Cuentos, microrrelatos, nanoficciones y algún poema
-- By Rafa Sastre
sábado, 23 de marzo de 2013
Sábado en el parque
El anciano
obsequió al joven con un ‘Buenas tardes’
sentándose a su lado en el soleado banco, no sin antes colocar un folleto de
propaganda entre la madera y sus glúteos, a modo de aislante. Al adolescente le
impresionó el venerable aspecto de aquel hombre, cuya edad calculó sobrepasaría
los setenta y cinco años; el hecho de que luciera un impecable traje con corbata
oscura y se ayudara de un bastón, atrajo también su interés.
En un
momento dado, mientras varios mocosos jugabancorreteando por las proximidades, el viejo esbozó un puchero y unas
lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas. Preocupado por ello, su compañero
de asiento le preguntó si se encontraba bien, si necesitaba ayuda. Tras secarse
la cara con un pañuelo, en el que se distinguía la letra ‘P’ bordada en una de
sus esquinas, el hombre comentó que no ocurría nada. Su tristeza, explicó, se
debía a que desde hacía más de veinticinco años no dejaba de pensar ni un solo
día en su única hija, que debido a un accidente de tráfico falleció junto al
niño que esperaba, percance que poco después pasó también la factura de la vida
a su propia mujer.
El joven,
conmovido por la historia, sintió en ese instante que una poderosa y misteriosa
energía les atraía irreversiblemente, por lo que de súbito le propuso un trato.
‘Usted perdió a sus seres más queridos y todos
mis abuelos murieron antes de que yo fuera capaz de conocerlos; déjeme ser el
nieto que nunca tuvo. Le aseguro que, excepto un poco de cariño, jamás le
pediré nada a cambio’. El anciano sonrió con excepcional dulzura, le pasó la
mano por su cabeza y dijo: ‘Bienvenido a
la familia, muchacho’.
De increíble conmoción. Saludos. :D
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