sábado, 8 de junio de 2013

24 horas en la vida de una mujer




DÍA 1

Viernes, 9:35 a.m.
¿Maribel?  Hola, soy Carmen, ¿te acuerdas lo que hablamos ayer tarde? ¿Sí? Pues que he consultado con la almohada y lo he decidido ya: voy a dejar a Ricardo. Sí, que por fin lo dejo. Tienes razón cuando dices que es muy egoísta y que no nos parecemos en nada, que a mí me gusta bailar y él odia hacerlo, que solo le interesa el fútbol y el cine, que pasa del teatro y de las reuniones con nuestros amigos, que es bastante soso y que le aterra el matrimonio. Luego le llamo y quedo con él para tomar una copa y decírselo a la cara, yo no soy de esas que se despiden con un SMS o por teléfono. Tengo una compañera que el novio se enteró porque lo leyó en su muro de Facebook, ¿te lo puedes creer? Qué guarra, ¿no? Yo no soy así, le voy a presentar mis razones a la cara y como es inteligente y comprensivo creo que lo entenderá. El caso es que está como un tren el cabronazo. Pero ya está bien, hasta aquí hemos llegado, me aburre mucho y punto. Oye, te dejo que se acerca mi jefa. Después hablamos, ciao.

Viernes, 2.10 p.m.
Hola Maribel, veo que estás hablando con alguien, te dejo mensaje en el contestador. Pues que he llamado a Ricardo y me ha dicho que esta tarde no puede porque se había comprometido con unos compañeros para jugar al fútbol y tal. ¿Lo ves? Son más importantes sus amigos de la oficina que yo…  Bueno, lo bien cierto es que me ha propuesto invitarme luego a cenar, creo que aceptaré y durante la cena se lo suelto, diplomáticamente pero sin anestesia, se lo suelto. Te llamo luego, guapa. Un besito.

Viernes, 7.40 p.m.
Maribel, es que estoy dudando entre el vestido rosa de la mega-minifalda o el mono verde del súper-escote-de-la-muerte, ¿a ti qué te parece? ¿Qué por qué me caliento la cabeza con trapitos si le voy a dejar? Bueno, chica, perdona, pero mi abuelo decía que no hay que confundir la gimnasia con la magnesia… Además, quiero que se entere de lo que se va a perder por no haber puesto suficiente interés… ¿Entonces el verde? Gracias, Mary, eres un sol. Te debo una. Muák.

Viernes, 10:15 p.m.
Mary, que soy yo, Carmen. ¿Puedes hablar? ¿Sí? Mira, estoy en el baño. El muy lagarto me ha traído al Restaurante donde me invitó la primera noche. ¿Te lo puedes creer? Ese restaurante pequeñito tan romántico, en el que toca un trío de jazz, sí, justo, el mismo. Para mí que se huele algo, hoy ha venido de punta en blanco, hecho un pincel. Conque te diga que los tíos le miran más a él que a mí… Está para comérselo, te lo juro. No sé si voy a ser capaz de enviarle a freír espárragos… Es que encima se debe haber duchado con agua de colonia, se ha puesto gomina y me ha traído una rosa, ¡vaya cabrón! Ya, ya sé que he de decírselo, pero me va a costar un ovario arrancar, además es tan sensible, es capaz de ponerse a llorar a moco tendido. Sí, sí, vale, te llamo luego. Besito.

Viernes, 11:45 p.m.
 Maribel, estoy otra vez en el baño. En la cena no he podido abordar el tema, chica, no he sido capaz, qué quieres… Hoy está de un encantador subido, ha pedido champán francés y me ha sacado a bailar cuando los músicos han empezado a interpretar “You can’t take that away from me”. ¿Nunca te dije que me chifla ese tema? Pues me ha confesado que había rogado al pianista que tocasen esa canción cuando nos sirviesen el espumoso. ¿No es un cielo? Bueno, ahora me ha invitado a tomar un gin-tonic en su apartamento. Sí, sí, te juro que entonces se lo digo, no voy a esperar más. A solas será más fácil… Espero que no se lo tome a mal y le dé un infarto. Bueno, chica, buenas noches, ya hablamos mañana.

DÍA 2

Sábado 10:10 a.m.

¿Maribel? Soy Carmen y ya puedes empezar a llamarme ex-amiga, zorra, más que zorra. Que me he enterado que le has estado tirando los tejos a mi Ricardo con mensajitos provocativos, que los he visto en su móvil. ¿Que lo espío? Y una mierda, bonita. Me los ha enseñado él, y también sus evasivas respuestas y esas fotitos medio porno que le mandabas, chicholina de pacotilla. Vaya amiga que eres, ¡mala pécora! Pues que te enteres que ayer cuando llegamos a su casa nos tomamos unas copas y seguimos bailando al ritmo de las bossa-novas de Astrud Gilberto y luego nos bañamos juntos e hicimos el amor como nunca antes, con una pasión desbocada, imbécil. Y que esta mañana, después de traerme el desayuno a la cama me ha pedido que me case con él, ofreciéndome un anillo que es una pasada, que si lo ves te mueres de la envidia cochina que te entra, boba insulsa. Sí, ahora ponte a llorar como una mema… Pero ¿de qué vas? Querías que riñera con mi novio para intentar cazarlo tú luego, ¿no? Pues te jodes como dijo Herodes, tonta del culo. Sí, sí, sigue llorando, tarada. Mira, cuando cuelgue voy a borrar tu número de la agenda, te aconsejo que hagas lo mismo con el mío. No quiero volverte a ver ni hablar contigo nunca más. Hemos acabado para siempre. Y para terminar, te voy a decir otra cosa: el conjuntito azul celeste que te aconsejé que te compraras te sienta de puñetera pena, tía foca. Muák y hasta nunca.


jueves, 6 de junio de 2013

Vida y muerte de Fulano


Nunca sintió reparos en asegurar que no tenía miedo a morir porque había leído estudios médicos sobre experiencias cercanas a la muerte que demostraban, con poca cancha para la duda, que existía otra vida tras el bastidor del último suspiro. Y cada vez que lo mencionaba, ninguno de los presentes –muchos de ellos personas (en apariencia y al contrario de él) creyentes y profundamente fieles a su religión- dejaba de ocultar expresiones de asombro y desconfianza, eso cuando no iniciaban un airado ataque definiendo de absurdos e irracionales los argumentos empleados, que por otra parte y como hemos indicado no eran propios, sino de reconocidos científicos.

Pero pasó el tiempo y tanto él como sus conocidos fueron creciendo en años, en canas (aquellos que podían permitirse ese lujo) y en dolencias. Y entonces algunos que rememoraban sus palabras se atrevían a pensar “A lo mejor Fulano tenía razón…”, sin acabar de comprender, maldita sea, y perdonen ustedes la reiteración, que Fulano únicamente se había limitado a exponer hipótesis ajenas, conclusiones basadas en métodos de investigación empírico-analíticos.

A Fulano lo enterraron ayer. En su sepelio todavía hubo alguien que apostilló: “Pobrecillo, qué chasco se habrá llevado”.


Puedes  escuchar la narración de este microrrelato en la revista digital La Esfera Cultural:




martes, 4 de junio de 2013

El Barman




Nadie como yo como para comprender los motivos que inducen a los solitarios a venir, acodarse en la barra o en la mesa del rincón como si estuvieran rezando en un reclinatorio y comenzar a beber sin recato ni medida. Los bares son lo más parecido a santuarios, no en vano a los clientes se les denomina parroquianos. Y el Alcohol es su dios, su religión. En esta particular iglesia hay devotos del vino, del coñac, del whisky, del tequila, otros adoran el orujo y la cazalla y muchos invocan el ron, la ginebra o el vodka, que suelen atenuar con el añadido de algún refresco dulzón. Si prestas atención a lo que cuentan, más bien a lo que confiesan, tienes ganada su confianza. En su bendita ingenuidad ejerces el papel de sacerdote sencillamente porque eres de los pocos que acceden a conocer sus problemas, el único que se atreve a prestarles consejo. Consejo que luego, cuando vuelven con expresión más afligida, y como consecuencia más sedientos, te arrepientes de haberles dado. Entonces juras no escucharles nunca más, no entrometerte en sus desgracias, ignorar su naufragio. Pero eres consciente de que en realidad estás perjurando, porque tu auténtica vocación no es preparar cócteles o poner copas, sino alimentar esperanzas, reflotar vidas y salvar personas.


domingo, 2 de junio de 2013

Epístola




Mi apreciado y respetado amigo Don Arístides Peribáñez:

Confío que al recibo de la presente tanto usted como su honorable familia se encuentren pletóricos de salud.

Espero no originar ningún incomodo al entretenerle unos instantes con este sucinto escrito. Conocedor que soy de las refinadas inclinaciones de su señora Doña Celedonia, Ilustrísima Baronesa de la Vida Regalada, y a sabiendas del interés que siempre mostró por disponer en su suntuoso palacio de un espectro de plena confianza, aprovecho para ofrecerles los servicios de mi espíritu, Salustiano Bracamonte, que durante siglos ha cumplido correcta y fielmente sus deberes con varias generaciones de mi linaje. Como usted bien sabe, las inclemencias financieras que envuelven a esta endiablada sociedad han hecho también considerable mella en mi patrimonio, compeliéndome a enajenar la mansión de la Calle Concejo de Carcamales. El señor Marqués de la Inutilidad Pasmosa nos ha presentado una proposición que ha resultado inadecuado rechazar, aunque declina el traspaso de nuestro fantasma junto con el inmueble, por detentar ya plenos derechos sobre otras ánimas que satisfacen con creces todas sus necesidades.

El hecho es que en próximas fechas nos trasladaremos a vivir a nuestro cortijo de La Dulce Alcaparra. Usted ya imaginará que es del todo imposible transportar fuera de la capital a Salustiano sin grave riesgo de que el pobre se desvanezca por siempre jamás. Ante tales circunstancias y en aras a nuestra antigua y duradera confraternidad, me tomo la libertad de sugerirle su adopción por cantidad ecuánime que contente a ambas partes. Como no es cortés mencionar sumas por escrito, le encarezco responda este mensaje a su más breve comodidad notificando si estaría interesado en llegar a un acuerdo, en cuyo caso podríamos entrevistarnos en el Club de los Rancios y Casposos Abolengos cuando a usted mejor le plazca.

Suyo afectísimo, le reitero mi más distinguida consideración y beso la mano de la señora Baronesa.

Tancredo Constantino Dionisio de las Tres Cruces en el Monte del Olvido y Camino Verde que va a  la Ermita, Vizconde de la Pena Negra.


sábado, 1 de junio de 2013

Bakalao ! (2.0)



El hortera del descapotable negro que circulaba por el centro de Madrid vomitando un ruido infernal (denominar ‘música’ a aquel sonido deleznable constituiría -culturalmente hablando- un sacrilegio), se detuvo en un semáforo de la Gran Vía observando con placer desafiante cómo la mayoría de los transeúntes le dirigía miradas de asco y reprobación. De repente se hizo una enorme sombra alrededor del vehículo y el jovenzuelo elevó la vista al cielo; a unos doscientos metros de altura, justo en su vertical, se cernía en inexplicable silencio una mastodóntica y extraña aeronave, que en cuestión de décimas de segundo succionó por su ombligo automóvil y ocupante, para desaparecer acto seguido a una velocidad supersónica. La gente, una vez repuesta del lógico sobresalto inicial, prorrumpió en espontánea ovación y luego reanudó su marcha.