Callada, descuidadamente ataviada y
con el cadencioso ritmo de una vieja balada de Leonard Cohen, la mujer madura
deambula por el barrio de bar en bar. Dicen que bebe para olvidar a su marido, el
cual la abandonó por oscuras razones. Cuando la observo, sus afligidos ojos me
revelan que el cabrón era un insolvente sentimental, que la dejó porque no toleraba
que ella le amase tanto. Hay individuos que aborrecen las deudas intangibles,
que son por cierto las deudas más cardinales y ese sujeto, al que no conozco
pero me gustaría partir la cara, debía sufrir un déficit irreparable.
Cada vez que me cruzo con esa mujer,
y sostengo lo de cada vez, me asaltan unos instintivos deseos de abrazarla
entrañablemente e intentar transmitirle que hay cariño más allá de las
rupturas, que existe vida después del desamor y que algún día, porque lo
necesita y porque se lo merece, encontrará un compañero que le dirá, como hace
cantando Leonard Cohen, “I’m your man”.
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