Cuando me
dirigía al baño tras la siesta, percibí extraños cuchicheos provenientes del
salón. Me aproximé silenciosamente y asomé parte del rostro. Mientras se
revolcaba en el sofá, el cerdo vietnamita que tenemos por mascota decía a
alguien por teléfono:
—Tranquilo, no sospechan nada. Será esta misma noche.
¡Oink!
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