miércoles, 8 de julio de 2015

MANUAL DEL BUEN MAFIOSO: Cobrar las deudas



Mafia - Thierry (Francia)   http://seandelpack.deviantart.com/


Entre otras cosas, ya explicamos en un anterior capítulo cómo realizar un eficaz análisis coste-beneficio que nos ayude a decidir si podemos prestar dinero a alguien. Ahora intentaremos saber cómo cobrar a los morosillos que irremediablemente se cruzarán en nuestro camino. Aunque parece de Perogrullo, la verdad es que antes de liquidar a un deudor engorroso, deberíamos procurar por todos los medios a nuestro alcance recuperar esa inversión, o la mayor parte de la misma.

Nos sorprendería conocer la cantidad de gente retrasada que sigue empleando el inútil método de la amenaza o el ultimátum («o pagas o te mato»). Este procedimiento está caduco; lo único que consigues es que el tipo ponga pies en polvorosa, huya a la otra punta del mundo, cambie su identidad, se haga la cirugía y no vuelvas a verle el pelo durante el resto de tu existencia.

Sería largo y fatigoso detallar todos los sistemas que a lo largo de la historia de la Cosa Nostra se han venido utilizando para resolver el problema. En este manual solo nos centraremos en describir, lo más esquemáticamente posible, la fórmula que mejores resultados depara en la práctica a tenor de las comprobaciones empíricas y encuestas realizadas en nuestro ámbito. Un método que no tiene una denominación específica, pero al que apetece bautizar como el «método civilizado».

Bien, ya insistimos hasta la saciedad en el apartado dedicado a la usura que a los acreditados hay que tenerlos localizados permanentemente; volvemos a incidir ahora en la necesidad de disponer de una ficha completa, no solo con sus datos (teléfonos, direcciones, costumbres, descripción física y fotografías), sino también con los de sus familiares y conocidos. Porque lo primero que hará un moroso es intentar esconderse y no contestar a nuestras llamadas. Por eso la información es esencial. Imprescindible. Nuestras fichas son como las redes de los pescadores: sin red, olvídate de las sardinas, muchacho.

Empleando dicha información, antes o después, con la colaboración más o menos amistosa de ciertos contactos, conseguiremos comunicarnos con el moroso. En esa primera aproximación es fundamental que le presentemos nuestros respetos y preguntemos por su familia, en un tono que en absoluto pueda interpretarse conminatorio. Pasaremos luego a recordarles con sumo tacto la obligación que tienen de devolvernos lo que es nuestro, con los intereses correspondientes, señalando siempre que nos ponemos en su lugar y comprendemos la dificultad que supone reunir en un corto plazo toda esa pasta. Intentaremos persuadirle de que hemos elaborado un calendario especial de pagos que puede satisfacer a ambas partes, pero que ello exige una reunión para sellar por escrito los pactos que alcancemos. Evitemos las manidas frases cinematográficas «es una oferta que no podrás rechazar» y otras por el estilo, que solo contribuirían a menoscabar la confianza de nuestro cliente y abortar ese fundamental encuentro. Invítale a que acuda con un amigo si así lo prefiere. Algunos de estos morosos son extremadamente suspicaces y prefieren ir siempre acompañados. Adviértele que en lugar de armas lleve una tarta de manzana, que será una conferencia amistosa regada con unos cuantos whiskies de malta. Una vez convencido, dile que le enviarás un taxi a su casa la noche siguiente, pues tus numerosos compromisos te impiden arrebatar otros momentos al día para ese tipo de asuntos.

Hasta aquí hemos tratado la vertiente psicológica, la primera parte de un sistema que, según los estudios realizados, se ha mostrado provechoso en el 83 por cien de las oportunidades. Ahora pasemos al plan en sí.

El taxi ha de ser puntual. Si un adelanto sobre el horario acordado podría interpretarse como una señal de flaqueza por nuestra parte, cualquier innecesario retraso inquietaría al deudor, tentándole a desaparecer transcurridos varios minutos. Es imprescindible que sea un taxi auténtico, pero el conductor no debe ser italoamericano para no levantar sospechas. Es importante que, en sitios visibles, figuren una estampa de San Sebastián, una cinta ancha en la que se pueda leer «Arrepiéntete de tus pecados» y si es posible, también el símbolo universal de paz y amor. Este atrezo es variable, pero, en cualquier caso, su conjunto ha de sugerir emociones adversas, de forma que el pasajero emplee el trayecto en meditar sobre su pasado pero, ante todo, sobre su futuro.

El taxi se detendrá a las afueras de la ciudad, en un local industrial abandonado en cuyo exterior solo será visible un anticuado y polvoriento vehículo particular. En el interior, bajo la iluminación de una débil bombilla, estarás tú esperando, sentado ante una miserable mesa y dos destartaladas sillas: una para el moroso y otra para el posible acompañante. No sería aconsejable que experimenten comodidad durante la entrevista. Sobre la mesa, unos papeles, una pluma, una botella de bourbon y tres vasos. A tu lado, un hombre de confianza, de  dimensiones extraordinarias, que saldrá hasta la entrada para verificar que el visitante no haya cometido la imprudencia de acudir armado. Una vez permitido el acceso, te levantarás saludándole y pidiéndole disculpas por recibirle en un lugar tan apartado y poco acogedor; cualquier excusa es válida (están reformando tu despacho, por ejemplo). Le invitarás a sentarse y le servirás un trago. Si trae la tarta de manzana u otros dulces, no tengas reparos en dar buena cuenta de ellos. Ni ese tipo ni nadie en sus cabales osaría ofrecerte algo envenenado si pretende salir con vida de la reunión.

Acto seguido, vuelve a interesarte por el estado de salud de sus familiares más cercanos, llamándolos por el nombre de pila aunque no sepas la cara que tienen. Intenta intercalar pormenores de la información disponible (a qué colegio van sus hijos, en qué empresa trabaja su hermano…) para que el moroso tome conciencia de que le tienes cogido por los huevos, de que si no paga algún ser querido podría salir perjudicado de una forma u otra. Después le explicas que los negocios son los negocios, que tú también tuviste contratiempos en el pasado pero con buena voluntad y cierta dosis de iniciativa los superaste para llegar hasta donde ahora estás. Intenta que ese hombre no abra demasiado la boca, no te va a interesar nada de lo que diga; sin capacidad económica, su táctica se limitará a ablandarte el corazón en la medida que su labia se lo permita. Exponle que has reconsiderado el calendario de pagos que le comentabas y que deberá apoquinar antes de una semana. En ese instante pueden ocurrir dos cosas, el tipo es un blandengue y se pone a llorar como una patética nenaza, o se levanta irascible y comienza a gritar. Independientemente de cuál sea su reacción, de las sombras han de aparecer en ese instante unos colegas que lo sujeten tanto a él como a su acompañante (si es el caso). Le das a elegir entre una oreja y el dedo meñique de una mano, aunque te adelanto que el 98 por cien prefiere conservar su pabellón auricular. Dile que es un peaje que ha de pagar por haber vulnerado las reglas de un contrato verbal e insiste en que, bajo tu opinión, es un peaje demasiado barato, tal vez ridículo.

Ten a mano un médico que cauterice y cure «in situ» las heridas producidas, no conviene que nadie salga más dañado de lo necesario. Considera que se trata solo de una admonición, no de un auténtico castigo. Sírvele otra copa, ofrécele su dedo en un frasco de formol y luego devuélvelo en el taxi a su casa, pero adviértele con amabilidad antes de irse de que el dinero, contante y sonante, debe obrar en tu poder antes de una semana. Evita amenazas innecesarias, a menos que ese individuo sea un tarado de remate habrá entendido hasta dónde eres capaz de llegar y seguro que sus conclusiones no le gustan nada de nada.

Como decía, este método es altamente efectivo. Lo garantizo. De hecho, tengo un taxi abajo esperando para llevarme a la guarida de Carlo Falconeti. ¡Malditas apuestas! Creo que le gustarán las napolitanas de crema. Espero esta vez poder contener el llanto y, como ya no me quedan meñiques en las manos, elegiré la oreja izquierda, es mi perfil malo.


1 comentario:

  1. Muy bueno Rafa, como siempre. Lindo manual, instructivo. Creo que hay gente en organismos gubernamentales que lo usa, hay algunas organizaciones como el FMI o el BCE que tiene códigos de conducta basados en estas teorías, aunque nunca quieran admitirlo. No hay más que ver las noticias como a diario le ponen nombres raros a la mesita esa con las tres copas (¿eurogrupo?).-
    Abrazos y nuevas felicitaciones, Per.

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