A la muerte de su padre, el
heredero abdicó de la Corona y rindió su trono a una nueva República,
promoviendo la redacción de otra Constitución, moderna, justa y democrática,
que nacería del pueblo y para el pueblo y no de unos charlatanes tramposos y
despreciables para provecho de los de su ralea. Algunos ciudadanos tildaron al
sucesor de indigno, pusilánime, traidor... Pero otros, la inmensa mayoría, le
consagraron un héroe.
Lo que nadie llegó a saber nunca es
que, con esta decisión, el Príncipe cumplía el juramento que años atrás le
arrancó una plebeya a cambio de la aceptación de su propuesta matrimonial.
Ahora cierra los ojos e imagina que
lo que acabas de leer no es un cuento. ¿Lo ves? Me debes una sonrisa.
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