Ladea el borsalino sobre la testa.
Atusa su bigote postizo y acaricia la cicatriz perfilada con bolígrafo. Frunce
el ceño produciendo muecas de matón y finaliza esa representación ante el
espejo apuntándose con el índice a modo de revólver. Sueña con ser un gran
criminal, pero solo tiene ocho años.
Los niños y su juegos, quién sabe adónde llega. Por tu casa me quedo Rafael. Un abrazo, invitado quedas a montesinadas.
ResponderEliminarGracias por tu visita y comentario, Manolo. Acepto tu invitación y, en cuanto pueda, paso por tu casa. Un abrazo.
Eliminar¡Joder! podría elegir ser futbolista, menuda laja a salido el cabroncete. Un abrazo Manuel
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