Ahora reconozco que El Chino no era tan mala gente. El Chino tampoco era asiático y su
apellido real era Williams; un profesor de inglés que no tenía la culpa de
haber sido formado –el diablo sabrá dónde- bajo la cavernícola premisa de “la
letra, con sangre entra”. Y aunque comencé a odiarle el día en el que, por no
haber hecho las tareas, me rompió de un golpe el tímpano, he llegado a entender
que El Chino no era ningún psicópata
disfrazado de educador. Solo un lobo solitario, reprimido, desgraciado hasta
decir basta, que únicamente pretendía no suscitar lástima a los demás. Aunque para
nuestra desdicha, no encontró peor fórmula que el uso cotidiano de la brutalidad,
maltratando y aterrorizando a unos niños inocentes.
Olvidadas mi infancia pero sobre
todo mi inocencia, comprendí mientras ponía el cañón del revólver en su nuca,
que le haría un gran favor, que con una leve presión de mi dedo índice ahuyentaría
al instante todos los fantasmas de su pasado. Como el fantasma de mi sordera,
por ejemplo. Cuando suplicaba piedad mediante susurros ininteligibles, yo acercaba
el oído dañado a sus labios y exigía que hablase más fuerte, más claro. Amarrado
a una silla en aquella factoría abandonada, se orinó encima antes que de una
patada lo tumbase y le dejara allí postrado. Antes de irme grité que me daba muchísima
lástima lo cual, aun siendo una gran mentira, era precisamente lo único que él jamás
habría querido escuchar en toda su infame existencia.
Esta
mañana, el diario ofrecía la noticia del hallazgo de los restos de un cuerpo
devorado por las ratas.
Nada que reprochar, lo que recibió el Chino fue un acto de compasión. Genial Rafa, tus últimos micros son Dinamita 100%
ResponderEliminarGracias por estar ahí, David, por leer y comentar con esa amabilidad que te caracteriza. Un abrazo, compañero y amigo.
EliminarSalieresco total... das miedo, me gusta, muy bueno, mucho. Ese rencor, esa enferma manera de justificarse y sacar partido del pasado. Felicitaciones, veo palabras medidas, muy bueno.
ResponderEliminarHay gente, como mi protagonista, a la que le jode que malvados como El Chino sigan haciendo de las suyas. Y que encima se salgan de rositas. Un abrazo, Per.
Eliminar