Foto de Gustavo Fernández - http://500px.com/Fluxcapphoto
Me costó convencer a la doctora de
que, pese a mi apariencia humana, soy un oso. Únicamente entró en razón cuando exhibí
mi hirsuto tórax y bramé como un poseso a cinco centímetros de su rostro. Pero
ignoraba que ella era una víbora; su inesperada mordedura provocó mi desmayo
fulminante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario