Juraría que la llevaba dentro del
bolso. ¿Cómo puedo haberla perdido? ¡Dios mío, si este rímel no es mío! Y este
pintalabios… ¡Vaya color horroroso! ¿Y esta cartera? ¡Mierda! ¡Pero si este no
es mi bolso, éste es de Chanel! Ya sé: en la cafetería, cuando me he sentado al
lado de esa rubia. Al irme me he aturullado y he cogido el suyo en lugar del mío. ¡Joder, si lleva pasta
la tía! Y cinco tarjetas de crédito. Se llama Susana. Pues que te den, Susana.
Lo siento por ti, querida, no te asustes cuando veas la mano de Agustín. Puedes
tirarla en cualquier sitio, es lo último que me quedaba de él.
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