domingo, 9 de febrero de 2014

La llamada de la sangre



El alguacil Parsons y el reverendo Coughan: ellos son ahora el principal problema.

Me vi forzado a intervenir. Justin es un perfecto imbécil, pero es mi hermano. Dicen que la sangre llama a la sangre y puedo atestiguar que es cierto, una verdad como un templo. Por eso llegué a la penitenciaría ataviado de clergyman, asegurando que Coughan estaba enfermo y me enviaba para reconfortar al condenado en sus últimas horas. Por eso extraje el revólver cuando abrieron la celda para trasladarlo al patíbulo. Por eso disparé a las piernas de un policía y por eso coloqué el cañón en la sien de Parsons tomándolo como rehén, lo cual facilitó nuestra huida en su propio automóvil. Por eso estamos ahora en este sucio granero, intentando tomar una decisión. Opino que matarles no resolverá nada, pero ya he dicho que Justin es un perfecto imbécil. Por eso aprieto fuertemente esta Biblia y pido a Dios que ilumine a mi hermano para que no se equivoque de nuevo, para que no me arrastre al infierno.


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