Imagen de Daniele Gay (Italia) - http://d4n13l3.deviantart.com/
A la hora
programada, se conectó el vídeo-despertador y se interrumpió el funcionamiento
de las alarmas internas y externas. En techo y paredes se sucedían relajantes imágenes
de una playa paradisíaca en ultra-plus-resolution.
Mientras, de fondo, procedente del equipo con sonido envolvente 6-D y a un
volumen que crecía de forma progresiva, sonaba una bellísima sinfonía de Bach. La
parte superior de la cama se incorporó con suavidad hasta alcanzar el ángulo
previsto de 22,5 grados y las persianas comenzaron a ascender, en completo silencio,
a una velocidad constante de ocho centímetros por minuto. En la cocina, el
androide puso en marcha la cafetera y la tostadora. El generador instalado en
el garaje empezó a suministrar energía eléctrica al vehículo mega-inteligente allí
estacionado. Cuando Luis entró al baño emitió una orden verbal y la ducha
comenzó a suministrar agua a 30,2 grados centígrados; ni una décima más, ni una
menos.
Tras su
aseo personal, se introdujo en la cabina de diagnóstico para obtener un informe
de sus constantes vitales, contaminación radiactiva incluida. Se vistió,
chequeó el informe, desayunó, consultó la previsión meteorológica exacta para
las siguientes seis horas, reprogramó el robot y los electrodomésticos y subió
al autoplaneador, deseándose más suerte que los últimos cuatrocientos treinta y
seis días. Aunque en todos los medios el Gobierno aseguraba por enésima vez que
la tasa de paro seguía reduciéndose a un ritmo trepidante, la realidad es que él
no había recibido ni una sola oferta de trabajo desde que se firmó un E.R.E. y
perdió su puesto de ingeniero en Domotics
Enterprise. A ver si hoy, por lo menos, en la Oficina de Empleo la cola no
era tan larga como de costumbre.
NOTA: Este relato está incluido y forma parte de la revista
VALENCIA ESCRIBE de Noviembre-2015, disponible en
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