Son las dos de la mañana en Albuquerque.
Un hombre de mediana edad…
-Perdona, me revientan los literatos como tú, que evitan nombrar a sus
personajes, que los tratan de “un joven”, “un hombre de mediana edad”, “un
anciano”, “el individuo”, “ese tipo”, etc. Tengo nombre y apellido, me llamo
Gregory Stewart y mis conocidos me llaman Greg…
Gregory Stewart, un hombre de
mediana edad, sale de un tugurio…
-Oye, amigo, ¿te gustaría que te llamasen escritorzuelo? Soy Spencer, el
barman del Diamonds Club y esto no es un tugurio, es un reconocido bar de
copas. Hacemos los mejores combinados a esta parte del Mississippi, ¿de
acuerdo? A propósito, para los que lo lean, estamos en la Avenida Lincoln,
recuérdenlo.
Gregory Stewart, un hombre de mediana
edad, sale del prestigioso Diamonds Club, en la Avenida Lincoln. No puede
disimular que está medio pedo…
-Te estás pasando, colega. Apenas he tomado un whisky con hielo.
-Soy Spencer de nuevo. Lo siento Greg, recuerdo haberte servido, por este
orden, un gin tonic, un whisky y un tequila. A propósito, está todo anotado en
tu cuenta, recuerda traer pasta el próximo día.
-Bueno, admitamos que bebí un poco, pero no me gusta la expresión medio
pedo, cámbiala por otra menos malsonante, por favor.
No puede disimular los efectos del
alcohol. Camina apesadumbrado porque esta mañana el cartero…
-Oiga, caballero, ¿en lugar de “cartero” podría indicar “repartidor
postal”? Es solo que suena mejor. Gracias.
Camina apesadumbrado porque esta
mañana el repartidor postal depositó en su buzón una amenazadora carta de su
primera ex-esposa, Sally…
-Soy Sally, ¿me recibe? Yo no he dirigido ninguna carta de amenazas al
gilipollas de Greg, ¿vale?
-Eh, Sally, ¿por qué me llamas gilipollas?
-Yo no te he llamado gilipollas, eso lo ha escrito el tarado este que me
acusa de no sé qué amenazas…
…el repartidor postal depositó en
su buzón una amenazadora carta de su segunda ex-esposa, Margaret…
-Soy Maggie y ni he escrito ni pienso escribir una puñetera letra a ese
gilipollas, repito, gilipollas, lo suscribo.
-Maggie, vete a la mierda…
…el repartidor postal depositó en
su buzón una amenazadora carta.
-Oye, céntrate, yo no he recibido ninguna carta de amenazas.
-Vale Greg, stop, para ya, desde la
primera línea me estás fastidiando este relato. Voy a leerte la carta y verás
cómo luego sí estás apesadumbrado:
“Greg, soy tu creador, el que está
intentando hace rato construir una historia contigo de protagonista. Me tenéis
hasta las pelotas tú, el barman, el cartero y tus ex-esposas. Vas a palmar en
las próximas líneas y comenzaré otro cuento con unos personajes normales, unos
personajes que no incordien tanto. Te voy a matar, repito. Y ojalá acabes en el
puñetero infierno.”
-Joder, macho, te has pasado cuatro pueblos, por unas sencillas objeciones
que hemos hecho…
Greg no puede disimular los efectos
de alcohol y tropieza con una boca de agua contra incendios, pierde el
equilibrio y cae al asfalto, donde muere en el acto atropellado por un Cadillac
del 64.
-Soy Bernard, el conductor de la berlina, quiero que sepan que frené,
pero ese borracho se me había tirado encima, no pude hacer nada por evitarlo…
A consecuencia del accidente, el tipo
que atropelló a Greg sufrió un súbito ataque al corazón y también pereció.
Descansen en paz y que les den.
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