Este gordo ocupa mucho lugar. No sé
qué voy a hacer con su cadáver. Ni siquiera sé si podré moverlo. Comprendo que
me precipité al dispararle, pero sin embargo no me arrepiento de ello. Esa
inmunda bola de sebo estaba trompa, vomitó sobre mis Ferragamo y luego comenzó a burlarse. Creo que fue precisamente su
risa histérica la que hizo que algunos cables se cruzasen en el interior de mi
cabeza; me recordó a mi padre cuando era
niña y, después de revisar mis calificaciones escolares, se tronchaba a
carcajadas para terminar diciendo: “nunca
llegarás a nada, querida”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario