sábado, 16 de abril de 2016

Ultima voluntad




Lo recuerdo con claridad. Comencé a arder el lunes a las ocho menos cuarto de la tarde mientras aguardaba en la sala de espera de Madame Foucault, la pitonisa. La espontánea combustión se inició en la cabeza, concretamente en el cogote, donde aún conservaba algunas hebras de pelo. Ustedes pensarán que cualquiera en mi lugar habría saltado de la silla y sofocado con diligencia y pocas dificultades aquel pequeño incendio. Pero lo cierto, y confío en que me crean, es que la abrasadora sensación me resultaba placentera en grado sumo. Así es que decidí dejarme quemar por completo.

Hoy es viernes, son las cuatro y veinte. Si no ocurre un imprevisto, calculo que para el domingo solo seré cenizas. Que alguien le diga a mis hijos que ni se les ocurra lanzarlas al mar, bastante porquería soporta ya el pobre.


1 comentario:

  1. Me has hecho entrar en calor, con el frío intenso que hace por aquí. Y he reflexionado sobre las cenizas... a mi me gustaba el mar, pero está bien, mejor alimentar árboles y flores.
    un abrazo (Cas)

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