El viejo
Eustaquio murió, como tantos otros miles y millones de personas, sin haber
visto nunca el mar. Sin haber sentido el aroma salitre de la costa, sin haber bañado
sus pies en la espuma que las olas traen a la orilla, sin haber podido admirar
la majestuosidad de un paisaje dominado por el horizonte inalcanzable.
El
viejo Eustaquio murió sin conocer el mar; tal vez por eso no debería
parecer contradictorio que su última voluntad fuera, precisamente, que esparciesen
en él sus cenizas.
Vaya deseo! Cortito y conciso. Muy bueno.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por leer y comentar, amigo Luis. Un abrazo y mis mejores deseos.
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ResponderEliminarPienso que el micro se refiere a los sueños no cumplidos. Por lo menos lo consiguió en su muerte.
ResponderEliminarExcelente como siempre Rafa.
Un abrazo
Sí, es una interpretación muy válida, David. Todos tenemos algún sueño pendiente, unos posibles y otros imposibles. Intentemos que no nos pase como a Eustaquio y podamos verlos realizados antes de nuestra despedida. Un abrazo, amigo.
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