Ladea el borsalino sobre la testa.
Atusa su bigote postizo y acaricia la cicatriz perfilada con bolígrafo. Frunce
el ceño produciendo muecas de matón y finaliza esa representación ante el
espejo apuntándose con el índice a modo de revólver. Sueña con ser un gran
criminal, pero solo tiene ocho años.
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domingo, 13 de julio de 2014
viernes, 27 de junio de 2014
Maldita la hora
Foto de Rachel K - https://www.flickr.com/photos/kimonomania/
La barbilla enhiesta, volátil el cabello,
sonrosadas mejillas que enmarcan una sonrisa deslumbrante y ese sutil
movimiento de brazos, trasero y caderas que realza sobre la pasarela su
incipiente pubertad. La niña vestida de puta maldice la hora en que sus padres decidieron
inscribirle en aquel concurso de pequeños monstruos.
sábado, 7 de junio de 2014
La tabla del tres
Foto de Mario Piriz
Tres por uno, tres
Hoy es tres de marzo, que también
se dice tres, y la seño Bea nos ha puesto de deberes aprendernos esa tabla.
Dice que cuando sepamos multiplicar seremos unos supermans y unas superwomans
de los números, y que cuando crezcamos seremos capaces de hacer muchas cosas
con ellos, como por ejemplo construir puentes o diseñar cohetes espaciales.
Tres por dos, seis
Martita me ha invitado a su fiesta
de cumpleaños el viernes después de clase. Sergio dice que lo que pasa es que quiere
ser mi novia. Martita va a cumplir ocho años y es guapa y simpática, aunque sus
amigas son muy malas, siempre se están burlando de mí. Le regalaré un corazón
de peluche y le diré al oído una poesía de amor. Seguro que se pone muy
contenta.
Tres por tres, nueve
El sábado mamá estaba otra vez
llorando en la cocina con los ojos manchados de negro. Le pregunté qué le
pasaba y me dijo que le dolía la cabeza. Pero yo creo que no le dolía porque no
se tomó ninguna aspirina ni se acostó con las persianas bajadas. Mamá está muy triste
desde que papá se fue. Ella dice que está trabajando en Alemania o por ahí.
Tres por cuatro, doce
Yo lo que quiero ser de mayor es bombero.
A mí los puentes no me gustan y los cohetes espaciales tampoco. Me gustan los
perros y si soy bombero podré salvar a muchos perros de edificios en llamas.
Además, conduciré un camión rojo con una luz naranja y una sirena, llevaré un
casco chulísimo, subiré unas escaleras altas y tendré una manguera muy larga, con
la que yo y mis amigos apagaremos todos los fuegos que haya. A mí me parece que
un bombero es más supermán que uno que sabe multiplicar.
Tres por cinco, quince
A Sergio los Reyes Magos le
trajeron un teléfono móvil. Yo no sé para qué lo quiere, si ninguno de sus
amigos tenemos. Creo que es para jugar al comecocos y a esas bobadas que llevan
puestas, pero sobre todo para presumir con las chicas. Les enseña en el móvil
fotos de su tortuga Pancha, de la moto de su hermano y de cualquier tontería
que se le ocurre. Al principio le hacían caso, ahora le dicen que las deje en
paz.
Tres por seis, dieciocho
Rober dice que su madre vio la
semana pasada a mi padre por el centro, besándose con una chica en la boca. Yo
no me lo creo, se habrá confundido, porque mi padre está en Alemania o por ahí,
trabajando. Además, mi padre hace mucho tiempo que no besa a nadie, ni a mi
madre ni a mí. Creo que se le olvidó cómo se hace, porque a todo el mundo se
nos olvidan cosas, como a mí el dos por siete, que ya no sé si son trece o dieciséis.
Tres por siete, veintiuno
No me gustan los números. Y no
quiero que me pase como al tío Enrique, que es un superveterinario y le llaman de
noche y le despiertan para que cure a un hámster, a un caballo o a una
serpiente que están muy malitos. Yo no quiero ser un supermán de los números, no
quiero que suene mi teléfono cuando esté durmiendo para que alguien a quien se
le olvidó, me pregunte cuántos son seis mil por veintiocho. Prefiero que me despierten
para apagar un incendio y salvar a un perro.
Tres por ocho, veinticuatro
Mamá me ha prometido llevarme al
zoo el domingo. Me ha contado que cuando ella era pequeña, llevaba una bolsa
con cacahuetes y le daba de comer a los monos y al elefante. Pero dice que ahora
no se puede, que está prohibido. A lo mejor tienen miedo de que si les damos
chucherías, los animales engorden o se pongan enfermos y tengan que llamar de
noche al tío Enrique para que los opere. Yo de todas formas voy a llevar los
bolsillos llenos de cacaos y cuando no mire el cuidador se los echo al
chimpancé o al rinoceronte. Va a ser una risa.
Tres por nueve, veintisiete
Voy a apagar la luz, a ver si me
duermo. Me gustaría soñar que Martita está con su perro en un incendio y llego
yo con mi camión rojo, trepo con mi casco por la escalera y los salvo a los
dos. Entonces Martita me da un beso, dice que se quiere casar conmigo y su
perro me lame la cara, como en las películas. Ese sí que sería un sueño guay.
Tres por diez, treinta
Oigo voces. Voy a levantarme para
mirar por la rendija de la puerta. ¡Es mi padre, que ha vuelto de Alemania o por
ahí! Llora y ríe al mismo tiempo, qué raro, mi madre también, pero no parecen
tristes. Ahora se besan en la boca. Mi padre ha aprendido a besar otra vez. Por
eso están tan contentos. A lo mejor la madre de Rober tenía razón y a mi padre
le estaba dando clases aquella chica en el centro. ¡Ojalá se quede para siempre,
así iremos los tres juntos al zoo!
martes, 13 de mayo de 2014
Bronco
Me lo dijo mi amiga Nuria, haciéndose
la interesante:
-Si sacas a pasear a Bronco y se
moja con agua de lluvia se convertirá en un tigre de verdad. Lo he leído en un
libro secreto de magia que me regaló mi abuela.
Esta
tarde, cuando más llovía y mientras mi madre estaba entretenida hablando por
teléfono, he bajado con él a la calle. Nos hemos mojado hasta empaparnos, pero
Bronco sigue siendo el muñeco de peluche que me trajeron los Reyes hace dos
años. Estoy contenta, creo que lo prefiero así. Nunca pasará hambre ni sed, no
podrá enfermar ni le atropellará ningún camión o le comerá un dinosaurio. Deseo
que esté conmigo toda la vida; porque le quiero.
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