“Ya son tres las víctimas. Y las autoridades aún desconocen las causas”,
manifiesta el periodista a la cámara en el lugar de los hechos, mientras con
una mano sostiene el micrófono y con la otra una humeante taza.
“Muchísimas gracias, señora. Le aseguro que es el mejor chocolate que he
probado nunca”, había afirmado satisfecho el inspector, antes de examinar
los cadáveres de los testigos de Jehová que yacían en el zaguán.
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