Desde
que a Herbert se le ocurrió comenzar a narrar en una sencilla gaceta titulada “La
Cuarta Dimensión” las experiencias de sus continuos viajes a través del tiempo,
los habitantes de la pequeña ciudad de Blackville esperaban fervientemente
aquella publicación. Con el artilugio que había inventado, el científico
iniciaba casi a diario nuevas travesías que le llevaban, a su antojo, tanto al
pasado como al futuro. De la más rancia antigüedad rescató memorias
trascendentales, reconstruyó los perfiles de los más grandes personajes y demolió
consolidadas teorías sobre el auge y ocaso de algunas civilizaciones, revelaciones
todas ellas que insignes historiadores con acceso al boletín tacharon de patrañas
absurdas e inverosímiles. Del porvenir trasladó, indistintamente, las noticias
más ilusionantes pero también las más funestas predicciones que eran, asimismo,
descalificadas y reprobadas por los gobernantes. En la última edición, Herbert
escribió algo que sonaba a despedida. Al día siguiente viajaba al año 2014. Nunca
nadie después supo más de él.
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