Hoy parece que ella tiene la voz todavía más
dulce que ayer. Juraría que su fragancia es más intensa, la mirada más
seductora, su piel más brillante y suave. También sus caderas, que se mecen al
compás de viejos boleros, contribuyen como nunca a realzar un sugestivo busto.
Cada tarde me sirve el manhattan con la mejor de sus sonrisas, enmarcada en esos labios
decorados en apasionante carmesí. Y también, ya es costumbre, le guiño un ojo y
pago añadiendo a la cuenta una generosa propina, que como las anteriores provienen
del anticipo que me entregó su marido. Un día de estos tendré que decidirme y la
mataré.
Muy bueno, Rafa.
ResponderEliminarAntes de que se acabe el anticipo, para cobrar el resto y poder seguir tomando copas.
ResponderEliminarMuy bueno tocayo.
Que buen final, muy perverso.
ResponderEliminarSaludos
Un relato cargado de "mala leche" pero de la buena, de la de bien contado y mejor escrito. Suerte para el siguiente :)
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