Y
nunca le recordaba lo que no se debía contar. No era necesario. Blas estaba
convencido de que María tenía asumido su papel de víctima porque había nacido
para serlo, porque estaba genéticamente programada para soportar insultos y
palizas. Pero el verdugo se equivocaba. La noche en la que hubo un imprevisto
intercambio de roles, la mujer se despachó seccionándole el cuello.
He estado ojeando tus relatos. Cortos pero expresivos y contundentes. Enhorabuena.
ResponderEliminarGracias por leer y comentar, Jose.
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