lunes, 10 de junio de 2013

Prematuro inventario




La temperatura en el exterior es de diecinueve grados y, si los ligamentos de mi rodilla no me engañan, hay una probabilidad de lluvia en las próximas veinticuatro horas del ochenta y cinco por ciento. Permanezco atrapado en un embotellamiento de tres pares de narices, mientras mi mujer está siendo sometida a maniobras de dilatación en el paritorio de un hospital. No llegar a tiempo de ver nacer a mi primer hijo va a ser un lunar más a añadir en la larga lista de infortunios que jalonan mi existencia. Cierto es que la criatura se ha adelantado dos semanas en destrozar la bolsa del líquido amniótico aunque me imagino que, emulando a su progenitor, pretenderá inaugurar así su propio registro de descalabros.


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