El
representante designado por la tropa se lo comunicó a un sargento, éste a su
capitán, quien a su vez informó al coronel, que llamó enseguida al general en
jefe. Cuando el monarca recibió personalmente la noticia de que sus soldados
estaban dispuestos a entregar la vida para defender a sus familias y
compatriotas, pero no iban a obedecer la orden de atacar a un país vecino,
sonrió mientras comentaba:
— Perfecto,
ningún problema. Hablaré con mi primo y que sean ellos quienes nos invadan.
Porque esta guerra ha de librarse. Y vaya si se va a librar…
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