Excepto el barman, que seca los
vasos en silencio al otro lado del mostrador, ya no queda nadie más en el club.
En un rincón, mientras desgrana en su saxo las notas de una triste balada con el
deje más hiriente que se pueda imaginar, el solista afloja unas lágrimas. Escribió
ese tema para el gran amor de su vida, la mujer que traicionó todos sus sueños
pero a la que, sin embargo, aún quiere y añora. Vibran, la caña en su boca y el
corazón en su pecho. Finalmente, la melodía se desvanece como el hielo en un
desierto. Como el estertor de un moribundo. Como un alma rota en un callejón
sin salida.
Un micro que se siente mientras se lee. Enhorabuena, Rafa!
ResponderEliminarGracias por leer y comentar, Amparo. Un beso.
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