Toca jotas, señorito; y toca tangos, boleros, y
cha-cha-chás… Se lo juro, señorito. Este
mono es mú listo y zalamero. Me lo trajo una parienta de Gibraltar y mi marío
con mucha pacencia, señorito, le enseñó a tocar el pianico. Ahí que se iban los
dos con la cabra tós los días mú temprano a ganarse unos duros pa comer. Pero
primero se nos fue la cabra, señorito, cogió una pulmonía, y después a mi Juan
le dio un telele y criando malvas está el pobre. Cómpreme el mono, señorito, no
se arrepentirá. Verá qué contentos se ponen sus niños.
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viernes, 15 de marzo de 2013
miércoles, 13 de marzo de 2013
martes, 12 de marzo de 2013
Las desventuras del hombre con un perro llamado Beckenbauer
Un hombre profundamente deprimido decidió
acabar con su vida. Como era persona miedica y crédula, cuya religión le había inculcado
que si se suicidaba su alma jamás dejaría de arder en el infierno, ideó una estrategia para desencadenar
la calamidad que facilitase un tránsito imprevisto y justificado.
Empezó pasando por debajo de la
escalera de un operario de Telefónica; sólo consiguió un esguince de grado II
en el tobillo derecho, al trastabillarse cuando bajaba de la acera.
Compró un precioso gato negro, pero
el animalito no sobrevivió las violentas dentelladas que le infligió el doberman
del hombre nada más traspasar la puerta de su vivienda.
Torció todos los cuadros del piso y
estuvo una semana levantándose con el pie izquierdo, a consecuencia de lo cual un
tío-abuelo suyo, de 87 años de edad y residente en Salamanca, sufrió una
embolia.
Otro día rompió una luna del
armario y a las pocas horas el tren Granada-Barcelona descarriló a su paso por
Alcázar de San Juan.
Derramó quince kilos de sal,
repartidos por todas las habitaciones, y aunque dimitieron dos ministros en
Argentina, lo único que ocurrió es que se averió el aspirador.
Otra mañana subió de la tienda de
los chinos con veinte paraguas negros y los dejó todos abiertos dentro del
salón; de aquel día podemos reseñar que: a) no llovió, b) el perro se escondió
acobardado debajo del sofá y c) se registró un importante movimiento sísmico en
Kazajistán.
Y un martes 13, en el que el hombre
tenía planeado tomar el autobús de la línea 13 para ir a pasar la jornada en el
apartamento número 13 que había alquilado en el 13 de la Decimotercera Avenida,
ese día, precisamente a las 13 horas y 13 minutos, un marido despechado lo
confundió con el amante de su mujer y le pegó 13 tiros en el portal de su casa.
Asunto resuelto. Por cierto, ¿a
alguien le interesa un doberman?
domingo, 10 de marzo de 2013
Bro'
Mi hermano mayor se llama Stanislav
y es un cocodrilo; un cocodrilo americano, para más señas. Sí, parece absurdo,
alucinante, un chiste, pero es la verdad. Os contaré la historia: mis papás son
biólogos y aunque suene mal que yo lo diga, están un poco majaretas. Hace unos
diez años se fueron a trabajar a Florida, concretamente a una zona que llaman
Everglades y allí, entre zonas pantanosas, encontraron el huevo de uno de esos
saurios. Como no localizaron a la madre, ni cortos ni perezosos se encargaron
de incubarlo ellos mismos. Cuando nació Stanislav se acogieron a una de esas
demenciales disposiciones yanquis que aún perduran en los condados de algunos
estados, por la cual la gente puede ahijarse legalmente a cualquier ser vivo. Cuatro
años después nací yo, cosa que les entusiasmó porque así ya tenían “la
parejita”. Yo a Stanislav le quiero mucho pero le llamo Bro’ (de “brother”,
hermano en inglés; vamos, como si aquí dijeras “tete”), pues no me gusta ese nombre
tan raro que le pusieron mis papás. Nos llevamos muy bien aunque, la verdad, resulta
un poco limitado para la mayoría de juegos y siempre lo tengo encima pidiéndome
comida. En resumen, es buen chaval, lo único que me fastidia es que cada vez
que salimos a pasear tenemos que utilizar las escaleras porque, como aún no ha
aprendido a caminar a dos patas, no cabe en el ascensor y la puerta le pilla la
cola. ¡A ver si le enseñan de una vez en el Colegio!
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