viernes, 17 de febrero de 2017

Good bye, bellotas





Cuando se abrió la puerta del templo en mitad de la ceremonia y vi al bueno de Pancracio el porquero, con una maleta y dos lechones, mi primera reacción fue mirar a Rober, mi prometido. ¡Pero qué feo y rancio es el condenado! Me pregunté entonces a santo de qué una veterinaria como yo había aceptado semejante propuesta de matrimonio; tal vez los incontables latifundios de su padre y su cargo de Chairman en la TBC -Transnational Bellota Company- tenían algo que ver en el asunto.

Volví la vista de nuevo y Pancracio me guiñó un ojo. Luego ya se pueden imaginar lo que pasó.


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