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sábado, 14 de septiembre de 2013

Persiguiendo un sueño




Querida Julia:

Perdona que me despida de esta forma tan extemporánea e impersonal, pero prefiero evitar cualquier tipo de discusión y, sobre todo, asistir a esa dramática escena de afectación y llantos que tienes ensayada y ejecutas, en detrimento de mis nervios, con soberana maestría.

La nuestra no ha sido una relación perfecta, siempre tuvo sus altibajos, momentos dulces y amargos; pero no se puede decir que fuese distinta a la ejemplar relación que mantiene cualquier otra pareja. Y aunque te quiero y siempre te llevaré en el alma, la ciencia me exige ahora el doloroso sacrificio de esta separación.

Tú sabes perfectamente que la investigación lo es todo para mí. Es mi pasión y es mi vida. El profesor Wert me ha invitado a viajar al futuro en la máquina del tiempo que ha inventado. Somos un distinguido grupo de personas las seleccionadas para transitar hasta la España del próximo siglo. Según el profesor, que ha evaluado variables, establecido conjeturas y resuelto multitud de ecuaciones de extraordinaria dificultad, llegaremos a un próspero país donde todo el mundo tendrá trabajo y será feliz, donde no existirá la pobreza ni la discriminación, donde un Gobierno justo y honrado se preocupará de los necesitados. Un lugar donde apenas se pagará impuestos y los servicios serán magníficos, donde la sanidad y la educación tendrán carácter público y gratuito. En ese sitio y en ese momento se utilizarán energías baratas, no contaminantes, y por añadidura los científicos tendremos un papel predominante y decisivo.

Ojalá pudiera escribirte cuando aterrice en el año 2013, o volver y narrarte las excelencias que el futuro deparará a nuestros descendientes. Sin embargo, por ahora la máquina de Wert solo está disponible para desplazarse hacia adelante. No obstante todos confiamos en que cuando la perfeccionemos en nuestro destino, valiéndonos de la tecnología del futuro, serán posibles los viajes en ambos sentidos.

No llores, Julia, estoy convencido de que volveremos a vernos, no sé cuándo ni dónde, pero sé que nos reuniremos y nos amaremos de nuevo.

Despídeme de los niños, cuéntales que su padre ha desaparecido persiguiendo un sueño, que les quiere y regresará el día menos pensado para compartir con ellos un colosal patrimonio de sabiduría y el cariño acumulado durante años.

Sabes que no te olvidaré, mi adoración por ti permanecerá inalterable en cualquier circunstancia. Cuídate. Un gran beso, querida Julia.


Alberto


jueves, 12 de septiembre de 2013

Rumbo al paraíso




Inexorable, el convoy avanza hacia el incierto destino que me aguarda en una estación. Mi ritmo cardíaco está sincronizado con su marcha: si la máquina acelera, las pulsaciones se desbocan; cuando los vagones se detienen, el miocardio se relaja. Aunque intento abstraerme observando el paisaje y escrutando a los pasajeros, únicamente consigo evocar de nuevo su dulce rostro. Si no está esperando, habré perdido otra partida. Me sentiré arruinado, necesitaré volver a lanzar los dados del amor y no sé qué haré con estas flores. Pero si ella se encuentra allí, si me sonríe desde el andén, entonces habré alcanzado el paraíso.



jueves, 5 de septiembre de 2013

Dime...



-Dime que me quieres, cariño.
-Te quiero, muñeca.
-Dime que me adoras, cielo.
-Te adoro, mi amor.
-Dime que me necesitas, osito.
-Te necesito, nena.
-Dime que nunca me abandonarás, vida mía.
-Nunca te abandonaré, princesa.
-Dime…
-Perdone, Susan, pero ya hemos llegado a su casa. La sesión de hoy ha terminado. Volveré a por usted el próximo jueves a las siete. Recuerde que ha de seguir tomando las pastillas.

lunes, 5 de agosto de 2013

Blue




Excepto el barman, que seca los vasos en silencio al otro lado del mostrador, ya no queda nadie más en el club. En un rincón, mientras desgrana en su saxo las notas de una triste balada con el deje más hiriente que se pueda imaginar, el solista afloja unas lágrimas. Escribió ese tema para el gran amor de su vida, la mujer que traicionó todos sus sueños pero a la que, sin embargo, aún quiere y añora. Vibran, la caña en su boca y el corazón en su pecho. Finalmente, la melodía se desvanece como el hielo en un desierto. Como el estertor de un moribundo. Como un alma rota en un callejón sin salida.


domingo, 28 de julio de 2013

Mi Rat Pack (1)




Me llamo Frank y en mi casa tengo el nuevo y actualizado Rat Pack. Mi gato se llama Martin, es blanco con una mancha oscura en forma de pajarita bajo el cuello. Es un felino seductor, que maúlla y ronronea tentadoramente a las hembras que recorren el tejado. Por otro lado, a mi perro le puse Sammy; lo encontré un día sentado a la salida de casa, como esperando que me hiciese cargo de él. Es negro y tampoco pertenece a ninguna raza cotizada, más bien parece un vulgar chucho callejero, pero enseguida me robó el corazón con sus zalamerías. Al pobre le faltaba el ojo izquierdo, es posible que un gamberro se lo sacara de una paliza. El veterinario le colocó en el hueco uno de cristal, de ahí su apelativo.

Lo alucinante de Sammy es que en multitud de ocasiones se planta delante, mirándome fijamente. Entonces observo en su ojo sano mi reflejo pero en el de cristal se reproducen imágenes de esas actividades que aparco de forma indefinida y que debería haber hecho o estar haciendo en ese momento: visitar a mis padres o a un amigo enfermo, pintar el salón, escribir una carta a mi hermana que vive en un lejano país, reparar los desagües, reemprender la escritura de la novela que empecé hace años y duerme en un cajón, invitar a los vecinos a una barbacoa, volver a colaborar con aquella organización humanitaria, telefonear a Grace y hacer las paces… Es como si el ojo de cristal de Sammy intentase convencerme con sus películas de ficción que valore y emplee mi vida,  que no malgaste el tiempo en idioteces. Que hay personas que me quieren, tal vez que me necesitan, y todavía confían en mí.

Cualquier día de estos me pillará en la hora tonta y atenderé alguna de las súplicas de Sammy. Mientras tanto, seguiré viviendo “a mi manera”.

(1) Rat Pack (Pandilla de ratas) fue el nombre con el que se conoció a un grupo de actores y músicos estadounidenses que, reunidos como amigos, se generó alrededor primero de Humphrey Bogart y, a su muerte, alrededor de Frank Sinatra, y que trabajaron juntos en películas, conciertos, espectáculos, incluso en eventos políticos. Activo entre mediados de la década de 1950 y mediados de la de 1960, sus miembros más conocidos fueron, aparte de Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis Jr., Peter Lawford y Joey Bishop, como núcleo principal.


domingo, 7 de julio de 2013

El escarmiento




El pobre diablo de la cicatriz en la mejilla que esta noche me ha abordado en este callejón solitario con evidentes signos de padecer el síndrome de abstinencia y me está amenazando con una mierda de navaja para que le entregue todo el dinero que llevo encima, porque asegura que de lo contrario me mata, es un auténtico gilipollas. En ningún momento se ha parado a pensar que yo podría llevar en el bolsillo un revólver y me resultaría sencillo abrir  nuevas ventanas en su azotea tan solo en un par de segundos. Mientras el imbécil me mira fijamente ladeando esa horrible cara que asoma bajo la original gorra con las iniciales NY bordadas en su frente, estoy ya empuñando la culata y acariciando el gatillo. De repente, el imbécil tiene una reacción imprevista. Su boca esboza una estúpida sonrisa y luego comienza a reír a carcajadas,  enseñando los boquetes de su dentadura y doblándose hacia adelante. Joder, yo te conozco, tío, me suelta el muy tarado. Eres Bob, joder, el hijo de Randy, el de la panadería. Habría jurado que el tipo tenía el mono, pero ahora pienso que está completamente fumado. Oye colega, préstame veinte dólares; se los llevaré a tu padre la semana que viene, sigue farfullando mientras guarda su arma. Tío, ni me llamo Bob ni mi viejo trafica con baguettes. Te voy a dar lo único que mereces y que te va a resultar muy útil. Saco la pistola y le pego un tiro en el pie. El asaltante cae sobre un charco gritando de dolor, menta a mi madre y pregunta por qué lo he hecho. Digamos que, al margen de constituir una lección gratis sobre las consecuencias de la imprudencia, es un favor que te hago al sacarte de la calle durante unos días, “colega”.  Enciendo un pitillo y a continuación le lanzo un billete de veinte pavos a la jeta. Esto es para que le compres unos bollos al bueno de Randy, coméntale que sin proponérselo te ha salvado la vida. Doy media vuelta, dejando a aquel desgraciado retorciéndose en el suelo, y emprendo de nuevo mi camino en busca de la penúltima copa.


miércoles, 3 de julio de 2013

El dudoso arte del tormento




El dolor retuerce mis entrañas en este lecho de arena mientras vomito oscuros borbotones de sangre y la muerte, cercana, me acecha. Son unos perturbados. Arrancado de mi familia, me condujeron al macabro escenario donde ahora me mortifican con sus brillantes armas. Ni los agrios quejidos ni la mirada suplicante han infundido un ápice de compasión en tan hábiles y despiadados verdugos. Incapaz de resistir un nuevo martirio, he caído finalmente de rodillas expresando una rendición  inequívoca. Aún así, entre los bárbaros hay quien con aspecto todavía más desequilibrado y detrás de un humeante habano, clama desde el tendido: “¡Descabello!”


viernes, 28 de junio de 2013

Venganza




El maníaco que ha estado persiguiéndome casi todo el día para intentar matarme, está ahora a mi merced. Yace dormido sobre una cama junto a la que parece su esposa. Al lado hay una cuna en la que también descansa un dulce bebé. La oscuridad de la noche va a facilitar mi venganza. Los tres van a pagar caro las asesinas intenciones de esa bestia. Voy a saciar mi sed con su sangre. Palabra de mosquito.


domingo, 23 de junio de 2013

Zapatones




Un descomunal armario humano de treinta y cinco años encierra el cerebro de un niño de ocho. Se llama Antonio, Toni para la familia, Zapatones para el resto de su reducido universo, esto es, para los demás vecinos del pueblo.

Muchos de quienes le conocen dicen que Zapatones es víctima de las lesiones cerebrales que sufrió durante su nacimiento. Algunos aseguran que ese día Don Ricardo llevaba una copa de más y no anduvo fino con los fórceps. Sin embargo, Tomás y Maruja, los padres, ni acusan ni guardan rencor a nadie. Aman demasiado a Toni como para reprochar nada y sostienen que es una bendición tener un niño grande, todos anhelan hijos que no crezcan y ellos, aunque a medias y sin buscarlo, lo han conseguido.

A Zapatones lo que más le gusta es que su madre le peine y repeine entre caricias cada mañana después de desayunar. Luego marcha al campo con su padre, al que echa una mano bien arando, sembrando, desbrozando...

En el pueblo no tiene amigos. Prácticamente todos aquellos compañeros de juegos de la infancia se casaron, y los que no emigraron andan demasiado ocupados como para prestarle cinco minutos de atención cuando se lo cruzan.

Toni se entretiene dibujando y pintando, enseñando silbidos a su periquito Pancho y escuchando música en la radio que les regaló un hermano de su madre que vive lejos, en la capital. Los fines de semana juega al parchís con su tío Andrés, el viejo carpintero célibe que siempre se deja perder y que no canjea por nada el alegre semblante de su sobrino tras cada victoria.

Una mañana de julio, cuando Zapatones ya se emociona pensando en las fiestas que empiezan la semana siguiente, llega un camión al pueblo con unos tipos armados que dicen que son militares, que ha estallado la guerra y que necesitan soldados para defender a la patria de los traidores. Entran en las casas y sacan a culatazos a todos los varones entre veinte y cuarenta años, obligándolos a subir al camión. Maruja llora, suplica. “No es un hombre, es un niño”, grita. “No se preocupe, señora, que nosotros enseñaremos al grandullón de su hijo a ser un hombre, a matar ratas y a servir a España”.

Lo cierto es que Zapatones ya nunca volverá. A lo único que le enseñará esa podrida guerra es a morir en una trinchera, sin saber nunca por qué.


sábado, 22 de junio de 2013

La oración del soñador




Sueño con una mañana en que todas esas injusticias que traspasan mi piel y me desangran de odio emprendan un vuelo hacia el sol y se derritan en el camino. Sueño con unos gobernantes sensibles, dotados de unos miligramos de honradez, cordura y humanidad, que aprueben presupuestos con un exagerado superávit de sonrisas y un irrecuperable déficit de llantos. Sueño con un ejército de paz que bombardee el hambre y la miseria, que dispare cañonazos de bienestar, que invada los territorios de la tristeza y conquiste para todos la felicidad. Sueño con una economía pintada por Van Gogh. Sueño con un mundo libre, sin fronteras ni patrias, sin príncipes azules, sin ídolos espirituales ni estadistas indispensables, sin rencores ni redentores. Sueño con un pueblo lúcido, generoso y tolerante, adicto al pensamiento, que valore la cultura en los museos, en las bibliotecas, en los teatros o en los grafitis callejeros. Sueño con una sociedad en colores: sin mayorías ni minorías, sin vencedores ni vencidos. Sueño con un día que contenga ochenta y seis mil cuatrocientos segundos de puro amor. Sueño con personas que también sueñan. Sueño.


domingo, 16 de junio de 2013

Cita con el futuro




Mi muy incierto futuro:

Sentado bajo la sombra del ayer, te escribo desde el umbral del mañana. El mañana, esa jornada desconocida que las personas intuimos cómo se desarrollará, pero que suele asombrarnos con algún incidente imprevisible, feliz a veces aunque adverso con frecuencia.

Querido porvenir, soy consciente de que no puedo pedirte nada porque nada eres excepto un sueño que se va tornando tangible a medida que pasan los segundos, los minutos, los días, para desaparecer otra vez convertido en pasado detrás de cada uno de esos espacios de tiempo. Eres el corredor inalcanzable, el remoto e intocable horizonte. Y perdona si tal vez equivocadamente sostengo que -excluyendo la muerte- no existen destinos garantizados, posterioridades inalterables, aunque demasiado a menudo la cotidiana realidad intente convencerme de lo contrario. Pero como, repito, hoy no existes, me permitirás que conjeturando con la completa inseguridad de que me leas y la indudable certeza de que nos esperas, eleve una plegaria de paz y justicia no por mí, sino por los míos.

Ojalá te pudiéramos revivir, futuro, como hacemos torpemente con el ayer, pero suena imposible volver a experimentar lo ignorado, percibir de nuevo lo nunca sentido. Ojalá te pudiésemos reparar, futuro, como desmañadamente intentamos con el pasado, mas nadie puede recomponer lo que aún no se ha descompuesto. Inquilinos del presente, jamás seremos dueños de tus sorpresas, sino víctimas de las mismas, lo cual nos obliga a confiar en ti a ciegas al tiempo que tu próxima llegada nos sobrecoge hasta los tuétanos.

Me despido después de estas necias reflexiones, mi amado y preocupante futuro, advirtiéndote que ya he comenzado tu persecución. Es innecesario que te asegure que al final coincidiremos; y el día del encuentro, que absurdamente será también el de la despedida, ambos nos fundiremos en un abrazo eterno, porque el maldito reloj se habrá detenido para siempre.


martes, 11 de junio de 2013

El merodeador




Primero visitó varios colegios de aquel barrio extraño, tan distante del suyo. Luego escogió a la niña. Procedió después a seguirla sigilosamente durante varios días a la salida de clase, tomando buena nota de sus movimientos, costumbres, itinerarios. Por fin, calculó con minucia el momento más oportuno para abordarla y satisfacer sus ocultas intenciones. Y la tarde de un miércoles, mientras la menor merendaba a solas en un banco del parque, el desconocido se sentó de repente a su lado, le leyó el cuento de hadas que había escrito para ella y desapareció para siempre.


lunes, 10 de junio de 2013

Prematuro inventario




La temperatura en el exterior es de diecinueve grados y, si los ligamentos de mi rodilla no me engañan, hay una probabilidad de lluvia en las próximas veinticuatro horas del ochenta y cinco por ciento. Permanezco atrapado en un embotellamiento de tres pares de narices, mientras mi mujer está siendo sometida a maniobras de dilatación en el paritorio de un hospital. No llegar a tiempo de ver nacer a mi primer hijo va a ser un lunar más a añadir en la larga lista de infortunios que jalonan mi existencia. Cierto es que la criatura se ha adelantado dos semanas en destrozar la bolsa del líquido amniótico aunque me imagino que, emulando a su progenitor, pretenderá inaugurar así su propio registro de descalabros.


domingo, 9 de junio de 2013

En clave de jazz



El flechazo nació en el escenario. La cantante se prendó de aquel tipo del bigotito que, luciendo un clavel blanco en la solapa de su oscuro traje a rayas, bebía y le sonreía desde el mostrador a través del velo que tejía el humo de los cigarros. Por su aspecto cualquiera hubiera opinado que se trataba de un granuja, de un perdonavidas, pero la muñeca del micrófono lo presintió como un magnífico rayo de sol que traspasaba los tristes nubarrones de su existencia para iluminar su alma, como la invitación a proyectar algún futuro sobre los cimientos de varios terremotos. Sin apartar la vista de aquellos fascinantes ojos, atacó el tema Let’s fall in love con tal ímpetu que la entusiasmada concurrencia moderó sus caladas, apartó los labios de las copas y en ciertos instantes incluso contuvo la respiración.

Let's fall in love,
Why shouldn't we fall in love?
Our hearts are made of it, let's take a chance.
Why be afraid of it…

Cuando terminó la canción la joven se acercó pausadamente al hombre. Éste, tras acomodar la flor en su pelo, le susurró unas misteriosas palabras al oído, se puso el sombrero y se largó, desatando así la enésima tormenta en un corazón resquebrajado.




jueves, 6 de junio de 2013

Vida y muerte de Fulano


Nunca sintió reparos en asegurar que no tenía miedo a morir porque había leído estudios médicos sobre experiencias cercanas a la muerte que demostraban, con poca cancha para la duda, que existía otra vida tras el bastidor del último suspiro. Y cada vez que lo mencionaba, ninguno de los presentes –muchos de ellos personas (en apariencia y al contrario de él) creyentes y profundamente fieles a su religión- dejaba de ocultar expresiones de asombro y desconfianza, eso cuando no iniciaban un airado ataque definiendo de absurdos e irracionales los argumentos empleados, que por otra parte y como hemos indicado no eran propios, sino de reconocidos científicos.

Pero pasó el tiempo y tanto él como sus conocidos fueron creciendo en años, en canas (aquellos que podían permitirse ese lujo) y en dolencias. Y entonces algunos que rememoraban sus palabras se atrevían a pensar “A lo mejor Fulano tenía razón…”, sin acabar de comprender, maldita sea, y perdonen ustedes la reiteración, que Fulano únicamente se había limitado a exponer hipótesis ajenas, conclusiones basadas en métodos de investigación empírico-analíticos.

A Fulano lo enterraron ayer. En su sepelio todavía hubo alguien que apostilló: “Pobrecillo, qué chasco se habrá llevado”.


Puedes  escuchar la narración de este microrrelato en la revista digital La Esfera Cultural:




martes, 4 de junio de 2013

El Barman




Nadie como yo como para comprender los motivos que inducen a los solitarios a venir, acodarse en la barra o en la mesa del rincón como si estuvieran rezando en un reclinatorio y comenzar a beber sin recato ni medida. Los bares son lo más parecido a santuarios, no en vano a los clientes se les denomina parroquianos. Y el Alcohol es su dios, su religión. En esta particular iglesia hay devotos del vino, del coñac, del whisky, del tequila, otros adoran el orujo y la cazalla y muchos invocan el ron, la ginebra o el vodka, que suelen atenuar con el añadido de algún refresco dulzón. Si prestas atención a lo que cuentan, más bien a lo que confiesan, tienes ganada su confianza. En su bendita ingenuidad ejerces el papel de sacerdote sencillamente porque eres de los pocos que acceden a conocer sus problemas, el único que se atreve a prestarles consejo. Consejo que luego, cuando vuelven con expresión más afligida, y como consecuencia más sedientos, te arrepientes de haberles dado. Entonces juras no escucharles nunca más, no entrometerte en sus desgracias, ignorar su naufragio. Pero eres consciente de que en realidad estás perjurando, porque tu auténtica vocación no es preparar cócteles o poner copas, sino alimentar esperanzas, reflotar vidas y salvar personas.


domingo, 2 de junio de 2013

Epístola




Mi apreciado y respetado amigo Don Arístides Peribáñez:

Confío que al recibo de la presente tanto usted como su honorable familia se encuentren pletóricos de salud.

Espero no originar ningún incomodo al entretenerle unos instantes con este sucinto escrito. Conocedor que soy de las refinadas inclinaciones de su señora Doña Celedonia, Ilustrísima Baronesa de la Vida Regalada, y a sabiendas del interés que siempre mostró por disponer en su suntuoso palacio de un espectro de plena confianza, aprovecho para ofrecerles los servicios de mi espíritu, Salustiano Bracamonte, que durante siglos ha cumplido correcta y fielmente sus deberes con varias generaciones de mi linaje. Como usted bien sabe, las inclemencias financieras que envuelven a esta endiablada sociedad han hecho también considerable mella en mi patrimonio, compeliéndome a enajenar la mansión de la Calle Concejo de Carcamales. El señor Marqués de la Inutilidad Pasmosa nos ha presentado una proposición que ha resultado inadecuado rechazar, aunque declina el traspaso de nuestro fantasma junto con el inmueble, por detentar ya plenos derechos sobre otras ánimas que satisfacen con creces todas sus necesidades.

El hecho es que en próximas fechas nos trasladaremos a vivir a nuestro cortijo de La Dulce Alcaparra. Usted ya imaginará que es del todo imposible transportar fuera de la capital a Salustiano sin grave riesgo de que el pobre se desvanezca por siempre jamás. Ante tales circunstancias y en aras a nuestra antigua y duradera confraternidad, me tomo la libertad de sugerirle su adopción por cantidad ecuánime que contente a ambas partes. Como no es cortés mencionar sumas por escrito, le encarezco responda este mensaje a su más breve comodidad notificando si estaría interesado en llegar a un acuerdo, en cuyo caso podríamos entrevistarnos en el Club de los Rancios y Casposos Abolengos cuando a usted mejor le plazca.

Suyo afectísimo, le reitero mi más distinguida consideración y beso la mano de la señora Baronesa.

Tancredo Constantino Dionisio de las Tres Cruces en el Monte del Olvido y Camino Verde que va a  la Ermita, Vizconde de la Pena Negra.


sábado, 1 de junio de 2013

Bakalao ! (2.0)



El hortera del descapotable negro que circulaba por el centro de Madrid vomitando un ruido infernal (denominar ‘música’ a aquel sonido deleznable constituiría -culturalmente hablando- un sacrilegio), se detuvo en un semáforo de la Gran Vía observando con placer desafiante cómo la mayoría de los transeúntes le dirigía miradas de asco y reprobación. De repente se hizo una enorme sombra alrededor del vehículo y el jovenzuelo elevó la vista al cielo; a unos doscientos metros de altura, justo en su vertical, se cernía en inexplicable silencio una mastodóntica y extraña aeronave, que en cuestión de décimas de segundo succionó por su ombligo automóvil y ocupante, para desaparecer acto seguido a una velocidad supersónica. La gente, una vez repuesta del lógico sobresalto inicial, prorrumpió en espontánea ovación y luego reanudó su marcha.


viernes, 31 de mayo de 2013

Bakalao ! (1.0)




El hortera del descapotable negro que circulaba por Madrid vomitando un ruido infernal (llamar ‘música’ a aquel sonido deleznable constituiría -culturalmente hablando- un sacrilegio), se detuvo en un semáforo de la Gran Vía observando con placer desafiante cómo la mayoría de los transeúntes le dirigía miradas de asco y reprobación. De repente se bajó una de las ventanillas traseras del elegante coche parado a su lado, por la que asomó un tipo canoso y trajeado, con aspecto de monarca, que le gritó: “¿Pog qué no te callas?”



miércoles, 22 de mayo de 2013

La peste




Mi gran amigo Iván me lo confesó una noche de formidable borrachera:

-David, no te lo vas a creer, esto no se lo he comentado nunca a nadie, pero desde pequeño huelo los sentimientos de las personas. No tengo olfato para las cosas materiales, no noto el supuesto aroma de los perfumes, de los alimentos, de las flores, no advierto la fetidez que atribuyen a la basura y a las cosas desagradables, de nada que pueda verse o tocarse. Pero sé distinguir perfectamente el olor de la cobardía, del cariño, de la inseguridad, de cualquier emoción que el ser humano que tenga delante pueda experimentar. Y te aseguro que es una terrible maldición, a medida que maduro se acentúa más y más. Ahora mismo percibo el hedor de tus dudas, quieres creer lo que te estoy diciendo pero tu cerebro se resiste.

Me quedé de piedra. Acababa de leer mi mente, como había hecho antes en incontables ocasiones sin que yo hubiera sabido cómo. Tras procesar la información, entendí al instante por qué había estudiado Psicología y también por qué abandonó su consultorio después de solo unos pocos meses de ejercicio profesional. Comprendí que, aunque descifrase los sentimientos de sus pacientes y pudiera guiarles tal vez mejor que nadie en su alivio y curación, debía ser espantoso enfrentarse continuamente a la pestilencia de odios, celos, tristezas, envidias, frustraciones, miedos, de cualquier tipo de trauma, fobia o manía que todas y cada una de las personas almacenamos en nuestro interior.

David me aseguró que sus fragancias preferidas eran las del amor, la amistad y la confianza, pero que cada vez era más insoportable el tufo que tenía que respirar. La tensión estaba a flor de piel en cada ciudadano, la podredumbre reinaba sobre cualquier otra cosa, no podía aguantar más. Había decidido irse a vivir a un alejado pueblecito del interior con apenas una treintena de ancianos habitantes. Allí, pensaba, el aire sería más limpio.

Esta mañana me ha llamado el padre de Iván para comunicarme  que ayer, cerca de la aldea, encontraron su cuerpo sin vida suspendido de un árbol. Con voz sollozante me ha dicho que llevaba en su bolsillo una nota en la que había escrito: “Decidle a David que ahí donde haya una persona, ahí está la peste”.