo descomunal aloja un cerebro tan microscópico. La ha cagado con todo el equipo y aún intenta justificarse.

-Jefe, son cosas que pasan. Somos humanos, cometemos errores. Era de noche. Fue un puñetero malentendido.

Con gusto le habría saltado todos los dientes de un guantazo. Le asigné esa operación únicamente porque su padre me lo suplicó; no sé negarle nada a mis amigos. Harry querrá morirse cuando se entere.

-Te dije que el tipo se llamaba King, K-I-N-G, ¿entiendes? Treinta tacos, caucásico, residente en el 138 de Bay Avenue. Y tú vas y te cargas a un negro llamado Quinn, Q-U-I-N-N, de cincuenta y muchos, que vive en el 138 de Abbey Street. ¡Zoquete!

El idiota se queda quieto, analizando el diseño del parquet. Luego levanta poco a poco la vista y con semblante entre serio y compungido tiene la santa barra de preguntar:

-Entonces, jefe ¿no me va a abonar este trabajo?


jueves, 21 de noviembre de 2013

Stand-by




Paco está bien, pero que bien jodido. Apuesto a que este año no se come los turrones. Mucho coñac y demasiado tabaco ha tragado ese esmirriado cuerpo, con el que no comprendo cómo llegó a ser bombero. Y Olvido, la futura viuda, menuda broma le gastaron sus padres eligiendo semejante nombre. El maldito alemán ha devorado sus neuronas en una contrarreloj; hace solo dos meses era la reina de los chismes y mírala ahora. Todo son calamidades en este submundo del stand-by. Los que salen con los pies por delante proporcionan hueco a nuevos okupas en la estación por la que solo pasa un tren canalla, al que nadie quiere subir. Bueno, nadie menos Gregorio, que nos taladra sin piedad con su empeño en mudarse al otro barrio. Aunque ya lo dicen: mala hierba, nunca muere. Ojalá aguante, el muy pelma, porque aquí en la residencia cada vez hay menos personal que juegue decentemente al dominó.


miércoles, 20 de noviembre de 2013

La música triste




Emilia Buendía

Calle Sinfonía Inacabada, s/n 

Macondo


                                                                     París, 10 de Julio de 2013

Querida Emilia,

Sin ti, ya nada aquí es igual. Me prometiste que volverías después del entierro de tu padre, de eso hace ya dos meses. En las últimas semanas no contestas mis llamadas ni mis mensajes. Supongo que no estás obligada a amarme, aunque durante mucho tiempo me ofreciste palpables muestras de un cariño apasionado. Me gustaría poder volver a estar contigo una última vez, solo para oírte decir que no me quieres, porque a mi corazón de nada le sirven tus motivos.

Estoy más afligido que nunca. Hoy únicamente he sido capaz de interpretar las melodías más tristes, y no creas que eso no se aprecia cuando recojo las limosnas de la buena gente que pasa por Ópera.

Seguiré adorándote siempre, Emilia, pese a haberme convertido en una simple anécdota de tu pasado.

Con todo el amor,

                             Pierre


martes, 19 de noviembre de 2013

Próximo destino




Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión; aunque era un sol extraño, su luz parecía blanca. Las simpáticas azafatas invitaban a que los cinturones fuesen desabrochados tras la prolongada y en momentos terrorífica fase de turbulencias. Sin embargo, los pasajeros no podían dejar de mirarse con expresiones desconfiadas. Las últimas palabras del comandante difundidas por la megafonía interior habían sido: “Tengo el placer de informarles que ha sido una colisión perfecta, afortunadamente ninguno de nosotros ha sobrevivido. Comiencen a olvidar cualquiera de sus problemas, pronto llegaremos a destino”.



lunes, 18 de noviembre de 2013

El discurso



Hace décadas que el silencio se apoderó del ancestral caserón, cuyos paramentos colorean de esperanza la hiedra y otras enredaderas. La gente del villorrio, aunque encubre los detalles, asegura que en una de sus estancias se vivió una extraordinaria tragedia. Solo una vieja vecina intenta ofrecer explicaciones, pero le falta el habla. Extiende sus manos y luego las agita, dibujando en el aire lo que parecen puñaladas. Los curiosos visitantes soportan atemorizados un discurso indescifrable, construido con los gemidos más terroríficos, hasta que alguien pasa y les advierte: “No hagan caso a la muda, que está loca”.


miércoles, 6 de noviembre de 2013

Sueños rotos





Mientras su padre prendía fuego a una gran pira de sueños rotos, el niño advirtió en su mirada la tristeza del náufrago cuando un barco pasa de largo, la derrota del toro bravo después de mil puyazos, el arrastrar de cadenas de un nuevo esclavo. Sin embargo, la veneración por su héroe jamás se atenuó; el chico conservó como un tesoro la obra cumbre de aquel escritor fracasado: el maravilloso cuento que le escribió cuando comenzaba a leer y que muchas noches, antes de dormir, revisa entre sollozos.


domingo, 3 de noviembre de 2013

Revelación




Buenas tardes, madre, necesito contarte algo. Acabo de conocer a una joven maravillosa y me he enamorado de ella. Se llama Giuliana, es más o menos de mi edad, está admirablemente educada y compartimos muchas aficiones, pues le encanta la literatura clásica, adora las composiciones de Paganini y las óperas de Verdi. Es de muy buena familia, no te vayas a pensar, sus padres eran unos ricos lombardos que se instalaron en nuestro país huyendo de un conflicto político cuyos detalles desconozco. Giuliana Marini es una damita preciosa, sus cabellos ambarinos me recuerdan los tuyos. Le pediré que pase a verte. Cuando la conozcas también te sorprenderán sus atractivos ojos de azabache. Viste como una auténtica princesa y es sencilla, gentil, tierna. Y aunque no le encuentro el más mínimo defecto, me temo que existe un inconveniente para que prospere esta ilusionante relación: ella murió en 1882 y asegura que bajo ningún concepto puede traspasar las puertas del cementerio. Así es que, de ahora en adelante, os visitaré a menudo. Aquí dejo unas flores, espero que te gusten. Hasta mañana, madre.




lunes, 28 de octubre de 2013

La fibra sensible



Demasiados asientos vacíos para un vuelo low-cost” discurrió el Inspector Bustamante desde la fila 22 izquierda, asiento pasillo. “Con los recortes esto es una mierda. He de custodiar yo solo a este capullo, con el que comparto grilletes hasta para ir a mear. Cuando llegue a Madrid voy a montar un pollo al mismísimo Comisario Provincial. Esto no se le hace a un inspector, por menospreciado que lo tengan”.

-Jefe, ¿puedo usar tu móvil?

-Pero, ¿tú en qué coño estás pensando, atontado? Ya hablarás con tu abogado cuando estés en Comisaría.

-No te cabrees, jefe. Es para felicitar a mi madre, que hoy es su cumpleaños…

-Claro, hombre, claro, y piensas alegrarle el día diciéndole que has sido detenido.

-Venga, hombre, déjame llamar. No seas mala persona. Mira, si lo haces, juro decirte dónde tengo escondida una parte del botín.

-Joder, ¡anda que no tenéis suerte algunos! Acabas de tocar mi fibra sensible, chaval. Toma y llama, pero sé breve.


viernes, 25 de octubre de 2013

Strangers in the night



Hacía una noche perruna. Llovían chuzos de punta y Santa Bárbara, San Pedro o quien coño fuese soltaba unos pedos monumentales allá arriba. Crucé corriendo el parking, subí al coche y puse la radio. Comenzaba Strangers in the night cuando sentí en el cogote el duro y frío cañón de un revólver.

-Estate quietecito y evitarás que te fría los sesos, dijo una voz cavernosa a través de un pasamontañas.

-¿Quién eres y qué cojones quieres?

-Calla y obedece, mamón. Hay un fiambre y una pala en tu maletero. Conduce hasta el bosque de Tinkerville. Allí abrirás una fosa y lo enterrarás.

-¡Ah! Pensaba que con esta música te apetecía un bailecito…

-¡Cierra el pico, idiota!. Y mueve el culo, ¡rápido!

Puse el auto en marcha y tomé la federal. A medio camino rompí el silencio.

-Acabo de decidir que va a excavar tu condenada madre.

-Pero ¿qué dices, capullo?

-No hay ningún cadáver. Piensas liquidarme, pero pretendes que antes cave mi propia tumba. Un encarguito de Floyd, supongo.

-¡Bingo! No eres tan gilipollas como pensaba, Buchanan.

-Pues infórmate primero de quién te pagará este recado, listillo, porque hace una hora que obsequié a tu patrón con unos tickets de plomo y está de viaje en el otro mundo.

El fulano enmudeció y me pidió que le dejase en el primer área de servicio.


lunes, 21 de octubre de 2013

La carta



Mi queridísimo Jonasz:

Hermano mío del alma, sentí una alegría infinita al enterarme que después de esta trágica guerra sigues vivo. Si he de ser sincera, en la familia habíamos perdido la esperanza de volverte a ver. Y aunque ahora estés preso de los rusos, sabemos que el momento de nuestro reencuentro se acerca. Cada minuto rezamos para que vuestros carceleros os traten bien, os mantengan sanos y, sobre cualquier cosa, que os liberen pronto.

Varios meses después de que abandonases Varsovia para incorporarte al ejército clandestino polaco conseguimos huir al norte, no sin padecer grandes calamidades. Los Pawlak, unos amigos del tío Janek, nos acogieron y ocultaron en su granja durante dos interminables años.

Hemos trabado amistad con unos ancianos a los que les han dicho que su hijo reside en el mismo campo que tú, su nombre es Milek Kowalski. Si lo conoces, pídele que les escriba o busque a alguien que lo haga, su padre está muy enfermo y recibir noticias suyas mitigaría el gran sufrimiento al que está sometido.

Te envío una foto que me hicieron la pasada primavera cerca de la granja Pawlak.

Recibe un amoroso abrazo de tu hermana


Rasia


jueves, 17 de octubre de 2013

La buena educación



Perdone usted, caballero, ya le he dicho antes que lo siento mucho. Comprenda que es mi trabajo, que tengo una familia que mantener. Pero hombre, no ponga esa cara, ¡por el amor de Dios! ¡Si solo ha sido una advertencia! Ande, ande, tápese bien ese agujero de la tripa, yo que usted no derramaría más sangre, podría resultar nefasto para su salud. Mire, voy a parar a ese taxi para que le lleve al hospital, ¿de acuerdo? Aquí llega. ¡Venga! que yo le ayudo a subir. Arribaaaaa, ¡hop!  Bueno, pues que se mejore, señor, que se recupere pronto y no sea nada. Ahora, por favor, eso sí, se lo ruego encarecidamente: acuérdese de devolver la pasta a Don Alessandro antes de una semana, mire usted que tiene muy mal carácter y es capaz de cualquier cosa… Adiós y buenas tardes, ha sido un placer conocerle. Hasta más ver.


martes, 15 de octubre de 2013

El desliz



Ese día, al salir de casa me tropecé con una mañana espléndida. Una sensacional mañana de primavera, en la que solo faltaban unos coros de gospel alabando al Señor por tamaña bendición. Me convencí de que en tales circunstancias encerrarse en la fábrica, justamente esa inacabable jornada de tedioso inventario, constituiría un sacrilegio. Compré pues un periódico, determinado a leerlo en el bar del parque mientras tonificaba mi cuerpo con una cálida taza de té. De camino hacia allí y con la ayuda de cinco euros, persuadí a una adolescente que se dirigía al Instituto de que llamase desde mi móvil y haciéndose pasar por mi hija informara a Rodríguez, mi jefe, que estaba en cama con cuarenta de fiebre. Una desgraciada casualidad quiso que esa criatura fuera precisamente Marisol, la pequeña de Rodríguez.

Por favor, si se enteran de una vacante de administrativo en alguna empresa de la ciudad o alrededores, les ruego me avisen. Soy un tío serio y competente y ustedes, que son comprensivos, saben bien que un desliz lo tiene cualquiera, que errar es de humanos.


domingo, 13 de octubre de 2013

Los peces muertos





Cuarenta años han pasado ya. Y como cada tarde, desde hace cuarenta años, Prudencia se asoma tras la cortina que cuelga en la entrada de su casa. A través de ese tenue tejido la anciana semeja un pez atrapado en la red, aunque su expresión es, ciertamente, la de un pez muerto.

Como cada tarde, desde hace cuarenta años, la mujer escruta los rostros silenciosos o parlanchines de los marineros que vuelven de faenar. Se dice que los peces no tienen memoria, pero Prudencia conserva intacto el recuerdo de cada mirada, cada caricia, cada piropo y cada beso de su hombre. Solo su esperanza va empequeñeciendo a medida que pasa el tiempo: intuye que Agustín y sus cuatro compañeros jamás regresarán, pues un océano egoísta y caprichoso se prendó de ellos y decidió retenerlos consigo.

Prudencia envidia a los peces muertos sin imaginar que es, desde hace mucho tiempo, uno de ellos. Solo desea que llegue pronto el día en que el corazón se detenga, para que embarquen su cuerpo rumbo al paraíso de los pescadores desaparecidos.


lunes, 7 de octubre de 2013

La sombra




Vivo en un pequeño pueblo en el que todos nos conocemos. Cuando de chiquillo me cruzaba con los viejos, con los abuelos y abuelas de mis amigos, los evitaba a toda costa. Si se acercaban hacia mí, tomaba la primera calle a derecha o izquierda o bien daba media vuelta, aunque tuviese que desviarme mucho de mi ruta. Si los veía venir de lejos, me ocultaba detrás de un árbol o de una esquina hasta que pasaban de largo. Cualquier cosa antes que sentir sus voces, que tener que saludarles. Cada uno de esos ancianos arrastraba, cosida a su cuerpo, una oscura y funesta sombra que me horrorizaba. Después crecí y, afortunadamente, dejé de percibir esas manchas siniestras.

Esta mañana me he topado con Asun, una de las nietas de mi primo Tomás. La niña, a la que tuve en brazos el día de su bautizo, me ha ignorado con poco disimulo cruzando al otro lado de la calle. Su expresión de espanto era inequívoca: ha vislumbrado mi sombra, esa extraña imagen que solo algunos niños pueden advertir y que representa el preludio del fin.


viernes, 27 de septiembre de 2013

Obsesión




Contemplar una y otra vez esa película se había convertido en una auténtica obsesión para Grace. Cada crepúsculo ordenaba a Red, el mayordomo, que instalase el proyector y pusiera a rodar aquella rancia bobina de celuloide. Sobre la blanca pared planeaba noche tras noche la sombra de la misteriosa muerte de su padre, acaecida cuando ella era apenas una cría. Y como siempre, el noticiario concluía con las tristes declaraciones de la madre, asombrosa superviviente de tan terrible catástrofe. Grace sospechaba que detrás de algunas de aquellas extrañas palabras se ocultaba un mensaje de autoinculpación. Y la misión de su vida era encontrarlo.


lunes, 23 de septiembre de 2013

El viejo músico





El viejo músico se queda mirando, pasmado, la portada de ese antiguo disco de vinilo en la que aparecen sonriendo un hombre blanco y otro de color. El primero de ellos sujeta una trompeta, el segundo un saxo. El fan, que adora esa grabación y se moría por un autógrafo, desconocía que su ídolo, con el brazo derecho paralizado y la mente en otro universo, baila el último vals sobre la silla de ruedas que conducen las enfermeras de un geriátrico en un apartado pueblo del medio oeste. El artista sigue observando en silencio la cubierta de esa joya imperecedera y comienza a acariciar con su mano izquierda el que hace décadas fue su propio rostro. En la otra, en la mano muerta, los dedos resucitan un instante: sus yemas tamborilean sobre el pantalón del pijama, como si quisieran pulsar unos pistones invisibles. De repente gira la cabeza y, dirigiéndose a su admirador, le pregunta: “¿Dónde está mi trompeta, Harry?”. El visitante, que ni se llama Harry ni tiene la más remota idea del paradero del instrumento aunque daría todo lo que posee por averiguarlo, no consigue reprimir una lágrima. Con la voz entrecortada le responde: “Mañana te la traigo, Buck”. Entonces el anciano sonríe, tal y como hacía el joven de la foto cincuenta y cinco años atrás. El buen samaritano le abraza y se aleja apesadumbrado. Sabe cabalmente que dentro de diez minutos Buck ya no recordará nada.


martes, 17 de septiembre de 2013

Los pasos lentos




Siento cómo poco a poco se van desvaneciendo mis recuerdos. Percibo claramente los pasos lentos de mi mente sobre la angustiosa senda del olvido, al final de la cual me espera con los brazos abiertos la nada absoluta. Ayer decidí no tomar más pastillas, no permitir que la maldita química impida a la naturaleza resolver mi destino. Porque he entendido que a veces ignorar lo vivido puede ayudarnos a morir en paz.