A finales de la pasada primavera mi padre empezó a sufrir
unos fuertes dolores en el hombro derecho. Tras las oportunas pruebas, el
traumatólogo le diagnosticó una lesión
cuya gravedad exigía una pronta operación. Pero como tiene pánico a los
quirófanos, se comprometió a volver tras el verano, cosa que por supuesto ni de
lejos entraba en sus planes.
Unos meses después de que esto le sucediera a mi progenitor,
comencé a sentir síntomas muy semejantes en idéntica zona de mi cuerpo. El
dolor era a veces terrible, insoportable. Acudí al mismo médico, que requirió la
resonancia magnética de rigor. Padezco claustrofobia y me espanto solo de pensar
en introducirme y permanecer durante apenas escasos minutos en una angosta estructura
tubular, por lo que evité someterme a la prueba.
Más tarde, charlando con mi padre llegamos al
acuerdo de que presentase como mío su informe. El cirujano me operó hace dos
semanas; después de la intervención, tanto mi padre como yo estamos curados.
Un microrrelato curioso y muy entretenido, inesperado en su desarrollo y en su desenlace. Me ha hecho reir y eso es algo que siempre es de agradecer. Has sido un grato descubrimiento en Falsaria, por lo pronto también te seguiré por estos rincones blogueros.
ResponderEliminarSaludos!
Agatha.