viernes, 29 de noviembre de 2013

Tres buenas razones



-Nunca antes se planteó usted testificar, ¿verdad, Paolo?

-No entiendo la pregunta, Sargento.

-Quiero decir, que Don Fabrizio tenía comprado su mutismo y el del resto de la banda, que todos eran conscientes de que en boca cerrada no entran balas.

-Debería usted saber que en Sicilia acostumbran a amamantarnos en silencio, por eso después somos tan sumamente discretos.

-Entonces, ¿por qué se ha decidido ahora a cantar de plano?

-Alguien me ofreció tres buenas razones.

-Explíquese. ¿Quién fue? ¿Qué razones?

-El señor fiscal, debería hablar con él. Me llamó para asegurarme impunidad, protección y una recompensa millonaria. ¿Cómo puede alguien en sus cabales rechazar semejante oferta?


4 comentarios:

  1. ¡Cómo bordas estos relatos negros...!

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    1. Gracias, Amparo. Digamos que voy mejorando lentamente... Un abrazo.

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  2. Hmmmm... curioso. ¿Está extraído de alguna historia más larga?

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    1. Hola Suzzanne. No, trabajo casi en exclusiva el microrrelato. He intentado formatos más largos pero llego un punto que me estanco. Gracias por pasar por aquí y comentar.

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