sábado, 23 de noviembre de 2013

Misión imposible




Tengo al muy inútil sentado aquí enfrente, balanceando su tórax adelante y atrás sin parar. Va a conseguir ponerme histérico. No entiendo cómo ese cuerpo descomunal aloja un cerebro tan microscópico. La ha cagado con todo el equipo y aún intenta justificarse.

-Jefe, son cosas que pasan. Somos humanos, cometemos errores. Era de noche. Fue un puñetero malentendido.

Con gusto le habría saltado todos los dientes de un guantazo. Le asigné esa operación únicamente porque su padre me lo suplicó; no sé negarle nada a mis amigos. Harry querrá morirse cuando se entere.

-Te dije que el tipo se llamaba King, K-I-N-G, ¿entiendes? Treinta tacos, caucásico, residente en el 138 de Bay Avenue. Y tú vas y te cargas a un negro llamado Quinn, Q-U-I-N-N, de cincuenta y muchos, que vive en el 138 de Abbey Street. ¡Zoquete!

El idiota se queda quieto, analizando el diseño del parquet. Luego levanta poco a poco la vista y con semblante entre serio y compungido tiene la santa barra de preguntar:

-Entonces, jefe ¿no me va a abonar este trabajo?


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