El Príncipe Azul descendió del brioso
corcel blanco, se descubrió, se inclinó con elegancia ante la Bella Durmiente y
depositó un dulce beso en sus labios. Ésta abrió los párpados y con mirada
airada, le increpó: “Acabas de
fastidiarme el mejor sueño de mi vida, hermoso”.
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