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domingo, 5 de enero de 2014

El banquete



Fotografía de  Nikos Vandinoudis


Solo al bobo de Nemesio se le ocurriría celebrar el banquete de sus segundas nupcias, al que ha convidado a todo el pueblo, en este baldío. Le repetí una y mil veces que lo plantara de cebada, que se pagaba bien y necesitaba pocos cuidados. Pero mi viudo, además de ceporro, siempre ha sido un holgazán de cuidado. Y encima, desde que cobró mi seguro de vida se cree el Rey del Mambo.

Pero qué idiota es el pobre. La Mariví esa, la dependienta de la pescadería, se lo ha camelado bien camelado. La muy zalamera le dice que le quiere… ¡Pero cómo puede una mujer de treinta y muchos años, aunque se le haya pasado el arroz, enamorarse de un carcamal de ochenta! Un viejo calvo, cojo, con la dentadura postiza, medio ciego y con ese genio del demonio que tiene. ¡A otro perro con ese hueso!

Ahora cuando vuelvan de la iglesia y comience el festín, les voy a dar una sorpresa. Voy a desatar una tormenta de padre y muy señor mío. Lanzo toneladas de granizo del gordo y, si puedo, porque aún no estoy muy ducha en esto, mando un rayo directo al corazón de Nemesio y me lo traigo conmigo. Lo siento mucho por los invitados, pero no puedo permitir que se consume esta mascarada.

viernes, 3 de enero de 2014

Benditos yanquis



Si yo no fuera yo, pongamos por caso que fuese un yanqui, ondearía una enorme bandera en la fachada de mi casa; cantaría God Bless America con la mano derecha sobre el corazón, mientras odiaba a muerte a todos aquellos que no comparten mi patriotismo.

Los fines de semana, después de desayunar cereales o tortitas acompañados de beicon y huevos fritos, pasaría el cortacésped y jugaría al béisbol con mis hijos. Tendría una o varias armas de fuego por si las moscas, por si los ilegales, por si los terroristas y por si los extraterrestres, sencillamente porque me daba la gana y lo permite nuestra sagrada Constitución.

En Halloween compraría libras y libras de chucherías para los niños y me disfrazaría de zombi aunque luego mucha gente no notase la diferencia.

Si yo fuera otro y siguiera siendo yanqui, no me perdería nunca la entrega de los Oscar, ni las finales mundiales. Me casaría con la chica del baile del instituto (que era animadora del equipo de basket) delante de un fantoche ataviado como Elvis. En San Valentín compraría una camisa repleta de palmeras y me iría a Hawái, donde unas muchachas bellas y exóticas nos recibirían con un Aloha, unos collares de flores blancas y unos daiquiris.

Por precaución, por pura seguridad, nunca me fiaría ni un pelo de mis conciudadanos, sobre todos de aquellos que para su desgracia tienen la piel oscura. Tendría colgada en el salón una fotografía de JFK, pero continuaría votando indefectiblemente a los republicanos.

Si viviese como un verdadero yanqui me hincharía de cerveza y me atiborraría de hamburguesas y patatas fritas, comería pavo relleno en Acción de Gracias y en verano montaría barbacoas y karaokes en el jardín para los amigos. Tendría un sobrepeso demoledor, a pesar de mascar sin descanso chicles sugarless.

Aborrecería a los rusos, a los chinos pero sobre todo a los cubanos, los iraníes y los coreanos. Conduciría un coche fabricado en Detroit debajo de un sombrero tejano o una gorra bordada con las iniciales NYC. Viajaría con la familia a Disneyworld para hacerme una foto con Mickey Mouse y el Pato Donald.

Como buen yanqui, acudiría todos los domingos a la iglesia, cantaría unos salmos desafinados, me desgañitaría a Aleluyas, entregaría una generosa limosna y al salir me despediría efusivamente del pastor en el porche parroquial. Luego aplaudiría a rabiar las intervenciones militares de los marines en países que desconocía que existían y estaban en este planeta, porque si mi Presidente envía allí las tropas es por el bien del universo en general pero de los United States of America en particular.

Aunque fueran unos deficientes rematados, enviaría a mis hijos a estudiar a Yale o a Harvard. En invierno patinaría sobre hielo, iluminaría el exterior de mi casa con diez mil bombillas para envidia del vecino y al lado de la chimenea plantaría un abeto espectacular, a cuyo pie Santa Claus depositaría sus valiosos regalos.

Si yo fuera un yanqui orgulloso de ser yanqui, no abriría un libro en mi puñetera vida, pero devoraría la televisión en pijama, me tragaría toda esa basura y luego culparía a los franceses, a los musulmanes y a los comunistas de cuanto malo y negativo ocurre en este mundo.

En el supuesto caso de que yo fuese yanqui, cualquier sujeto con mala baba que no fuera yanqui y quisiera garabatear cuatro bobadas, podría argumentar que soy un paleto y un ignorante, incluso que mi gobierno y la CIA manipulan nuestras mentes. Pero resulta que, como no soy yanqui, me resbala todo lo que quizás alguien pueda -alguna vez- escribir torpe y malintencionadamente sobre nuestros queridos aliados, los benditos yanquis.


miércoles, 1 de enero de 2014

Lo impredecible





El soplón era fiable, la noche su aliada. Billy había estado vigilando desde su coche y durante más de una hora aquella ventana del quinto piso en un destartalado bloque de apartamentos de Harlem, donde un par de desgraciados mantenían secuestrada a Bambi Carrington, la hija de Ronald Carrington, más conocido como “The Golden Banker”. El detective fue contratado para evitar la intervención policial que habría contravenido las órdenes de los raptores pero, esencialmente, para soslayar la entrega de los cinco kilos de rescate exigidos; porque aunque Ronnie era multimillonario, era más rácano y miserable que la madre que lo parió, por eso se agenció un sabueso tan barato.

Billy no tenía ningún plan, cada vez que en el pasado proyectó alguno palmaban uno o varios de sus compañeros. Ahora prefería trabajar solo y por intuición. Bajo su anorak, la única protección de un chaleco antibalas de segunda mano, ya que de lo único que estaba seguro al ciento por ciento era de que aquello acabaría con una ensalada de tiros. Comprobó que las  Magnum-44 estaban bien cargadas, quitó los seguros e introdujo una en la pistolera y otra en su cintura. Tras cerciorarse de que no había vigilancia en el cutre y mal iluminado hall del edificio, traspasó el umbral y comenzó a subir silenciosamente las escaleras. El ritmo cardíaco se aceleró de forma exponencial con cada pisada.

De repente, Abraham, el viejo sordo del segundo izquierda, puso en marcha a toda castaña la televisión y la famosa cocainómana reciclada en vendedora de best-sellers berreó a pleno pulmón con su carajillera voz: “¡YO POR MI HIJA MA-TO, MA-TO!, ¿COMPRENDES?”

Después de eso mi inspiración se fue a la mierda y esta hoja de papel a la puñetera basura. Aunque la he rescatado añadiendo estas últimas líneas para denunciar las desagradables consecuencias que sobre vuestros vecinos puede tener conectar la tele-detritus cuando has renunciado al uso de un audífono.

Mañana me compro una Magnum. Fijo.


lunes, 30 de diciembre de 2013

Ya estaba muerto



No me quedó otro remedio. De todas formas él ya estaba muerto, nadie volverá a llorarle.

Cuando llegó, lo hizo de madrugada, con una grave hipotermia y vencido por el cansancio. Usando la intuición y los pocos medios a mi alcance, lo cuidé durante días. Con cariño y entusiasmo, como una madre habría cuidado a su recién nacido. Solo gracias a mis esfuerzos fue posible su recuperación.

Después de aquello se mostró amable y colaborador, me ayudó a ordenar nuestra vida en el recóndito rincón del universo en el que yo ya estaba subsistiendo dos largos años. Dividimos las tareas, nos entendíamos bien. Pero a medida que fueron transcurriendo las semanas se fue volviendo hostil, convencido de que su superioridad física e intelectual le otorgaba  derechos definitivos sobre mi persona. Y aunque nunca lo admitió, sentí que pensaba que podía tratarme como a un esclavo, ordenándome lo que debía o no hacer, estableciendo turnos, horarios y raciones siempre en su beneficio.

Harto de sufrir vejaciones, le machaqué el cráneo mientras dormía. No me arrepiento de ello, pues me debía su vida y además, como he dicho, ya estaba muerto.

Hay islas, como ésta, demasiado pequeñas para albergar a dos náufragos.


domingo, 29 de diciembre de 2013

Las semanas de nuestras vidas




Los lunes son un auténtico incordio,
                Como el picotazo de una avispa en los testículos
                Como pisar una mierda con los zapatos que acabas de estrenar
                Como el preludio de un réquiem en el que el difunto eres tú

Los martes son una soberana idiotez,
                Como esos discursos autocomplacientes de políticos acabados
                Como la presunción de inocencia cuando te pillan con las manos en la masa
    Como investigar las consecuencias de la halitosis de un microbio en el efecto invernadero

        Los miércoles son tan tremendamente aburridos
                Como coleccionar estampillas con el matasellos de Timor Oriental
     Como asistir a una clase magistral sobre la filosofía de los primeros pensadores milesios
   Como hacer ejercicio en una bicicleta estática delante de un póster de Hawái, mientras escuchas un concierto de música experimental en la FM

       Los jueves se inventaron para soñar
                Con plantar una bandera pirata en la cima de la montaña más alta
                Con tus hijos y sus propias ilusiones, hipotecadas por un futuro incierto
                Con la paz, con la justicia, con la igualdad

Los viernes son verdes y se visten de esperanza,
                Como el último día de los treinta años de reclusión de un preso
    Como cuando prendes la mecha que dinamitará todos tus fracasos
                Como la aproximación de la balsa de salvamento si eres un náufrago

Los sábados pueden resultar reconfortantes
                Como un oasis paradisíaco en medio de un interminable desierto
                Como elevarte sobre las nubes a bordo de un globo aerostático
                Como contemplar sus ojos entretanto sueña despierta, sonríe alegre y te mira

Los domingos son indudablemente apoteósicos
                Como resolver una ecuación de quinto grado sin calculadora
                Como saltar la banca de su corazón con el detalle más insignificante
                Como un orgasmo, como un nacimiento, como la muerte

Hasta que la avispa vuelve a revolotear, alguien saca de nuevo a pasear al perro y otra vez empiezas a desprender olor a cadáver…


viernes, 27 de diciembre de 2013

El bucle




“Quizás mañana”. Así concluye el escritor un largo monólogo interior ante sus instrumentos de trabajo. Mejor invocar a la inspiración en la calle, mientras pasea a un Toby silencioso pero suplicante. Mas cuando va a levantarse, el lápiz se yergue mágicamente sobre el papel y acariciándolo, comienza a parir estas palabras:

“”Quizás mañana”. Así concluye el escritor un largo monólogo interior ante sus instrumentos de trabajo. Mejor invocar a la inspiración en la calle, mientras pasea a un Toby silencioso pero suplicante…”


viernes, 20 de diciembre de 2013

El aturullamiento




Juraría que la llevaba dentro del bolso. ¿Cómo puedo haberla perdido? ¡Dios mío, si este rímel no es mío! Y este pintalabios… ¡Vaya color horroroso! ¿Y esta cartera? ¡Mierda! ¡Pero si este no es mi bolso, éste es de Chanel! Ya sé: en la cafetería, cuando me he sentado al lado de esa rubia. Al irme me he aturullado y he cogido el  suyo en lugar del mío. ¡Joder, si lleva pasta la tía! Y cinco tarjetas de crédito. Se llama Susana. Pues que te den, Susana. Lo siento por ti, querida, no te asustes cuando veas la mano de Agustín. Puedes tirarla en cualquier sitio, es lo último que me quedaba de él.


martes, 17 de diciembre de 2013

El final de un sueño





Soñaba que podía volar. La inconsciencia le ayudaba a olvidar la terrible condición del paria en que se había convertido por mor de una sociedad cada vez menos humana, más insensible. Le salió caro conservar la dignidad cuando golpeó al encargado de la fábrica después de ser insultado repetida e injustamente ante sus compañeros. Aquel sujeto solo perdió una maldita muela, él su trabajo. Y aunque no estaba dispuesto a desperdiciar el futuro, la violenta realidad pisoteó todas sus esperanzas. Soñaba que podía volar, y si bien al principio fue bello, acabó planeando sobre el interminable cementerio del optimismo.



lunes, 16 de diciembre de 2013

Negra Navidad




Desde mi ventana observo cómo nieva en el centro de la ciudad, cómo se cubren de copos las aceras. Provenientes de unos grandes almacenes, fluyen hasta mis tímpanos esas pastosas y cansinas melodías americanas.

Es de noche y tengo frío.

Distingo el continuo transitar de personas cargadas con regalos bien ocultos en paquetes y bolsas. Las luces decorativas se proyectan en los coches que desfilan sobre el húmedo asfalto y con su parpadeo iluminan intermitentemente mi oscura habitación.

Es de noche y siento hambre.

Sin proponérmelo, me asalta el nítido recuerdo de las Nochebuenas de mi niñez. Aquellas copiosas cenas junto a la familia, que rematábamos interpretando villancicos de letras fáciles aunque absurdas, mientras aporreábamos unas resignadas panderetas.

Es de noche y me encuentro solo.

Desde que te fuiste, ya no existe nada que merezca celebrar. Ni siquiera que esta mañana en el hospital me hayan asegurado que el tumor es benigno. De buena gana hubiera golpeado al médico que me informó, sonriendo, que se aplazará nuestro reencuentro.

Es de noche y estoy llorando.


sábado, 14 de diciembre de 2013

El día que Santa Claus dijo basta




Para finalizar, el viejo pegó un puñetazo sobre la mesa, se alzó del sillón, profirió un ensordecedor gruñido, mesó repetidamente sus barbas y con expresión colérica atisbó a su alrededor. La legión de fieles elfos, acobardada, se mantenía en completo silencio atenta a cualquier cosa que su patrón pudiera decir u ordenar a continuación.

-¡Estoy más que harto! -repitió el gordinflón, dando también una enérgica patada contra el suelo- ¡Este año no habrá ningún regalo para esos egoístas que pueblan el hemisferio norte!

Inclinó la cabeza y manteniéndola gacha fue alzando la vista para observar a sus subordinados que, estupefactos, cruzaban entre sí miradas desconfiadas; era obvio que aquellos minúsculos seres no habían comprendido ni una sola palabra de su discurso. Nunca antes le habían parecido tan humanos.


viernes, 13 de diciembre de 2013

Bye, bye, Christmas




La nave interestelar proveniente de la estrella FµLα en la Galaxia Andrómeda, que sobrevolaba en misión de reconocimiento la troposfera terrestre, captó a seis mil quinientos kilómetros de distancia el movimiento de un objeto volador no identificado, propulsado por una desconocida energía cinética. Después de emitir un aviso sonoro en un espectro de frecuencias de alta gama, que no fue contestado, los FµLαnos siguieron el protocolo de seguridad y lanzaron un proyectil gaseoso de advertencia. A pesar de todo, el irreconocible objeto mantuvo su velocidad de desplazamiento y la irregular trayectoria, caracterizada por una secuencia continua de desacompasadas cabriolas.

El comandante de la embarcación sideral, tras leer un mensaje cifrado con código púrpura que le envió por el intertelemax digital el responsable de transmisiones, y cumpliendo con las convenciones de emergencia dictadas por las autoridades FµLαnas, ordenó el urgente disparo de un misil flamígero de cloro-fluorocarbono enriquecido. Por los radares tridimensionales de resolución megapixelar, observó satisfecho cómo -en cuestión de segundos- el torpedo destruía aquel lejano y extraño móvil.

Inmediatamente después, el comandante en jefe convocó a los oficiales en la sala de mando para hacerles partícipes de que, respondiendo a una provocación, se acababa de iniciar el proceso de conquista y colonización de la Tierra. Informó que, a través del transpondedor nuclear, el técnico de comunicaciones polarizadas había escuchado con perfecta claridad, proveniente de la nave derribada, la más grave amenaza de ataque: el temido “Ho-Ho-Ho”, que en su estrella equivalía a una categórica declaración de guerra.



jueves, 12 de diciembre de 2013

La pulcritud




Su conciencia no podría soportarlo. Así es que introdujo los restos en una bolsa, tomó la fregona y lavó el suelo del salón. Utilizando un paño humedecido con detergente limpió diversas manchas en la pared y los muebles. Quitó el polvo, dio brillo a los cristales. Agrupó unas revistas y ordenó con rigor los libros de las estanterías. De la alacena escogió un ambientador con el que roció las estancias generosamente. Cuando le pareció que todo estaba impecable cargó como pudo con el cadáver y se largó, después de frotar las suelas de sus zapatos en el felpudo de aquella vivienda extraña.


miércoles, 11 de diciembre de 2013

Naboman en la Luna




El agente estacionó su berlina en la acera de enfrente. Interpretó como buen augurio ver ondear una pequeña bandera nacional en la fachada de la casa. Cuando Dolores salió con sus tres mocosos y arrancó el todoterreno con dirección al colegio y a su trabajo, Mark se apeó y se dirigió a la vivienda. Un hombre entre treinta y cuarenta años abrió la puerta.

-Buenos días.

-Buenos días. ¿Qué se le ofrece, caballero?

-¿Es usted Reinaldo Fuentes?

-Efectivamente, diga usted.

-Me presentaré: mi nombre es Marcus Calloway, delegado para asuntos espaciales de la Central de Inteligencia. Encantado de conocerle –dijo, extendiendo su mano hacia la de su interlocutor y estrechándola.

-¿De la CIA?

-Correcto. Delegado para asuntos espaciales.

-¿Espaciales? –preguntó Reinaldo mientras con un ademán ofrecía al visitante que entrase en su casa.

-Sí, señor. De hecho vengo en nombre de la NASA.

-No comprendo. Tome asiento, por favor.

-La NASA tiene un proyecto que por el momento no puede hacerse público y ha pensado en solicitar su colaboración.

-¿No se estarán confundiendo? Debe tratarse de un error.

-De ninguna de las maneras. Le explicaré, aunque antes he de advertirle que todo lo que hablemos aquí y ahora es absolutamente confidencial. La información que le proporcione no deberá difundirla bajo ningún concepto hasta que, en su caso, se le autorice.

-Descuide, no contaré nada a nadie, puede estar tranquilo. Prosiga, se lo ruego.

-La NASA, interesada en estudiar las posibilidades de colonización de nuestro satélite, desea en 2015 plantar nabos en la luna. Usted ostenta el récord Guiness por el cultivo documentado del nabo más enorme de la historia. Necesitamos que forme parte de la expedición y aplique sus técnicas agrarias.

-¡Están ustedes locos de remate!

-¿Disculpe?

-No pienso formar parte de ninguna expedición espacial y acabo de decidir que tampoco compartiré con ustedes el secreto de mis técnicas. Pero… ¿Cómo se les ocurre semejante estupidez? ¿No piensan que con el extraordinario coste de ese proyecto podrían aliviar el sufrimiento de muchos seres humanos aquí, en la Tierra?

-Señor Fuentes, comprenda que solo soy el portavoz de la NASA y que el proyecto se llevará a cabo, salvo imprevistos, con o sin su participación. Deseo que sea consciente de que autoridades muy importantes, cuyos nombres no estoy autorizado a desvelar, estarían entusiasmadas con su cooperación. Por otro lado, sus emolumentos alcanzarán las seis cifras, factor para nada desdeñable. Tenemos también a varios especialistas escribiendo ya su autobiografía, que estamos convencidos será el best-seller de 2016 y será traducida y distribuida en todo el mundo; de los derechos le cederemos un ochenta por ciento. Como posible título, ya se barajan algunos: “El adorador de nabos”, “Nabogando por el espacio” o “Naboman en la luna”. Por supuesto, también están las conferencias. Si acepta, ni su mujer ni usted tendrían que trabajar durante el resto de sus vidas, llevarían una vida lujosa y sus hijos podrían acceder a las más prestigiosas escuelas y universidades.

-Me acaba de convencer de que son todos ustedes unos completos tarados. Explique a esas misteriosas autoridades que solo les ayudaré si regresan a mis padres de la tumba. Desplegaron sus leyes hace años para expulsarlos de aquí por carecer de papeles, obligándoles a volver a su país donde murieron casi en la indigencia. Puede empezar a ahorrar saliva, agente, y poner en práctica un plan B ahora mismo. Si quiere, le presento a mi amigo Norman Saliewski, también figura en el libro Guiness como el propietario de la gallina que pone los huevos más grandes del Universo. Si le convence y lo llevan con ustedes, en la luna podrían merendarse unas buenas tortillas de nabo. Esta conversación ha terminado. Buenos días, caballero.


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sábado, 7 de diciembre de 2013

Bienvenido a la realidad





Señor Juez:

Mentiría si dijese que siento fastidiarle esta preciosa tarde de domingo. Seguro que habrá comido agradablemente en familia, se habrá echado al coleto una generosa copa de brandy y se habrá fumado un puro magnífico. Estaría viendo la tele o echando una siesta antes de salir hacia la ópera en su cochazo, cuando alguien ha llamado para comunicarle que un pirado se ha cargado al director de un banco y luego se ha pegado un tiro. Los dementes no necesitamos justificar nuestras acciones, pero quiero que sepa que ese individuo, que por cierto era su hermano, primero me estafó veinte mil euros y luego, cuando me quedé en el paro, embargó mi vivienda, esa de la que usted nos desahució. Mi mujer e hijos tendrán que seguir sobreviviendo de la caridad. Casi me olvido: su bonita casa está ahora mismo volando por los aires. Prepárese para sufrir, juez. Bienvenido a la realidad.

Evaristo, el fiambre.



Imagen extraída del blog MUY SEÑORES MÍOS (http://muysenoresmios.blogspot.com.es/)




viernes, 6 de diciembre de 2013

C'est fini




-Ahí, muy bien, perfecto, junto a las estatuas de las diosas. Quédate quieta y sonríe mi amor…

-Mamá, me quiero ir a casa.

-Estate calladita. Sonríe un instante.

-Mamá, tengo miedo.

-Para de una vez, mi vida. Una foto y c’est fini. Di “whisky”.

-Mamá, vámonos ya. ¡Hay un monstruo a tu espalda!


-Pero qué bromista eres. ¡¡¡AAAAAAAAAGGGGGGGGG!!!



jueves, 5 de diciembre de 2013

Ojalá los sueños




Se durmió soñando que él también podía volar, que era un marabú más surcando el luminoso cielo que cubría su comarca. Imaginó que desde la altura divisaba su poblado, las cimas de montañas sagradas y una nutrida manada de ñus desplazándose hacia el sur. Observó a los niños jugando alegremente en las riberas y a un grupo de cazadores adentrándose en la espesura del bosque. Creyó distinguir a sus padres, que lloraban angustiados a la entrada de la choza. Y cuando se disponía a acercarse para confortarlos, un golpe de mar primero y un latigazo después desvanecieron cualquier ilusión.




miércoles, 4 de diciembre de 2013

La Cuarta Dimensión



Desde que a Herbert se le ocurrió comenzar a narrar en una sencilla gaceta titulada “La Cuarta Dimensión” las experiencias de sus continuos viajes a través del tiempo, los habitantes de la pequeña ciudad de Blackville esperaban fervientemente aquella publicación. Con el artilugio que había inventado, el científico iniciaba casi a diario nuevas travesías que le llevaban, a su antojo, tanto al pasado como al futuro. De la más rancia antigüedad rescató memorias trascendentales, reconstruyó los perfiles de los más grandes personajes y demolió consolidadas teorías sobre el auge y ocaso de algunas civilizaciones, revelaciones todas ellas que insignes historiadores con acceso al boletín tacharon de patrañas absurdas e inverosímiles. Del porvenir trasladó, indistintamente, las noticias más ilusionantes pero también las más funestas predicciones que eran, asimismo, descalificadas y reprobadas por los gobernantes. En la última edición, Herbert escribió algo que sonaba a despedida. Al día siguiente viajaba al año 2014. Nunca nadie después supo más de él.


lunes, 2 de diciembre de 2013

Roles





Y nunca le recordaba lo que no se debía contar. No era necesario. Blas estaba convencido de que María tenía asumido su papel de víctima porque había nacido para serlo, porque estaba genéticamente programada para soportar insultos y palizas. Pero el verdugo se equivocaba. La noche en la que hubo un imprevisto intercambio de roles, la mujer se despachó seccionándole el cuello.


domingo, 1 de diciembre de 2013

Perro azar





Cuando despertó, la prostituta ya no estaba allí. Y si hay una cosa peor que darte cuenta de que no queda papel higiénico inmediatamente después de jiñar, es que una zorra, de la que no sabes ni su verdadero nombre ni su domicilio, trinque la bolsa de deporte en la que transportas cuatro kilos de coca por encargo de unos traficantes colombianos y luego se volatilice. Freddy estaba jodido, en ese momento hubiera deseado conocer a  David Copperfield para suplicarle que también a él lo hiciese desaparecer.

Pero aunque a veces el azar te pone la zancadilla y te pegas el gran leñazo, otras te cuenta un buen chiste que no conoces, te tronchas de risa y hasta consigues creer que llegarás a ser feliz. Eso ocurrió cuando sonó el móvil y su contacto dijo: “Freddy, nos equivocamos de bolsa, en esa solo hay café. Deshazte de ella. Nos vemos a las seis donde tú ya sabes”.


sábado, 30 de noviembre de 2013

El star-system



Brenda era una cantante famosa, aunque no lo suficiente para pasar a la historia. Yo, su enésima pareja, un infeliz músico con ansias de éxito y dinero, no precisamente por ese orden.

Estaba obsesionada por convertirse en una leyenda, lo que en su opinión exigía una muerte dramática y, además, prematura. Cuando me propuso suicidarnos juntos, noticia que debería acaparar las primeras planas de los periódicos y televisiones de todo el mundo durante los días y semanas siguientes, no solo evité disuadirla sino que bendije su brillante idea.

-Vamos a convertirnos en nuevas víctimas del star-system; tras tu muerte serás adorado por las mujeres de todo el mundo -me aseguró.

En el instante en que saltó desde la decimoséptima planta del Hilton saqué la cámara y tomé la fotografía que me ha hecho millonario, su última foto: se la ve dos pisos más abajo, con sus manos resbalando por el saliente del edificio. Recuerdo cómo me miraba, incrédula, musitando las palabras maldito cabrón.