jueves, 9 de mayo de 2013

Revolución matemática




REVOLUCIÓN MATEMÁTICA  [1]
Dedicado a mi profesor de Matemáticas en Escolapios, D. León Herrero  [2]

           
En el Reino de las Matemáticas todo transcurría plácidamente; se cumplían las leyes (conmutativa, asociativa y distributiva) y todas las fórmulas eran aplicadas justamente con el fin de obtener unos resultados lógicos. Los criterios matemáticos eran respetados y jurados por toda la población de números. Hasta que un día, en el Condado de Geometría se produjo una rebelión contra el gobierno de la Hipotenusa, basado en la Fórmula de Pitágoras y secundado por ejércitos de catetos al cuadrado. Ese día, el triángulo equilátero, que vivía en la clandestinidad, reivindicó sus ideas ante miles de ángulos: “Todos los lados deben ser iguales”. Esa era la frase que definía el inicio de una revolución matemática. Los ángulos agudos fueron los que apoyaron a toda costa el ideal equilátero. Sin embargo, ángulos rectos y obtusos se pusieron de parte de los catetos y con la ayuda de elementos procedentes de Trigonometría (tangentes y arcos seno) trataron de impedir el éxito de tan estrambótica revolución. Los ángulos agudos, ayudados por logaritmos neperianos y raíces cuadradas, reclutados en Álgebra, entablaron una feroz lucha con sus enemigos. Muy pronto realizaron su aparición en el enconado combate las funciones exponenciales (viejos rivales de los logaritmos y las raíces) y el coeficiente binomial, cuyos factoriales se batieron duramente. El caos matemático se extendió por todo el Reino.

Las derivadas luchaban a muerte con las integrales definidas; las constantes machacaban con ayuda de los números reales a las variables; las funciones lineales trataban de superar a las curvilíneas; se pelearon la media y la moda; las matrices, con todo su rango, eran invertidas y traspuestas; la unidad imaginaria “i” era perseguida por la función al cuadrado para ser eliminada; el factor común campaba por sus respetos; histogramas, diagramas y cartogramas derribaron altísimas tablas de frecuencias; el sustraendo insultó al minuendo; las incógnitas eran resueltas, sucumbiendo con ellas las ecuaciones; el número “e” fue elevado al infinito y desapareció; los intervalos se cerraron violentamente ante el acecho de los límites cuando n tiende a infinito; los puntos de inflexión se alzaron contra máximos y mínimos; las combinaciones se confundieron con las variaciones y permutaciones; las progresiones aritméticas vencieron a las geométricas; los enteros repelieron con fuerza el ataque de decimales y fracciones; incluso π tuvo más que palabras con el radio al cuadrado; se produjeron divorcios en miles de binomios; los subconjuntos abandonaron los diagramas de Venn y se emanciparon; las muestras agonizaban ante la victoria de los números-índice; la áreas se negaron a seguir sirviendo de resultado a las integrales; parábolas y elipses se vieron enfrentadas por sus respectivas funciones; el máximo común divisor retó al mínimo común múltiplo; la regla de Ruffini descuartizó infinidad de polinomios: las variables aleatorias fueron tipificadas sin piedad…

En definitiva, se vislumbraba un imperio de la desigualad, ayudada por el conjunto vacío y los números negativos.

Pero cuando más candente era la lucha, allende el Cálculo apareció, procedente de la Lógica Matemática, el cuerpo de los números racionales, los cuales se impusieron sobre estructuras y anillos, ordenadas y abscisas. Sus temibles armas, las propiedades reflexiva, simétrica y transitiva, descoyuntaron a los rebeldes, logrando una victoria porcentual del 100%

Liberaron a todas las funciones matemáticas, dando amnistía a las expresiones algebraicas y trigonométricas. Resaltaron el valor de los coeficientes y del término enésimo, pusieron los asteriscos y los paréntesis en su sitio y desterraron las inecuaciones. Rehabilitaron a las incógnitas y variables, con la consiguiente alegría de las ecuaciones de segundo grado. Por último, una vez recobrada la normalidad, nombraron Primer Ministro a la Condición Necesaria y Suficiente y miembros del Gobierno a la Adición, la Sustracción, el Producto y la División.

Y así continúa hasta ahora, todos los elementos felices, para infortunio de los que no estamos entusiasmados por este “Reino.”



[1] Escrito (sin título ni dedicatoria) en 1975.
[2] León Herrero, de quien se rumoreaba había sido novio de Sara Montiel cuando ésta de joven vivió en Valencia, me suspendió Matemáticas en el Curso de Orientación Universitaria, impidiendo que pudiera presentarme a la primera convocatoria del examen de Selectivo necesario para entrar en la Universidad y condenándome a un verano de estudio intensivo de la asignatura, yendo casi diariamente del pueblecito de Petrés a Sagunto en bicicleta para asistir a clases particulares. Tras una inicial reacción de incontenible ira contra este maestro, casi lógica si pensamos que era costumbre en el Colegio aprobar a todos los alumnos que tenían un único suspenso con el fin de darles acceso al Selectivo (y por decisión de ese profesor yo fui el único aquel curso con el que no siguieron esa norma no escrita), finalmente comprendí que Herrero me había hecho un excelente e impagable favor, ya que la nota era tremendamente justa y solo gracias al esfuerzo realizado ese verano adquirí un buen nivel en la materia que fue no útil, sino realmente necesario para el posterior estudio de la Carrera (Ciencias Económicas). Gracias, señor Herrero, donde quiera que usted esté.



miércoles, 8 de mayo de 2013

Sentir que es un soplo la vida





La última alma humana que vagó por aquella sombría estancia fue precisamente la mía. Paul y Fanny habían abandonado dos años antes bajo la excusa de que la humedad disminuye la luminosidad de los espectros. Resistí bien la inconveniencia de la soledad en aquella mansión vacía hasta que cierta noche sobrevino Rose, una enérgica anciana atropellada por un camión que a menudo me confundía con su nieto, al que suplanté por piedad algunas veces. Tres días después de que decidiera marcharse en busca de su esposo comprendí que los muertos estamos mejor en el cementerio y regresé a mi tumba.


martes, 7 de mayo de 2013

Hermano




Hermano, he llegado. No olvides lo que te pedí. Os quiero.” El SMS heló la sangre de Pedro. Pocos minutos antes una locución le había asegurado que el móvil de Mauro estaba apagado o fuera de cobertura, cuando intentó responder a una llamada perdida que ya le sobrecogió, pues acababan de enterrar a su amigo esa misma mañana. Entonces recordó nuevamente sus últimas palabras: “Pedro, hermano, me muero. Sé que todo lo planeaste con María porque estáis enamorados. Tendrás que cuidar de ella y las chicas; confío en ti.


viernes, 3 de mayo de 2013

El fin de la humanidad





Cuando la Gran Guerra Terminal concluyó con la destrucción del planeta, solo quedaron dos hombres vivos que habían sido enemigos desde niños. Uno de ellos pensó que tal vez convendría olvidar el pasado, enterrar viejos agravios e iniciar una relación nueva, colaborando primero en conservar la vida y después en localizar a otros supervivientes. Mientras se consagraba a dicha reflexión, el otro individuo le partió la cabeza con una piedra.


jueves, 2 de mayo de 2013

Ese trasto inmundo






Ese puñetero despertador no tiene ni alma ni sentimientos ni conciencia. Estoy convencido de que el endemoniado artefacto, inventado en Estados Unidos en 1787 por un relojero malnacido, fue patrocinado por los amos de esclavos, los detestables negreros explotadores de cuerpos y de vidas. Ese trasto inmundo, especializado en pulverizar nuestros mejores sueños, debería recordarnos cada mañana de mierda que no nos pertenecemos, que si no reaccionamos estamos condenados a ser eternos prisioneros de un sistema injusto. A permanecer cautivos en una perversa organización que, desde que irrumpes con tu primer llanto, te programa para que te creas (incluso para que te sientas) libre. Porque, si rascas un poco, descubres enseguida que solo eres un número más en una estructura inhumana, que solo representas una desdeñable insignificancia y además vegetas en el peldaño inferior, debajo del cual ya únicamente se oculta el otro infierno, el infierno hipotético. Lo que no comprendo es que a ese maldito artilugio, que parece que disfrute jodiéndonos los mejores sueños cada mañana de mierda, le denominen despertador. En torno a mi solo alcanzo a contemplar prójimos durmientes.