De uvas a
peras los viejos del pueblo se acuerdan de él y no pueden evitar preguntarse dónde
bailará Herminio, más conocido como El
Tuercas. Precisamente esta mañana en el casino, Ismael hacía cuentas e
informaba que, hace ahora treinta años, aquel vecino se esfumó de repente sin
volver a dar señales de vida.
Salvador El Gitano lamentaba que hubiera abandonado
a su mujer y a cuatro niños pequeños largándose con una fulana de la capital,
tal y como se rumoreó durante meses tras el extraño mutis. A eso replicó con
énfasis el Blas que, en calidad de amigo íntimo de Macías, siempre ha sostenido
que el susodicho amaba demasiado a su familia como para renunciar a ella por cualquier
pelandusca, que alguna irreparable y misteriosa desgracia debió acontecerle.
Luego Marcial
intervino para rememorar la maestría del presunto prófugo en el juego del ajedrez
y Luisito El Gallego alabó también su
destreza reparando radios y televisores, que es a lo que se dedicaba.
Toño, el
alcalde, envalentonado por la tercera copa de cazalla, aseguró que hablaría con
el Sargento Ramírez, de la Guardia Civil, para ver si era factible reabrir el
expediente de su desaparición. "Ahora, con internet, el GPS, los satélites
y todos esos artefactos electrónicos a lo mejor pueden localizarlo",
especulaba el muy tarugo.
Mientras
los demás seguían dale que te pego con El
Tuercas, yo no dejaba de pensar en ese pozo seco escondido en la espesura del
robledal, donde hace ya mucho tiempo se habrán podrido sus malditos huesos.
Nunca soporté las tremendas palizas que me propinaba, después de haberme ofrecido
blancas y regalado su reina.
Relato ganador del I Concurso de Relato Negro Criminal y policíaco FIAT LUX
(Septiembre-2014)