martes, 23 de abril de 2013
Canallada útil
A ese insigne político europeo de labia fácil y afición a los improperios
con vocación de gobernante, que pretendía erradicar fulminantemente la
inmigración de baja estofa, le
gastaron una solemne putada, o por mejor decir, le dieron su justo merecido
cuando, una noche y por medios desconocidos, unos sujetos anónimos le
narcotizaron y lo trasladaron a una región del África subsahariana con la que
no existían relaciones diplomáticas y se encontraba en guerra con sus vecinos.
Cuando el hombre despertó al amanecer, se encontró solo y sin recursos en
medio de un barrio mísero de una ciudad y un país desconocidos, en el que la
gente no hablaba su idioma y además le miraba como a un bicho raro. Le habían
dejado allí sin documentación y era incapaz de hacerse entender con los
nativos. Lo intentó con unos policías que le salieron al paso; pero cuando
éstos se percataron de que carecía de papeles, le llevaron a la comisaría y
después de interrogarlo con violencia, le sustrajeron el reloj y el anillo de
oro y lo echaron de allí. Durante semanas deambuló alrededor del lugar donde
diariamente se celebraba un mercado de alimentos, peleando con otros
desahuciados por conseguir los desperdicios de los vendedores al final de su
jornada. Comía pues lo que podía y dormía donde le dejaban, ya que la cantidad
de indigentes era impresionante. Enfermó, probablemente a causa del consumo de
alimentos crudos y en mal estado, y quedó literalmente tirado en la calle hasta
que una familia se apiadó de él y lo acogió en su hogar, si así se puede
denominar a aquella chabola sucia y maloliente. La mujer, una negraza oronda,
culpable con la complicidad de un chatarrero borrachín de la existencia de
cuatro niños y dos niñas, cuidó como mejor supo del hombre blanco hasta su
recuperación. Fue entonces cuando el político, al que hasta hacía poco se le
erizaba el vello cuando oía hablar de la redistribución de la riqueza, empezó a
considerar el verdadero valor de compartir la miseria.
Nadie sabe cómo, pero la noticia de su secuestro y perentoria situación
llegó meses después al máximo responsable del Gobierno de su país, rival
directo en su carrera al Palacio Presidencial, quien puso inmediatamente en
marcha toda la maquinaria jurídica y diplomática a su alcance para, a través de
ministros de terceros estados, lograr la urgente repatriación del candidato.
Éste, de vuelta en casa, decidió abandonar la política y nunca después se supo
más de él.
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