jueves, 2 de mayo de 2013

Ese trasto inmundo






Ese puñetero despertador no tiene ni alma ni sentimientos ni conciencia. Estoy convencido de que el endemoniado artefacto, inventado en Estados Unidos en 1787 por un relojero malnacido, fue patrocinado por los amos de esclavos, los detestables negreros explotadores de cuerpos y de vidas. Ese trasto inmundo, especializado en pulverizar nuestros mejores sueños, debería recordarnos cada mañana de mierda que no nos pertenecemos, que si no reaccionamos estamos condenados a ser eternos prisioneros de un sistema injusto. A permanecer cautivos en una perversa organización que, desde que irrumpes con tu primer llanto, te programa para que te creas (incluso para que te sientas) libre. Porque, si rascas un poco, descubres enseguida que solo eres un número más en una estructura inhumana, que solo representas una desdeñable insignificancia y además vegetas en el peldaño inferior, debajo del cual ya únicamente se oculta el otro infierno, el infierno hipotético. Lo que no comprendo es que a ese maldito artilugio, que parece que disfrute jodiéndonos los mejores sueños cada mañana de mierda, le denominen despertador. En torno a mi solo alcanzo a contemplar prójimos durmientes.



No hay comentarios:

Publicar un comentario