Primero
visitó varios colegios de aquel barrio extraño, tan distante del suyo. Luego
escogió a la niña. Procedió después a seguirla sigilosamente durante varios
días a la salida de clase, tomando buena nota de sus movimientos, costumbres,
itinerarios. Por fin, calculó con minucia el momento más oportuno para
abordarla y satisfacer sus ocultas intenciones. Y la tarde de un miércoles,
mientras la menor merendaba a solas en un banco del parque, el desconocido se
sentó de repente a su lado, le leyó el cuento de hadas que había escrito para
ella y desapareció para siempre.
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