Cuando despertó, la prostituta ya
no estaba allí. Y si hay una cosa peor que darte cuenta de que no queda papel
higiénico inmediatamente después de jiñar, es que una zorra, de la que no sabes
ni su verdadero nombre ni su domicilio, trinque la bolsa de deporte en la que transportas
cuatro kilos de coca por encargo de unos traficantes colombianos y luego se
volatilice. Freddy estaba jodido, en ese momento hubiera deseado conocer a David Copperfield para suplicarle que también
a él lo hiciese desaparecer.
Pero
aunque a veces el azar te pone la zancadilla y te pegas el gran leñazo, otras
te cuenta un buen chiste que no conoces, te tronchas de risa y hasta consigues
creer que llegarás a ser feliz. Eso ocurrió cuando sonó el móvil y su contacto
dijo: “Freddy, nos equivocamos de bolsa,
en esa solo hay café. Deshazte de ella. Nos vemos a las seis donde tú ya sabes”.
Genial con ese fondo musical. Felicidades. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Lu. Si te interesa, es Chet Baker, un trompetista de jazz que también cantaba baladas. Además de que lo oigas, te recomiendo que leas su biografía.
EliminarComparto con Lucrecia todo es genial.
ResponderEliminarExcelente relato amigo, muy ameno y un final impensable.
Un gran abrazo. (Hace tiempo que no te leía, fue un placer)
Gracias, Luis. Sensacional verte por aquí. Visitaré tus blogs. Un abrazo.
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